Editorial
La soberanía energética
A lo que debería apuntarle la Nación es a su autoabastecimiento. Colombia tiene gas y tiene petróleo, hidrocarburos que el país y el mundo seguirán requiriendo aún por décadas.
La noticia estaba cantada desde hace tiempo. No por ello causó menos impacto el anuncio hecho por el Presidente de Ecopetrol, en el marco del Congreso de Andesco, sobre la decisión de importar gas desde Venezuela a partir de 2025. La seguridad energética es fundamental para todo el país, pero igual de importante debería ser mantener la soberanía energética.
Garantizarles a los colombianos, tanto como a las distintas actividades económicas o sociales, el suministro de energía eléctrica o generada a través de combustibles, es una obligación del Gobierno Nacional. Y se tiene que hacer al menos bajo tres condiciones: asequibilidad, es decir, que sea fácil de conseguir; confiabilidad, nada diferente a brindar garantías de que el abastecimiento no se verá interrumpido; y precios razonables.
Por ello preocupa que un país que hasta poco atendía sin dificultad las demandas internas de gas para la industria, el transporte y la generación de energía, ahora tenga que importar, y más pronto de lo que se esperaba.
No se puede olvidar que, además de ser autosuficiente, gracias al gas costa afuera de La Guajira, así como al descubrimiento de Cusiana que le permitió contar con una fuente importante en el interior, masificar el suministro y llegar a once millones de hogares lo que, sin duda, se convirtió en una de las mayores revoluciones sociales, el país producía excedentes gasíferos.
Pero los campos empezaron a declinar, hasta que este año Colombia dejó de producir lo suficiente para su abastecimiento. Pareciera que la sordera hubiera primado frente a las alertas tempranas sobre lo que sucedería, incluidas las advertencias de la Unidad de Planeación Minero Energética.
La Nación se demoró en tomar en serio la amenaza, no hay autorizadas nuevas exploraciones ni expectativas de que antes de cinco años los pozos costa afuera suministren el hidrocarburo. Mientras tanto, el gasoducto de Buenaventura o la regasificadora del Pacífico, siguen sin concretarse.
De cara a esa realidad, Ecopetrol anuncia una hoja de ruta colmada de incertidumbres. Plantea importar gas de Venezuela desde el próximo año, lo que suena lógico porque el vecino tiene una de las mayores reservas y hay que aprovechar su cercanía. Pero surgen inquietudes sobre el estado real del gasoducto, el costo de ponerlo a punto y quién lo pagará, la calidad del gas y la confianza en un gobierno como el de Maduro, que ya le quedó mal a Colombia en 2016 cuando le correspondía enviar el combustible, lo que puso al país ad-portas de un racionamiento.
Si bien el precio del gas fluctúa y el del Golfo de México está costoso, en la región la oferta tiende a crecer, gracias a la producción de Guyana. Sin embargo, a lo que debería apuntarle la Nación es a su autoabastecimiento. Colombia tiene gas y tiene petróleo, hidrocarburos que el país y el mundo seguirán requiriendo aún por décadas.
Este Gobierno, sin embargo, se ha empeñado en no firmar nuevos contratos de exploración, no ha apoyado como debe los proyectos costa afuera, ni destraba la conexión entre los gasoductos del Caribe y el interior. Pareciera deliberado, para no tener opción diferente a mirar a Venezuela. Renunciar a extraer el gas colombiano y convertirlo en motor de desarrollo es un grave error, que pude ser la cuota inicial de la pérdida de soberanía energética.
Regístrate gratis a nuestro boletín de noticias
Recibe todos los días en tu correo electrónico contenido relevante para iniciar la jornada. ¡Hazlo ahora y mantente al día con la mejor información digital!