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Viejas ciudades, nuevos mundos

Informarse sobre estas viejas urbes en un mundo nuevo a urbanizar, en el que Brasilia, de 1960, fue la primera gran ciudad moderna del Siglo XX, es perentorio para debatir sobre el oficio de ‘hacer ciudad’...

Benjamin Barney Caldas
Benjamín Barney Caldas. | Foto: El País

10 de jul de 2025, 01:44 a. m.

Actualizado el 10 de jul de 2025, 01:44 a. m.

Lo más probable es que el mayor estímulo para la expresión individual, y que los individuos se pudieran liberar de su entorno cultural tradicional, fuera la mayor alfabetización, debida a la invención de la imprenta por Johannes Gutenberg, hacia 1440, un método más rápido y más barato para producir textos y libros, lo que facilitó la divulgación del conocimiento y, lo más importante, lo revoluciono. En 1480, más de un centenar de poblaciones en Europa tenían imprentas, y Francis Bacon la describió como uno de los tres grandes inventos, con la pólvora y la brújula, que habían “cambiado el aspecto y el estado del mundo entero”, (Henry Kamen: España y la creación de la Europa Moderna. Siglos XVI-XVIII, pp. 408 y 409).

Y, en 1492, Cristóbal Colón llegó al que llamarían Nuevo Mundo, cuyo poblamiento es mucho anterior a lo que se creía y proveniente de diversas partes, en diferentes momentos, y cada vez se descubren nuevos pobladores, y sus ciudades, agricultura y manejo del agua, anteriores a las pocas culturas más conocidas a lo largo del continente, como son la Azteca, la Maya y la Inca (Charles C. Mann: 1491/Una historia de las Américas antes de Colón, 2005). Un continente, el segundo más grande, que luego llamarían América, y que los estadounidenses confunden con Estados Unidos, mientras que los Iberoamericanos aceptan que se los llame latinoamericanos, como lo impusieron los franceses para unirlos a ellos.

En conclusión, todas las ciudades actuales en América son posteriores a 1492, incluyendo las que se levantaron sobre las precolombinas, a las que reemplazaron, y la primera fue la Isabela, fundada por Colón en 1494 en la isla La Española, y la primera en tierra firme fue Santa María la Antigua del Darién, en 1510. Y luego, por ejemplo, en la actual Colombia, lo fueron Santa Marta en 1525, Cartagena de India en 1533, Santiago de Cali en 1536, Popayán en 1537, Santa Fe de Bogotá en 1538. Ciudades que en toda América continúan una larga tradición desde su aparición en Mesopotamia, entre el Tigris y el Éufrates (Lewis Mumford: La cultura de las ciudades,1938) y Çatalhöyük, en Turquía del 7500 aEC es anterior.

En estas ciudades su arquitectura colonial es de tradiciones ibéricas, principalmente la hispanomusulmana (Santiago Sebastián: Arquitectura Colonial en Popayán y Valle del Cauca, 1965) pero su urbanismo se basa el su trazado en damero, usado en Santa Fe, España, fundada en 1491, antes de la rendición del reino taifa de Granada, y el que en la antigüedad fue muy útil en los castrum de las legiones romanas. Y por supuesto hay aportes indígenas precolombinos y algunos de esclavos africanos, pero algunos de estos eran también musulmanes, que dejaron obras cono la Torre Mudéjar de Cali, levantada entre 1764 y 1774 por un tal Pedro Umbas, un alarife musulmán, los que fueron muy comunes entre esos esclavos.

Informarse sobre estas viejas urbes en un mundo nuevo a urbanizar, en el que Brasilia, de 1960, fue la primera gran ciudad moderna del Siglo XX, es perentorio para debatir sobre el oficio de ‘hacer ciudad’ y los procesos formativos lo que solo se aprende en la práctica del urbanismo, y en la gobernabilidad local, para lo que se requiere la comunicación entre las profesiones que intervienen en la gestión de la ciudad; y que los programas de estas en las universidades incluyan juntas contenidos que las integren (Jordi Borja: Revolución urbana y derechos ciudadanos, 2013, p. 57). El urbanismo debe incluir el paisajismo y la arquitectura, y abarcar la geografía e historia de las ciudades, y la economía y sociología de sus habitantes.

Arquitecto de la Universidad de los Andes con maestría en historia de la Universidad del Valle. Ha sido docente en Cali en Univalle, la San Buenaventura y la Javeriana, y en el Taller Internacional de Cartagena, de los Andes, y continua siéndolo en la Escuela de arquitectura y diseño, Isthmus, en Panamá. Miembro de la Sociedad Colombiana de Arquitectos, la Sociedad de Mejoras Públicas de Cali y la Fundación Salmona. Escribe en El País desde 1998.

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