Editorial

Colombia, otra vez el antagonista

Hace poco más de 30 años era Pablo Escobar y hoy son las disidencias de las Farc, el Eln, el Clan del Golfo e innumerables bandas dedicas al tráfico de estas sustancias.

Las imágenes buscan corroborar el encuentro que se dio en la Casa de Nariño, en el despacho del Dapre, donde Olmedo López habría recibido órdenes corruptas.
Si Colombia no quiere ser más el antagonista en los informes sobre drogas, debe cambiar la forma de luchar contra el narcotráfico. | Foto: guillermo torres-semana

2 de jul de 2025, 03:25 a. m.

Actualizado el 2 de jul de 2025, 03:25 a. m.

Una vez más el Informe Mundial sobre las Drogas de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) pone a Colombia en el centro del escenario internacional, pero no por las razones que desearíamos. En 2023, la producción mundial de cocaína alcanzó las 3708 toneladas, un aumento del 34 % respecto al año anterior. Y, como ha sido la constante, nuestro país figura como el principal responsable de este alarmante crecimiento.

Con 253.000 hectáreas de cultivos de coca -dos tercios del total mundial- Colombia parece condenado a repetir una historia que no logra cambiar a pesar del paso de los años y de que los actores criminales varían. Hace poco más de 30 años era Pablo Escobar y hoy son las disidencias de las Farc, el Eln, el Clan del Golfo e innumerables bandas dedicas al tráfico de estas sustancias.

Las 253.000 hectáreas de cultivos de hoja de coca que hay sembradas en distintas partes del país, es algo equivalente a como si un territorio un poco más grande que el departamento del Quindío estuviera en su totalidad sembrado de coca.

El hecho de que Colombia concentre más del 67 % de todos los cultivos de coca en el mundo debería provocar un debate nacional sobre la estrategia antidrogas que viene ejecutando el Gobierno del presidente Gustavo Petro.

Con el pasar de los años el narcotráfico ha demostrado una capacidad de adaptación que supera la respuesta institucional. Frente a ello, la política del Gobierno ha sido la misma de siempre: más fuerza pública, más erradicación manual o aérea y afectación solo a los eslabones más débiles de la cadena.

Las cifras que muestra el informe también evidencian un abandono histórico de los territorios rurales, donde el Estado no garantiza condiciones mínimas de vida digna, como ocurren en zonas rurales de varios municipios del Cauca, Putumayo, Valle del Cauca y Santander.

En muchas regiones de Colombia, la coca no es una opción ilegal, sino la única posibilidad económica viable, la única alternativa de vida que conocen los jóvenes al ir creciendo. La falta de infraestructura, créditos agrícolas, educación y presencia institucional obliga a miles de familias a sembrar coca como medio de subsistencia.

Los datos de América del Sur muestran que Colombia es el principal origen del tráfico por mar al resto de países, principalmente hacia Estados Unidos, Brasil, Venezuela, México y Jamaica. Además, por vía terrestre las rutas preferidas son Venezuela y El Salvador, para desde allí enviarla a naciones de Europa; y por aire, los narcos privilegian a Venezuela.

Este panorama pone una vez más sobre la mesa la posible descertificación de Colombia en su lucha contra las drogas, pero más allá de eso es momento de que, independientemente de que a este Gobierno le falten 13 meses para terminar, debe repensar una política que priorice el desarrollo rural y un plan de erradicación y sustitución de cultivos serio y robusto.

Si Colombia no quiere ser más el antagonista en los informes sobre drogas, debe cambiar la forma de luchar contra el narcotráfico.

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