Editorial
Minería criminal
Las imágenes satelitales que hoy se reproducen en esta edición, muestran el panorama desolador que se vive en las quebradas La Sierpes, La Sierpesita y La Brea.
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5 de oct de 2025, 12:37 a. m.
Actualizado el 5 de oct de 2025, 12:37 a. m.
Quince años después la historia de la minería ilegal en Zaragoza, Valle del Cauca, se repite. O puede ser que el negocio nunca se acabó, solo corrió un poco la cerca a la par que llegaron nuevos actores a lucrarse de esa economía ilícita.
Lo cierto es que, como bien queda expuesto en el Informe Exclusivo de este fin de semana en El País, las heridas profundas y el daño irreparable a recursos naturales que deberían estar protegidos de la depredación vuelven a ser visibles en la comarca.
Tres lustros atrás, en estas mismas páginas, se denunció una y otra vez cómo los socavones abiertos en las entrañas del río y en sus alrededores para encontrar oro, acabaron de forma sistemática con la cuenca del río Dagua. Mientras tanto, la comunidad de Zaragoza fue sometida a la llegada de centenares de extraños que se apropiaron de la zona y golpeada por la violencia que siempre acompaña las prácticas ilícitas. Destrucción y muerte, así se resume lo que se vivió en esa época.
Hoy, igual que en ese entonces, hay que contar que las heridas profundas que el Valle creía cerradas y cauterizadas, se volvieron a abrir. Las imágenes satelitales que hoy se reproducen en esta edición, muestran el panorama desolador que se vive en las quebradas La Sierpes, La Sierpesita y La Brea, cuyas cuencas hidrográficas, con su selva y márgenes de protección, han sido destruidas por completo por la minería ilegal.
Son daños ambientales de tal magnitud, que es imposible pensar que se produjeron en días o en meses o en pocos años.
Las autoridades saben qué sucede, tienen certeza de que el negocio hoy es manejado por la estructura Jaime Martínez de las disidencias de las Farc y que también estaría involucrado el Eln.
En acciones conjuntas entre el Gobierno Departamental, las autoridades ambientales, la Policía, el Ejército, la Armada Naval y la Fiscalía, se ha tratado de hacer una intervención frente la minería criminal, se ha destruido maquinaria amarilla, se han cerrado socavones, pero los esfuerzos son insuficientes, como queda en evidencia con el desastre ambiental causado, que incluye la contaminación por mercurio y por los químicos que se usan en el proceso.
Esa ‘fiebre del oro’, que no es la de la minería artesanal o tradicional sino una empresa criminal de la que se lucran organizaciones al margen de la ley, tiene un impacto directo sobre las comunidades aledañas, obligadas a convivir con la violencia derivada, en muchos casos a permanecer callada o en el peor de los casos coaccionada para hacer bloqueos y protestas contras las autoridades legítimas que intentan hacer su trabajo.
¿Qué hacer para detener la minería ilegal que destroza al Valle del Cauca, que depreda sin freno sus recursos naturales, que acaba con el medio ambiente y somete a sus poblaciones? Son ya décadas viendo cómo avanza por los lados de Zaragoza, o cómo vuelve una y otra vez a los Farallones, sin que el Estado consiga combatirla hasta acabarla.
El problema es que si no se controla y se castiga a sus promotores, las heridas abiertas en forma de socavones y ríos contaminados, serán irreparables, mientras el Valle verá cómo su patrimonio natural, el más importante a futuro, se esfumará por cuenta de ese enemigo letal.