Editorial
Riesgos de la Ruta de la Seda
El mismo Jefe de Estado dijo que espera que la decisión de Colombia no afecte las relaciones comerciales con Estados Unidos...

15 de may de 2025, 03:07 a. m.
Actualizado el 15 de may de 2025, 03:07 a. m.
El Gobierno Nacional firmó un memorando de entendimiento en el marco de la iniciativa Ruta de la Seda con China, la cual tiene como propósitos fortalecer los vínculos económicos y políticos entre ambos países, promover inversiones de ese país en Colombia, acceder a créditos, diversificar e incrementar las exportaciones, desarrollar infraestructura física y digital e impulsar alianzas de investigación.
A simple vista las noticias son positivas, el gigante asiático tiene mucho qué aportar a los colombianos, sobre todo en materia de tecnología, transición energética y cooperación internacional. Y el Gobierno es optimista y busca que los empresarios vean a China como una oportunidad. El presidente Gustavo Petro dice que si se llega a $10.000 millones anuales en exportaciones al Pekín, Colombia sería muy próspera.
No obstante, el camino para lograr esto no es claro y mientras tanto se prenden muchas alertas que deberían llevar a la reflexión al Ejecutivo. Incluso, después de firmar la adhesión a la Ruta de la Seda, el mismo Jefe de Estado dijo que espera que la decisión de Colombia no afecte las relaciones comerciales con Estados Unidos, anticipándose a una posible reacción del presidente Donald Trump.
Esto porque China no ofrece cooperación desinteresada. La Ruta de la Seda es una extensión de la política exterior del gigante asiático para ampliar su influencia global, muchas veces mediante el endeudamiento de países con debilidad institucional.
En ese contexto, resulta preocupante que Colombia, en medio de una situación fiscal crítica y con un aparato productivo debilitado, que incluso compite de forma desigual con las importaciones que provienen de China, contemple embarcarse en una alianza que puede hipotecar su soberanía económica.
Las alarmas vienen del lado de muchos empresarios que sufren por prácticas anticompetitivas y temen que estos acercamientos empeoren la situación si Colombia no defiende su industria en estos acuerdos. China no es una economía de mercado. Subsidiar sus industrias, devaluar su moneda y proteger sus sectores estratégicos son prácticas normales en su modelo. Al integrarse, sin condiciones a este esquema, el país pone en riesgo sus propios mecanismos de defensa comercial y expone su industria a una competencia desleal.
Hoy, Colombia exporta materias primas e importa bienes manufacturados. Si no se cambia esa lógica, el déficit comercial con Pekín —que ya supera los $ 12.000 millones— solo se ampliará, contrario a lo que piensa el Gobierno Nacional.
Más preocupante aún es que esta decisión parece enmarcarse en una lógica de polarización geopolítica. Como lo señalan algunos analistas, este acercamiento respondería más a una postura reactiva frente a Estados Unidos que a una estrategia planificada. Buscar refugio en una potencia para contrarrestar la influencia de otra es una fórmula peligrosa en diplomacia internacional.