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Editorial

El Papa misionero

León XIV parece ser la respuesta a quienes, sin radicalismos, buscan avanzar hacia una Iglesia más cercana, más creíble y más fiel al evangelio.

El recién elegido Papa León XIV, Robert Prevost, se dirige por primera vez a la multitud desde el balcón principal de la logia central de la Basílica de San Pedro.
El recién elegido Papa León XIV, Robert Prevost, se dirige por primera vez a la multitud desde el balcón principal de la logia central de la Basílica de San Pedro. | Foto: AFP

9 de may de 2025, 02:07 a. m.

Actualizado el 9 de may de 2025, 02:07 a. m.

Júbilo en el mundo. Esta es la sensación que queda luego de la rápida elección de Robert Francis Prevost como nuevo jerarca de la Iglesia Católica. Los mensajes divulgados por los principales líderes internacionales demuestran que hay un consenso acerca de la garantía de la continuidad del legado de Francisco.

La elección del papa León XIV marca un hito no solo para la Iglesia Católica, sino para el mundo entero. Su figura representa una doble novedad histórica: el primer pontífice con ciudadanía estadounidense y peruana, y el primer sucesor de Pedro surgido directamente del continente americano después de Francisco. Su nombramiento es una señal clara de continuidad con el espíritu pastoral, reformista y global del pontificado anterior, pero también un llamado urgente a responder con firmeza y compasión a los desafíos contemporáneos.

León XIV hereda una Iglesia con heridas profundas: los escándalos de abusos aún no cerrados, la crisis de vocaciones, la resistencia interna a la sinodalidad y la difícil conversación sobre el papel de la mujer al interior de la institución. Pero además enfrenta un planeta convulsionado por la guerra, el desplazamiento forzado de millones de personas, la polarización política y el colapso ecológico. Que sus primeras palabras hayan sido un llamado a la paz y a la construcción de puentes no es un gesto simbólico vacío: es una declaración de prioridades.

Este llamado por la paz fue recibido, por países como Colombia, inmersos en un guerra sin fin, como una señal del magisterio que quiere hacer en el mundo hoy y del papel que necesita ejercer la Iglesia. Asimismo, la escogencia de su nombre también indica lo que marcará su pontificado. León XIII ha sido destacado como un Papa más de vanguardia del Siglo XIX.

Su saludo espontáneo en español a su antigua diócesis de Chiclayo, donde cumplió un gran tarea como misionero, revela, según analistas, algo más profundo que afecto personal: una conexión real con los marginados, con las periferias geográficas y existenciales a las que Francisco llamó a mirar. León XIV no llega desde los salones de poder vaticano, sino desde la experiencia pastoral en una tierra muchas veces olvidada. Esa trayectoria le otorga una credibilidad que hoy pocos líderes religiosos o políticos pueden reclamar.

El hecho de que haya sido elegido en apenas dos días, y con amplio consenso, también sugiere que la Iglesia necesitaba una figura de moderación, equilibrio y diálogo. Frente a los que claman por una marcha atrás en las reformas, León XIV parece ser la respuesta a quienes, sin radicalismos, buscan avanzar hacia una Iglesia más cercana, más creíble y más fiel al evangelio.

Muchos esperan que León XIV siga el legado de Francisco, pero otros van más allá y dicen que el nuevo Papa llega con estilo propio: menos disruptivo, quizás más institucional, pero no menos comprometido.

Hoy, cuando el planeta necesita con urgencia voces que convoquen al entendimiento, a la paz y a la responsabilidad, el papa León XIV asume un gran reto como es aportar para que este sea un mundo mejor.

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