Opinión
Me uno a la esperanza
Me pregunto si eso es lo que queremos los colombianos, destrozar la democracia y sacarnos los ojos…
El artículo en este diario del dr. Carlos Climent es más que una crónica de los niños rescatados en la selva. Nos invita a una reflexión profunda sobre los momentos que estamos viviendo en este país.
“El rescate de estos niños es un llamado de atención a los líderes de ambos extremos (que incluye comunicadores y ciudadanos del común), para integrar un Comando Nacional intachable que ponga a toda Colombia en modo Operación Esperanza”.
La unión del Ejército, más de doscientos hombres que recorrieron miles de kilómetros, liderado por el General Pedro Sánchez y los indígenas conocedores de la selva y “su sagrada espiritualidad”. Wilson y los demás perros adiestrados en búsqueda de desaparecidos, rescatistas de la Defensa Civil, todos dispuestos a entregarlo todo sin desfallecer ante ningún obstáculo, es la prueba fehaciente de que si nos unimos todos, lograremos que este país avance, no solo en alcanzar la paz, sino en mermar la inequidad social, aumentar la presencia del Estado en las regiones más olvidadas y dejar atrás odios, rencores, delincuencia, corrupción y la infinidad de plagas, conductuales que nos dividen cada vez más.
Las famosas ‘marchas’, que se están convirtiendo en demostraciones de rabia, no nos van a llevar a nada… Cada mes sale una apoyando el gobierno y después una rechazándolo. El resultado es más parálisis y polarización.
No me identifico con ninguna. No marcho. No estoy de acuerdo con este pimpón tenebroso. De continuar así nos veremos abocados a más violencia, más sangre y más anarquía.
Me monto en el Tren de la Operación Esperanza. Solamente unidos es posible un cambio. No es mostrándose los dientes en las calles ni con pancartas rabiosas en las que priman mensajes del cerebro primitivo y reptiliano, muy lejos de la cordura.
Las extremas son igualitas. Peligrosas. Totalitarias. Me pregunto si eso es lo que queremos los colombianos, destrozar la democracia y sacarnos los ojos… Estamos a un tilín de hacerlo.
El amarillismo de algunos medios, la pontificación de algunos columnistas que creen poseer la verdad revelada, los twitteros que vomitan hiel, los ‘influencers’ sacados del sombrero de un mago llenos de un ego inflado y una ignorancia supina. Creo que no se han leído ni El Pato Donald, porque no lo entenderían.
Emociones desbocadas, rabias acumuladas, frustraciones personales son el común denominador. Y ni a tarascazo limpio ni enseñándose los dientes se logra nada.
Tanto el Presidente Petro y su equipo de gobierno como sus opositores fanáticos, tienen el deber sagrado de hacer un alto en el camino. Este país no puede más con estos encontronazos, soberbios, a ver quién puede más. Estamos cayendo en una especie del esquizofrenia colectiva que nos está chupando a un lodazal sin fondo.
Basta ya. La unión es la única esperanza. Subámonos a ese tren, para poder lograr salir ilesos de esta selva de mentiras, acusaciones, promesas falsas, delirios de grandeza, enredados todos en matorrales tóxicos y venenosos…
Dejémonos rescatar por el Comando de la Esperanza, tomémonos de la mano y mirémonos a la cara. Abramos el corazón a la sensatez y al amor… De lo contrario nos mereceremos lo que se viene: un tsunami de odio y terror. ¿Esos destrozos es lo que queremos dejarles a las generaciones futuras? ¿Algún día podremos mirar más lejos que nuestros propios ombligos?
No más racismo, estigmatizaciones, clasismos. Todos somos colombianos, hermanos de patria. Creo en Colombia. Creo que todos podemos poner un grano de arena y sensatez. Humildad y cordura. Tampoco es mucho pedir.
Posdata. Gracias, Carlos Climent, por esta invitación a la unión y a la cordura.