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Gobernar con la mente en orden

Reconocer la salud mental no contradice la autoridad; la fortalece al mejorar decisiones bajo presión.

2 de febrero de 2025 Por: Álvaro Benedetti
Álvaro Benedetti
Álvaro Benedetti | Foto: El País

El ejercicio del poder es, por naturaleza, un terreno exigente, donde las decisiones se toman bajo la presión del tiempo, las expectativas públicas y las consecuencias impredecibles. Más allá de las estructuras políticas y los recursos estratégicos, hay un factor esencial y frecuentemente ignorado: la estabilidad emocional y la salud mental de quienes gobiernan o lideran grandes organizaciones. La historia demuestra que la falta de ecuanimidad ha resultado desastrosa, mientras que su presencia ha permitido superar crisis con sensatez. Este asunto exige reflexión, no solo porque afecta a las figuras de poder, sino porque sus implicaciones impactan profundamente en las sociedades y las organizaciones que dirigen.

En la biografía de Abraham Lincoln, marcado por una profunda melancolía, se evidencia cómo la salud mental influye en el liderazgo. Durante la Guerra Civil enfrentó no solo la división del país, sino también sus propias luchas internas. Su introspección, combinada con una imparcialidad excepcional, le permitió sortear momentos de extrema dificultad. Aunque sus dilemas persistieron, esa estabilidad emocional lo ayudó a tomar decisiones históricas, como la Proclamación de Emancipación, con una responsabilidad que trascendió el cálculo político. En su caso, los conflictos internos no fueron un obstáculo, sino una fuente de profundidad y humanidad en su gobierno.

En contraste, la falta de estabilidad emocional puede tener efectos devastadores. El Gobierno de Nicolás II de Rusia es un ejemplo paradigmático. Incapaz de afrontar las complejidades de un mundo en transformación y presionado por múltiples frentes, el último zar reaccionó con indecisión y reactividad en momentos críticos. Su inestabilidad emocional alimentó una cadena de decisiones erradas, desde la implicación en la Primera Guerra Mundial hasta la represión interna, acelerando la caída de la monarquía y el ascenso de un régimen radical. Este caso ilustra cómo las tensiones internas de un líder pueden desbordarse en crisis nacionales.

El poder no se limita al ámbito político. En el mundo corporativo los directores ejecutivos enfrentan presiones similares, donde el sentido común resulta igualmente vital. Indra Nooyi, durante su mandato como CEO de PepsiCo, implementó la estrategia ‘Desempeño con Propósito’, enfocándose en ofrecer productos más saludables, reducir la huella ambiental y atraer y retener a un equipo diverso. Bajo su liderazgo, los ingresos de la compañía se duplicaron, demostrando que un liderazgo equilibrado y reflexivo puede impulsar la innovación y el éxito en entornos corporativos desafiantes.

Hoy, tanto en lo público como en lo privado, los líderes enfrentan un entorno que exige respuestas rápidas, con frecuencia en detrimento de la reflexión. Reconocer la salud mental no contradice la autoridad; la fortalece al mejorar decisiones bajo presión. La historia y la actualidad confirman que no es un asunto privado en el poder: la ecuanimidad de un líder determina no solo su bienestar personal, sino también el destino de las instituciones y las comunidades que dependen de él.

Para Colombia, la pregunta de fondo no es saber ¿en dónde estaba Petro?, sino si, como sociedad, aprenderemos alguna vez a subordinar la pasión, el dogmatismo y la violencia, para tomar decisiones racionales sobre nuestros líderes, ahora que aún podemos hacerlo libremente.

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