Editorial
¿Y los bebés, para cuándo?
Son los gobiernos los que deben analizar esos fenómenos y decidir qué políticas públicas van a implementar para garantizar el crecimiento sostenido de la población...

Por primera vez desde que se tiene registro, en Colombia nacieron menos de 500.000 bebés. Sucedió en el 2024, según cifras del Dane, que informó que solo en un año la tasa de natalidad se redujo en 13,7%, lo que evidencia una rápida transición demográfica en el país.
Cabe entonces preguntarse por las razones por las que los colombianos decidieron tener 70.538 hijos menos durante los últimos doce meses, pero también por las implicaciones que esa decisión tendrá para las futuras generaciones en aspectos tan importantes para su bienestar como la salud, la pensión y el mundo laboral.
En cuanto al primer aspecto, en un sondeo propuesto por El País, los usuarios de nuestras redes sociales respondieron que han optado por no tener descendencia debido a la difícil situación económica que enfrentan, lo que refleja un pesimismo que es ratificado por el aumento del desempleo juvenil y las escasas posibilidades laborales formales para sectores como el de las mujeres cabeza de hogar.
Sin embargo, no se puede desconocer que la disminución en la natalidad es un fenómeno mundial al que Colombia también se está sumando en razón a transformaciones sociológicas que pasan por una revaloración de los roles que quieren desempeñar las mujeres, por el concepto de familia que impera en la actualidad e incluso por el lugar que hoy están ocupando las mascotas en la vida de muchas personas.
Son los gobiernos los que deben analizar esos fenómenos y decidir qué políticas públicas van a implementar para garantizar el crecimiento sostenido de la población, de manera que no se produzcan desbalances que lleven a un envejecimiento de las sociedades, como ya es evidente en algunos países de Europa, que han optado por favorecer las migraciones ordenadas para evitarlo.
En el caso de Colombia, que ocupa el séptimo lugar en América Latina en cuanto a tasas de fecundidad más bajas, ese no es un camino posible, ya que, por el contrario, sigue siendo una nación expulsora de personas y familias que prefieren buscar “un mejor futuro” en el exterior. Sin embargo, dado que en la última década la transición demográfica en el país se ha acelerado a un ritmo cada vez mayor, es importante que el Gobierno se ocupe con prontitud de este tema.
El centro de estudios económicos Anif acaba de publicar un informe en el que califica de preocupantes los impactos que el envejecimiento de la población pueden tener en el sistema pensional aprobado por el Congreso el año pasado, y del cual algunos puntos ya se están implementando, y sobre la presión que el aumento de la población jubilada ejercerá sobre las diezmadas finanzas públicas.
Es claro que si la fuerza laboral disminuye, porque no hay nuevas generaciones que se sumen a ella, se van a afectar los niveles de producción del país, y que si el nivel de ahorro de los jóvenes no supera al de los mayores, se reducirá el crecimiento económico de la Nación. Por eso, aunque el tener hijos o no sea un asunto personal, el Estado sí debe preguntarse, como Anif: ¿y los bebés, para cuándo?
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