Editorial

María Corina Machado

El fin de la dictadura está próximo y la transición hacia un Estado de Derecho en pleno se debe hacer de forma rápida, pacífica, con el apoyo de la comunidad internacional.

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Pocas veces este galardón logrará enviar un mensaje tan poderoso y empujar una transición en un país como lo hará con el reconocimiento a María Corina Machado.
Pocas veces este galardón logrará enviar un mensaje tan poderoso y empujar una transición en un país como lo hará con el reconocimiento a María Corina Machado. | Foto: AFP

12 de oct de 2025, 01:10 a. m.

Actualizado el 12 de oct de 2025, 01:10 a. m.

Al otorgarle el Nobel de Paz a María Corina Machado, la líder de la oposición venezolana hoy en la clandestinidad, el Comité Noruego del Premio le propinó en la madrugada de este viernes un significativo golpe político internacional al régimen de Nicolás Maduro.

Además de ser el reconocimiento a su lucha de años por devolverle la libertad y la democracia a su país, el galardón es una declaración de apoyo a los cientos de presos políticos, varios con paradero desconocido o sometidos a vejámenes.

Así mismo, a los ocho millones de venezolanos que han tenido que salir de su país en años recientes, ya sea huyendo de la persecución de la dictadura o en busca de las oportunidades que les han negado quienes han manejado los destinos de esa Nación desde hace 25 años. También es un espaldarazo a quienes, como María Corina, siguen batallando desde adentro, sin tregua, por su país.

Al anunciar el Nobel de Paz, el Comité elogió a Machado “por su incansable trabajo promoviendo los derechos democráticos para el pueblo de Venezuela y por su lucha para lograr una transición justa y pacífica de la dictadura a la democracia”.

En esa frase se resume la más importante declaratoria que ha hecho la comunidad internacional sobre la inaceptable realidad que vive la Nación suramericana.

Desde Oslo no se duda en calificar como una dictadura al régimen de Maduro, que frente a los ojos del mundo se ha robado una tras otras las elecciones desde que accedió al poder, tras el fallecimiento de Hugo Chávez.

En los últimos comicios presidenciales, en 2024, impidió, aupado por los demás poderes públicos a los que tiene cooptados, que María Corina pudiera ser candidata. Además, manipuló los resultados finales de manera descarada para impedir que Edmundo González, aspirante de la oposición in extremis, fuera el nuevo mandatario elegido por las mayorías.

Es uno de los momentos más críticos para Venezuela. Con el Gobierno de Estados Unidos, en cabeza de Donald Trump, respirándole cada vez más cerca al régimen bajo el pretexto de su lucha contra el narcotráfico, y mientras le quedan pocos aliados en el mundo -el presidente colombiano, Gustavo Petro, uno de ellos- que estén dispuestos a mantenerlo en el poder, se esperaría que el Nobel de Paz otorgado a María Corina aumente la presión sobre Nicolás Maduro y sus gregarios.

Para ella, quien no ha transigido en su determinación de que la democracia plena regrese a Venezuela, pero también ha decidido hacerlo desde su país, a diferencia de la mayoría de opositores hoy exiliados, sin amedrentarse, bajo las persecuciones y las agresiones, lejos de su familia y con una espada pendiendo de forma permanente sobre su nuca, esta es la mayor muestra del valor que tiene su incansable lucha.

El Premio Nobel de la Paz a la mujer que ha expuesto su propia vida para sacar a Venezuela y a su población de un oscuro periodo que ya dura 25 años, deja un mensaje claro y esperanzador: el fin de la dictadura está próximo y la transición hacia un Estado de Derecho en pleno se debe hacer de forma rápida, pacífica, con el apoyo de la comunidad internacional.

Ahí debería estar en primera fila Colombia, como facilitador del proceso, como país hermano y como el defensor de la democracia que siempre ha sido.

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