Columnistas
Se lleva en el alma
En este cumpleaños 489 de Cali, recordemos que ser caleño es un privilegio, una identidad que debemos abrazar con orgullo.

28 de jul de 2025, 01:39 a. m.
Actualizado el 28 de jul de 2025, 01:39 a. m.
Hay ciudades que se recorren con los pies, pero hay otras que se recorren con sus memorias, sus recuerdos, con el alma. Ser caleño es mucho más que el mero hecho de haber nacido aquí; Cali se siente, se respira y se baila. Es una forma de ser y de estar que nos hace únicos. El pasado 25 de julio nuestra ciudad cumplió 489 años y al estar tan pronta a llegar a su medio milenio de historia, vale la pena detenernos a pensar verdaderamente qué significa eso de ser ‘caleño’.
En relación con su historia, Santiago de Cali, fue precursora de la independencia junto a las Ciudades Confederadas, quienes un 3 de julio de 1810 declararon su autonomía del Reino de España, 17 días antes del ‘grito de independencia’ en Bogotá. Así mismo, es la tercera ciudad más antigua de Colombia entre las fundadas por los españoles, superada solo por Santa Marta (1525) y Cartagena (1533). Su nombre completo honra al apóstol Santiago, patrón de los conquistadores y en cuya festividad se funda la ciudad, la cual también conserva el nombre indígena del territorio ‘Cali’.
Más allá de un gentilicio, ser caleño es aprender desde niños a abrazar con sinceridad, a saludar con una sonrisa y un fuerte apretón de manos, a iniciar una conversación levantando la ceja y al unísono de un cordial ‘mirá ve’, y a tratar al visitante como si fuera de la casa. Porque cuando el sol cae majestuoso ante los Farallones y tiñe el cielo de naranja intenso, Cali y su Cristo Rey con brazos abiertos nos recuerda que aquí somos bienvenidos todos.
Cali es ritmo. No solo por la salsa que llevamos en la sangre, sino porque vivimos llenos de una energía vital que no se apaga. Cada barrio tiene una fiesta; cada esquina, una canción esperando ser bailada. Como lo han dicho varios escritores, la identidad del caleño se forja y se expresa en el movimiento del cuerpo al son de la salsa, aquí no hay ‘cañaduzal que se esté quieto’ y hasta los florecidos guayacanes bailan.
Y si hablamos de sabor, en Cali, en el comer está el querer. Cali sabe a champús, a lulada con empanada y al mejor ‘pam’ del mundo: a pandebono recién salido del horno. Nuestra gastronomía tiene ese eco del Pacífico que sabe a coco y sofrito. También a un buen sancocho de gallina, capaz de reunir a familia y amigos alrededor del fogón, mientras el cimarrón hace su magia; o a un cholado, ese carnaval de colores que refresca y nos endulza las tardes calurosas. La ciudad se cuenta con recetas, la cotidianidad se calma con antojos y nuestra vida se resume en una mezcla de sabores multiculturales, donde cada plato es una declaración de identidad, y la memoria viva de nuestros abuelos y de los pueblos que confluyen en esta tierra generosa.
Pero lo que realmente hace grande a esta ciudad es su gente. Esa calidad humana que no se aprende en los libros, ni se enseña en la escuela. El caleño es bacán per se, por genética pura y nobleza del alma.
¡Y sí! Tenemos problemas como todas las grandes ciudades, pero también ese talento raro de resistir cantando, de levantarnos con la frente en alto. En estos casi cinco siglos hemos vivido de todo, pero cada historia es una muestra más de nuestra firmeza para seguir adelante y levantarnos con dignidad, incluso ante las crisis más duras.
En este cumpleaños 489 de Cali, recordemos que ser caleño es un privilegio, una identidad que debemos abrazar con orgullo. Que más que señalar lo que nos falta, aprendamos a celebrar lo que somos: Una ciudad viva, apasionada, diversa, que no olvida sus raíces, pero que no deja de moverse y de inventarse hacia un futuro próspero. Porque eso de ser caleño se lleva en el alma. @Juanes_angel
Economista y MBA con énfasis en negocios internacionales. Exsecretario general de la Gobernación del Valle y Privado de la Alcaldía de Cali. Exdirector del Comité Intergremial y Empresarial del Valle. Actualmente, fortaleciendo la economía solidaria desde el Grupo Coomeva. Hincha del Deportivo Cali. Papá de Manolo y Agustín.