Editorial
Las sombras de la COP29
Aunque los propios funcionarios de las Naciones Unidas han expresado posiciones encontradas frente a ese objetivo, queda la esperanza de que Brasil logre avanzar un poco más en ese propósito...
Al igual que sucedió con la Conferencia sobre Biodiversidad COP16 que se realizó semanas atrás en Cali, la Cumbre Climática COP29 dejó más sombras que luces en cuanto a resultados medioambientales se refiere.
Para empezar, era claro que el principal propósito de la cita en Bakú, Azerbaiyán, en donde durante dos semanas se reunieron 50 mil delegados de 200 países, era fijar los fondos mínimos que se necesitan de parte de los países desarrollados para atender la emergencia climática que enfrenta el mundo, en buena parte por las acciones equivocadas de ellos en cuanto a la generación de gases de efecto invernadero.
Y, tal vez de manera muy optimista, había casi que un tácito acuerdo con respecto a que esa cifra debería equivaler al billón de dólares anuales. Pero resulta que al final del sábado se supo que, a puerta cerrada, las naciones más poderosas convinieron en entregar únicamente 300.000 dólares hasta el 2035, después de que los países con menos recursos habían fijado la última semana una línea roja de 500.000 dólares que evidentemente tampoco fue acatada.
Como era de esperarse, las naciones que tienen más dificultades presupuestales para atender las emergencias climáticas, como Colombia, se sintieron atropelladas no solo por el monto que finalmente se definió sino porque alegan que las dejaron por fuera de una discusión en la que deberían ser protagonistas de primer orden.
Aunque los propios funcionarios de las Naciones Unidas han expresado posiciones encontradas frente a ese objetivo, queda la esperanza de que Brasil, cuyo Gobierno tiene en la defensa del medio ambiente una de sus principales banderas, logre avanzar un poco más en ese propósito durante la COP30, que tendrá a ese país como sede.
Pero sobre ese mismo punto de la financiación desde ya queda otro pendiente para esa próxima conferencia, ya que en Bakú tampoco se logró que China se sumara a la lista de Estados que deben contribuir a las finanzas climáticas, pese a su enriquecimiento de los últimos años.
Ahora bien, a los endebles resultados de la COP29 hay que sumar el hecho de que en la declaración final se omitió de manera explícita el que fuera el gran hito de la Cumbre Climática de Dubái: el llamado a una transición hacia una salida de las energías fósiles.
Lo que dicen las informaciones de prensa es que una de las prioridades de la Unión Europea en Bakú era obtener un seguimiento anual de los esfuerzos de los 50 países más desarrollados para abandonar el petróleo, el gas y el carbón, pero que Arabia Saudita estaba en contra de esa propuesta y al final se salió con la suya.
Así las cosas, tienen razón delegaciones como las centroamericanas al expresar decepción e indignación frente a lo alcanzado en la COP29, porque son naciones que cuentan con escasos recursos para hacerle frente a las cada vez más frecuentes inundaciones y prolongadas sequías en sus territorios dejando dolorosas pérdidas humanas y daños irreparables a sus ecosistemas, mientras los países más poderosos siguen sin asumir la responsabilidad que realmente les compete en la urgente tarea de enfrentar el cambio climático.