Editorial
Extremos climáticos
El cambio climático ya está presente en todos los rincones del orbe y, por lo tanto, se ha convertido en una grave amenaza para la supervivencia de la humanidad.

5 de jul de 2025, 02:46 a. m.
Actualizado el 5 de jul de 2025, 02:46 a. m.
“Inundaciones dejan un número indeterminado de muertos y desaparecidos en Texas”. “Incendios forestales en la costa de Siria obligan a evacuar a la población”. “El Cono Sur sufre los rigores de una ola de frío por masa de aire polar”. “Dos muertos en Francia debido a la ola de calor”. “La lucha contrarreloj de Surinam para salvar a su capital de la erosión costera”.
Estas cinco noticias, ocurridas durante la última semana en igual número de puntos geográficos del planeta, tienen algo en común: muestran la realidad de lo que está ocurriendo con el clima en el mundo.
Para decirlo en palabras sencillas, evidencian cómo el verano es cada vez más intenso en Europa, donde los últimos días se registró una ola de calor sin precedentes, pero también evidencia cómo el invierno es cada más inclemente en la Suramérica más austral, donde las bajas temporadas han provocado la muerte de al menos quince personas.
Y tales extremos, así como el cada vez más frecuente desbordamiento de ríos, la erosión de zonas costeras por el aumento de los océanos y la proliferación de incendios forestales que son sinónimos de sequías, solo sirven para dejar en claro que el cambio climático ya está presente en todos los rincones del orbe y que, por lo tanto, se ha convertido en una grave amenaza para la supervivencia de la humanidad.
Es por eso que, enhorabuena, la Corte Interamericana de Derechos Humanos, CIDH, acaba de dictaminar que los países de la OEA “tienen la obligación de adoptar todas las medidas necesarias para proteger a la población” frente a este fenómeno derivado del efecto invernadero, que no es otra cosa que el aumento gradual de la temperatura de la Tierra.
Queda claro entonces que la ola de calor que esta semana impidió el libre tránsito de los turistas por la Torre Eiffel, en París, o el Coliseo, en Roma, no es una cuestión anecdótica, sino que tiene que ver con el concepto de “clima sano”, que, de acuerdo con el organismo que reúne a los 30 países de la OEA, tiene una estrecha relación con los Derechos Humanos.
Esto porque se reconoce que ya hay suficientes investigaciones científicas que comprueban que la crisis climática que se está registrando actualmente en el planeta es una amenaza real no solo para las plantas y los animales, sino también para las personas.
Ojalá la Opinión Consultiva OC-32/25, como se llama el documento que concluye que “los Estados tienen obligaciones concretas e inmediatas para proteger a las personas y al ambiente”, no se convierta en letra muerta, sino que sea la puerta para que, más allá de sus posturas ideológicas, todos los gobiernos adopten políticas públicas encaminadas a prevenir y mitigar los daños ambientales y climáticos.
También ratifica el principio de responsabilidades comunes, pero diferenciadas, en el sentido de que los países que más contribuyen al cambio climático son los que más deben hacer por preservar el mundo para las nuevas generaciones, lo cual, en la práctica, sigue siendo objeto de debate y de evasivas.
Tal vez realidades como que esta semana Buenos Aires registró la temperatura más baja desde 1991 haga reaccionar a los implicados.