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Panamá
Su fortaleza proviene de los servicios financieros, logísticos y turísticos que, junto a la estabilidad fiscal y la seguridad ciudadana, son propósitos colectivos.

Antonio de Roux
7 de abr de 2025, 01:06 a. m.
Actualizado el 7 de abr de 2025, 01:06 a. m.
La inseguridad institucional y física que padecemos ha generado un éxodo notorio de compatriotas, y crece el número de quienes ponen sus ojos en la vecina república de Panamá. Muchos empresarios han trasladado sus domicilios y abundan los que intentan quedarse allá de manera ilegal.
He sentido especial atracción por las dinámicas sociales y políticas de aquel antiguo departamento de Colombia, lo que se explica por los vínculos del afecto: mis abuelos paternos fueron panameños de nacimiento. El abuelo pertenecía a una familia originaria de Francia que recaló en el istmo después de trasegar durante años por el Caribe, incluyendo paradas en Santo Domingo y Jamaica.
La abuela era hija de una dama con ancestros cartageneros y de un caleño militar de carrera que llegó al grado de general. Durante la Guerra de los Mil Días, el personaje se batiría defendiendo la ciudad de Panamá en los combates de La Negra, Corozal y Puente de Calidonia. Tal arrojo era explicable dada la tradición de apego a la institucionalidad propia de su entorno. Su padre, quien también se llamaba José Miguel Guerrero, había sido, junto a Julio Rengifo, delegatario alterno en la Constituyente de 1886.
Es preciso mencionar que Panamá adhirió voluntariamente a la Gran Colombia y su separación solo se materializaría en 1903, como producto de la negativa del Congreso a aprobar el tratado internacional ya firmado con Estados Unidos para la construcción del canal. No hay duda de que la disyuntiva era compleja. Según las cláusulas impuestas por aquel país, se construiría el canal, pero a cambio de ceder a perpetuidad soberanía sobre una parte estratégica del territorio nacional.
Tras aquellos acontecimientos, el nuevo el país comenzó a exhibir atributos como el pragmatismo para organizar y gestionar el Estado; el trámite en armonía de los desafíos sociales; compromiso con la naturaleza y el medio ambiente; espíritu cosmopolita entendiendo que los territorios y el canal tienen vocación de servicio a la humanidad. Lo que debiera desafiarnos es que los habitantes del istmo fueron capaces de construir progreso y bienestar a partir de las instituciones democráticas, el acervo legislativo y las condiciones socioeconómicas que les legamos.
Para ilustrar el punto basta decir que Panamá tiene una población similar a la de Valle, esto es poco más de cuatro millones y medio de habitantes, pero el ingreso per cápita de sus habitantes ronda los 18 mil dólares, mientras que el de nuestro país apenas alcanza unos ocho mil. Algunos creen que la prosperidad proviene del canal, pero esa opinión no se ciñe a la verdad. La vía interoceánica apenas aporta el 7 % del PIB y no tienen petróleo como nosotros. Su fortaleza proviene de los servicios financieros, logísticos y turísticos que, junto a la estabilidad fiscal y la seguridad ciudadana, son propósitos colectivos.
Pero si bien hay progresos en aspectos cruciales como la reducción del desempleo y la disminución de la pobreza, que, según el Banco Mundial, pasó del 48,2 % en 1991 al 12,9 % en 2023, aún quedan grandes desafíos. El primero es mejorar la distribución del ingreso mediante la entrega de más y mejores bienes públicos en materia de educación, salud, empleo y vivienda. El segundo es derrotar la corrupción que allá, como en el resto de América Latina, acecha hambrienta.
Antonio de Roux
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