Editorial
¿A qué juega Maduro?
Porque bastó que comenzara el 2024, año en el cual Maduro debía cumplir su parte del trato -organizar elecciones generales democráticas en Venezuela-, para que empezara a dar muestras de sus verdaderas intenciones, que no son otras que seguir atornillado al poder.
“Lo que ha sucedido es un retroceso. El Acuerdo de Barbados tenía como propósito que las elecciones en Venezuela se adelantaran de forma creíble, en donde todo el mundo pudiera participar”.
Las palabras del expresidente y premio Nobel de Paz, Juan Manuel Santos, parecen confirmar una versión que ha venido circulando y es la de que Nicolás Maduro engañó no solo a la oposición política de su país, sino a la comunidad internacional, que creyó en sus ‘buenas intenciones’ de darle un verdadero espacio a la democracia en Venezuela.
Sin embargo, sus acciones de los últimos días parecen dejar claro que lo único que buscaba con los convenios que firmó en octubre del 2023 con sus adversarios nacionales, a instancias de Noruega y México, era ‘ablandar’ a Washington hasta lograr la disminución de las sanciones a Caracas y , sobre todo, la liberación del polémico empresario Alex Saab, quien, en efecto, fue canjeando en diciembre por diez ciudadanos estadounidenses y recibido por el Gobierno chavista como un héroe.
Porque bastó que comenzara el 2024, año en el cual Maduro debía cumplir su parte del trato -organizar elecciones generales democráticas en Venezuela-, para que empezara a dar muestras de sus verdaderas intenciones, que no son otras que seguir atornillado al poder.
No de otra manera se entiende la declaratoria de inhabilidad política de María Corina Machado, quien en franca lid se hizo a la candidatura presidencial en las primarias de la oposición, en medio del regocijo internacional. Pero al Mandatario chavista poco parece importarle la protesta de los países que apoyaron la cita en Barbados o los reclamos de las entidades encargadas de proteger los Derechos Humanos.
Por el contrario, su intención es amedrentar a los venezolanos con decisiones como la captura de la activista Rocío San Miguel, quien no es reconocida en el vecino país como opositora política. Y también provocar a Washington, como lo deja en claro la expulsión de Caracas del personal de la ONU, decretada esta semana.
Todo indicaría que, como lo dijo semanas atrás a El País Luis Vicente León, presidente de la firma Datanalisis, ante la certeza de saberse desprovisto de apoyo en el electorado venezolano, Maduro busca la manera de ‘verse obligado’ a no realizar los comicios prometidos. Lo cual no deja de representar un peligro para Venezuela y para sus naciones más cercanas, incluida Colombia. Solo hay que recordar cómo a finales de año decidió desempolvar el conflicto que mantiene con Guyana por el Esequibo, para advertir una posibilidad en ese sentido.
De ahí que sea necesario que líderes políticos de la región, entre ellos el presidente Gustavo Petro, asuman un papel más contundente frente a la crisis que agobia a Venezuela. Más allá de las simpatías ideológicas, lo que está en juego es el rescate de la democracia en el vecino país. Y también la tranquilidad del subcontinente, afectado por una migración masiva e inhumana causada por un régimen que se resiste a entregar el poderío económico, militar y político que ha acumulado en detrimento de su pueblo. Es hora de empezar a ponerle fin a la connivencia del Palacio de Miraflores con la delincuencia.