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Testigos de la esperanza

Que nos atrevamos a cruzar la puerta santa, que no se quede solo en un gesto o en un rito, que sea el verdadero símbolo de atrevernos a dar el paso que nos comprometa a renovar la vida por medio de la esperanza.

Jorge Humberto Cadavid
Jorge Humberto Cadavid | Foto: El País.

25 de jul de 2025, 03:11 a. m.

Actualizado el 25 de jul de 2025, 03:11 a. m.

Para cambiar el mundo hoy, es necesario que existan testigos que hablen y vivan un lenguaje de esperanza, de tal manera que tengan autoridad moral para convertir las palabras en obras, en hechos de vida. De tal manera que sean motivadores de un estilo nuevo de vida que deseche de su pensamiento el relativismo moral. Que se aleje de toda clase de egocentrismo de tal manera que entienda que la vida se debe vivir con sentido, y ese sentido de la vida es llenar de esperanza la existencia recreándose al ver la alegría de quien siente que con su acción el otro recobra la luz en el camino de su vida y se suma a caminar juntos, con todos los que ven en el servicio al otro, que la vida se hace con sentido cuando se le transmite al otro la esperanza en su existencia y se le enseña a seguir por el camino de la solidaridad, fraternidad, ternura y piedad, haciendo que el hombre recobre el sentido de humanidad. Que volvamos a ser humanos.

‘Intentaron silenciar a un candidato, pero despertaron a un país’. He tomado este meme, que se repite en diversos chats, para retener algo que debemos reflexionar ante lo triste que es la realidad que lo origina, pero que nos invita a ver cómo se unen alrededor de un hecho de dolor y sufrimiento, de ataque a la vida, cuando se tergiversa el construir unidad, dentro de la pluralidad y en lugar de escuchar, compartir y buscar el bien común. Se trata de imponer los gustos y deseos, a través de lo falso, de la mentira, de lo ficticio, y cuando no se logra, se trata de eliminar a quien me lo impide.

Este año 2025 tenemos una propuesta que hizo el Papa Francisco. Que nos atrevamos a cruzar la puerta santa, que no se quede solo en un gesto o en un rito, que sea el verdadero símbolo de atrevernos a dar el paso que nos comprometa a renovar la vida por medio de la esperanza. La verdadera novedad de este jubileo radica en su capacidad para sacudirnos, para transformar nuestra mirada hacia el mundo y hacia Dios. Hoy, más que nunca, necesitamos la esperanza que no defrauda y que sí transforma. Necesitamos una nueva política, con nuevos políticos, que entiendan que nos necesitamos mutuamente, que tengan sentido de responsabilidad por los demás y por el mundo. Necesitamos proclamar la compasión, el tener fe, el luchar por el bien común. Sí, son grandes metas de vida que requieren valentía y reciedumbre, para no defraudar y aumentar la desconfianza.

La cuestión es: ¿Dónde están los que se atreven a cruzar la puerta de la esperanza? En una misa de la época de Adviento, decía en su homilía el papa Francisco: “Cuanto más cerca está de nosotros el señor, más estamos en la alegría. Cuanto más lejos está, más estamos en la tristeza”, y nos recordaba que un filósofo decía esto: “no comprendo cómo se puede creer hoy, porque aquellos que dicen que creen, tienen cara de funeral. No dan testimonio de la alegría de la resurrección de Jesucristo, no tienen fe, pero cristo ha resucitado, te ama, y tú no tienes esperanza, no tienes cara de alegría”.

Hoy más que nunca necesitamos esta fe que puede cambiar al mundo. Necesitamos convencernos de que usted, yo y todos los que decimos creer, somos la presencia en la tierra de ese Cristo, que no es vengador y castigador, sino que vino a salvarlo. Somos sus manos alcanzando a los demás, sus pies yendo a buscar a las personas que necesitan conversión, y su voz llamando a aquellos que están perdidos en las mentiras y pecados del mundo, ser su voz compasiva invitándolos a un estilo de vida que sea atractivo, y eso se da con la alegría de la esperanza, cuando creemos en una vida nueva que resulta de la resurrección, de saber morir al mundo para vivir esa vida nueva.

Esa política nueva, en donde se lucha por la justicia, por el derecho, por la verdad, y se siente la alegría de darle así sentido a la vida, pero, dónde está esos nuevos políticos, que se atrevan a vivir con sentido la vida y que su alegría esté en dar más que en recibir, para que renazca la confianza con un verdadero sentido de humanidad: de esperanza.

Sacerdote, párroco en María Madre de la Iglesia en Vipasa y Prados del norte, fue director del Centro de Investigaciones de la Arquidiócesis de Cali, profesor de Teología en el Seminario Mayor San José de Panamá, y párroco en Buga y en Cúcuta. Escribe para El País desde 1999

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