Columnistas
Progresar se conjuga en plural
Es doloroso ver cómo algunos actores insisten en polarizar a la sociedad con el único propósito de obtener beneficios personales...

Hace pocos días tuve la oportunidad de conocer al ingeniero de sistemas y empresario Óscar Acevedo, un santandereano que llegó a Cali en 1970 con la intención de quedarse seis meses, pero ya lleva 55 años en nuestra capital.
Me contó una historia que confirma, una vez más, de qué hemos sido capaces los vallecaucanos a lo largo de nuestra historia y cómo seguimos desmontando un paradigma que alguien -o varios- inventaron: la idea de que no podemos trabajar unidos. Se nos compara constantemente con otras regiones bajo esta premisa, y debo confesar que ese argumento me molesta profundamente.
Creo firmemente en lo que hemos logrado y en lo que podemos lograr si dejamos de lado excusas que son más un pretexto que una realidad. Como región, hemos demostrado nuestra capacidad de unirnos para grandes proyectos desde nuestra separación del Gran Cauca en 1910, cuando nos convertimos en un territorio autónomo y demostramos que teníamos todas las condiciones y requisitos para ser departamento.
Pero volvamos a la historia. En 1968, 25 de las empresas más grandes del Valle del Cauca se unieron para fundar el Centro de Información y Cómputo (Cicsa). En esa época, una de las principales necesidades era adquirir un computador Burroughs 3500, pero los costos eran demasiado elevados para que una sola empresa pudiera asumir la inversión. Sin embargo, entendieron que si unían esfuerzos, el proyecto era viable. Así lo hicieron. Y ahí es donde entra en escena Óscar Acevedo, quien llegó a Cali para encargarse de la instalación del equipo y del entrenamiento de los responsables de cada empresa en su uso. Me contó que trabajaban de manera organizada: cada empresa llegaba con su tarjeta perforada para ejecutar procesos como facturación, liquidación de nómina, entre otros.
Este relato, aunque ocurrió hace décadas, sigue siendo una lección valiosa: el verdadero progreso no es individual y solo cuando el bienestar es colectivo, puede sostenerse en el tiempo.
A nivel regional y local, este camino sigue siendo el necesario. Si nos dejamos dividir por egos, ideologías o agendas individuales, será más difícil superar los problemas que enfrentamos como territorio. Es doloroso ver cómo algunos actores insisten en polarizar a la sociedad con el único propósito de obtener beneficios personales, sin pensar que, al final, ninguno de nosotros es tan fuerte como todos juntos.
No podemos permitir que nos dividan. La historia nos ha demostrado que cuando nos unimos en torno a un propósito común, alcanzamos grandes metas. Ejemplos recientes lo confirman: La iniciativa Corazón de Caña, en donde trece ingenios azucareros y 4500 agricultores trabajan juntos por la tierra y las comunidades; o qué decir de las miles de fundaciones, Compromiso Valle y entidades que, cada día, trabajan unidos por el bienestar de nuestra gente desde distintos sectores.
Aristóteles decía que el ser humano es un ‘animal político’, porque solo en comunidad puede alcanzar su máximo potencial. Quizás sea hora de recordar que el progreso de una sociedad no se mide por la grandeza de sus individuos, sino por la capacidad que tienen de trabajar juntos para construir un futuro en común.
El Valle del Cauca y Cali tienen la oportunidad de seguir siendo un referente nacional de colaboración. No por una condición inherente, sino por una decisión consciente y permanente de sus habitantes de construir territorio más allá de las diferencias individuales.
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