Editorial
Otra cara de las remesas
En el inicio del 2025, las remesas han superado, por primera vez, las exportaciones de petróleo.

12 de may de 2025, 12:54 a. m.
Actualizado el 12 de may de 2025, 12:54 a. m.
El creciente flujo de remesas hacia Colombia se ha convertido en una tabla de salvación para millones de hogares, pero también plantea serios interrogantes sobre la salud estructural de nuestra economía. Si bien estos recursos, enviados por colombianos en el exterior, aportan divisas cruciales que alivian las finanzas familiares y fortalecen el consumo interno, no podemos ignorar que su protagonismo revela debilidades profundas en nuestro aparato productivo y en la competitividad internacional del país.
En 2024, Colombia recibió casi US$ 12.000 millones por los giros que hacen los trabajadores desde el exterior; esta cifra sobrepasó la inversión extranjera directa que llegó al país ese mismo año, y en el inicio del 2025 las remesas han superado, por primera vez, las exportaciones de petróleo.
Lo que en principio puede parecer una buena noticia -dinero fresco, consumo sostenido, fortalecimiento del sector financiero- debe leerse también como una advertencia: dependemos cada vez más de los ingresos de nuestros emigrantes, no de nuestra capacidad de producir y exportar.
La situación en el Valle del Cauca es aún más reveladora. Las remesas representaron el 5,7 % del PIB regional y superaron en 27 % el total de las exportaciones del año pasado. En otras palabras, los hogares vallecaucanos recibieron más ingresos por giros del exterior que por la venta de bienes producidos en su territorio.
Analistas por años han destacado la importancia de estos recursos para los hogares, algunos viven, estudian, consumen con este dinero que les llega. Pero ahora, uno de los riesgos más preocupantes es el fomento de una cultura de dependencia.
Las remesas pueden generar una ilusión de bienestar que desincentiva la búsqueda de empleo o el esfuerzo por emprender en sectores productivos. Así como ocurre con algunos subsidios mal diseñados, existe el riesgo de que estos ingresos externos reduzcan la presión por mejorar la productividad, innovar y competir.
Aunque el peso de las remesas en la economía colombiana es menor a lo que registran algunos países de Centroamérica, el ritmo de crecimiento de los giros y su creciente protagonismo en el PIB hacen pensar que se sigue un camino parecido al de estos. Guatemala recibió cerca de US$ 19.000 millones en 2024 y Honduras, unos US $9000 millones.
Estamos hablando de recursos que dependen de factores externos volátiles: políticas migratorias más estrictas, crisis económicas en Estados Unidos o Europa, o incluso simples variaciones en el empleo de los migrantes podrían poner en jaque la estabilidad de millones de familias colombianas.
Colombia debe leer esta realidad como una señal de urgencia. Es fundamental fortalecer el tejido empresarial, diversificar nuestras exportaciones y fomentar políticas que retengan talento humano. No podemos construir una economía sólida si nuestro crecimiento depende del esfuerzo de quienes tuvieron que irse del país.