Columnistas
Nuevos vientos
Vislumbro una industria con muchas décadas de vida por delante, por una sencilla razón: se impondrá la sensatez.
Cuando me entrevistaron para presidir la Asociación Colombiana del Petróleo y Gas, ACP, temían que en pocos años me sedujera el sector público, el periodismo o la academia. Nunca imaginé que estaría nueve años; que la energía fuese tan adictiva y terminase tan comprometido con la industria del petróleo y gas, que hiciera mías las angustias de las empresas afiliadas. Entendí muy pronto que al defender el sector defendía los intereses de Colombia.
3.285 días en los que se garantizó la distribución y el abastecimiento de combustibles y avanzó hacia un mercado más competitivo, se creó la zona franca para costa afuera y una mejor regulación para impulsar el gas, materializó una estrategia social y de desarrollo sostenible, crearon instrumentos para contrarrestar dos crisis de precios, reformó el sistema de regalías y evitó que las consultas populares pulverizaran la industria.
Fuimos testigo de cinco tributarias, la última asfixiante, cientos de iniciativas legislativas contra el sector y la multiplicación de los bloqueos. Vimos enterrar el fracking por temor de sus contradictores a que la ciencia desvirtuara sus argumentos, la revocatoria por twitter de una licencia ambiental que tardó cuatro años en expedirse, un paro que inmovilizó a la industria y al país, y un secuestro catalogado de ‘cerco humanitario’.
Luego de nueve años de trabajo con las empresas del sector y en mayor o menor medida con tres gobiernos y siete ministros, y con un puñado de congresistas serios, podemos afirmar que la industria del petróleo y gas en toda la cadena le ha cumplido al país, que existe una mayor consciencia de los colombianos sobre su importancia, estando dispuestos a defenderla y evitar que la destruyan. Y se cuenta con un gremio fortalecido, sólido en lo técnico, y con carácter.
Gratitud a las compañías que han hecho parte y hacen parte de la Asociación por la confianza y el apoyo, a Ecopetrol y a los otros gremios del sector, y a los profesionales y empleados de la ACP: a los que hicieron y hacen parte de un gran equipo humano por su invaluable labor, los extrañaré. Y a los medios, a periodistas valerosos en lo nacional y en las regiones, que informaron de la industria con rigor; gracias a ellos se derrumbaron varios mitos.
Vislumbro una industria con muchas décadas de vida por delante, por una sencilla razón: se impondrá la sensatez. Es impensable una transición energética justa sin contar con el sector. Pero es urgente darle un impulso a incrementar reservas, so pena de quedarnos sin petróleo, sin gas, y sin transición. Más con proyecciones de producción desoladoras a corto plazo y un marco fiscal que contempla si acaso 500.000 barriles diarios de producción en diez años.
Nos convoca, también, un interés superior: Colombia. La democracia es frágil, igual las instituciones. El nuestro es un país con mil problemas y sí, se requieren cambios. Pero no en contravía de lo que funciona y a la brava. El libre mercado no es un sistema perfecto, pero de ahí a estatizar la educación, la salud, las pensiones, los servicios, la minería y la energía, tampoco. Concierne a todos evitarlo. Otros lo han padecido, no hay tiquete fácil de regreso.
Las tareas de largo aliento no terminan, por eso cerrar ciclos no es fácil. Quizá la vanidad y el miedo nos hacen creer que somos imprescindibles, y nadie lo es. Es hora de entregar la posta. No dudo se acertará en la designación del nuevo presidente y es mi deseo que realice una labor que supere con creces la mía. La industria y el gremio, como el Cutty Sark, el velero británico más rápido de finales del Siglo XIX, que surcaba los mares del sur para llevar té de Shanghái a Londres se favorecerá de nuevos vientos; yo también.