Columnistas
Adiós, Piedad
Piedad desmintió reiteradamente semejante esperpento, pero el daño ya estaba hecho y ambas fueron víctimas del odio visceral
Piedad, estás ya en el reino de la luz, libre de tus atormentadores, donde no hay dolor, ni odios, ni rencores.
Conocí a Piedad Córdoba en el Foro Mundial de la mujer en 1995. Me sorprendió su belleza colombiana, una morena mestiza. En ese momento era la primera mujer afro del Congreso, ya en ese entonces practicaba la ética del cuidado, que como mujer la llevó a querer abogar por los secuestrados y servir de intermediaria para su liberación. Su discurso era en defensa de las minorías negras y de la gente más desfavorecida. En los 90 compartió con Yolima Espinosa y Guillermo Ángel, la dirección Nacional del Partido Liberal, cuyas ideas nunca abandonó.
Era amiga cercana de Ingrid Betancourt y juntas, como se estilaba en ese momento histórico, fueron al Caguán a hablar con los de las Farc y con ellos celebraron la viagra que Ingrid repartía y por eso pensó que eran sus amigos, pero después, no solo la secuestraron, sino que la tuvieron en un cautiverio inhumano durante más de seis años.
En los secuestros siempre incomprensibles, ¿”Por qué a mí”? Hay chivos expiatorios; el presidente Pastrana no llevó a Ingrid en el avión presidencial. Un exempleado de Piedad, preso por injuria y calumnia, seguro contratado por los enemigos de ella, se prestó para dar declaraciones en su contra. Me atrevo a decir que Ingrid se enteró de que una persona muy cercana había abogado para que no la liberaran. Recuerdo esa entrevista, fue un periodista malvado cuya tendencia amarillista la aprovechó para sembrar la cizaña y la enemistad entre Ingrid y Piedad. Posteriormente, Piedad desmintió reiteradamente semejante esperpento, pero el daño ya estaba hecho y ambas fueron víctimas del odio visceral que algunos políticos desarrollan cuando están en el poder del estado patriarcal.
Entrevisté a Piedad varias veces, era una cajita de música y la bondad brotaba por sus poros. Una vez con la madre de Sigifredo López, cuando este fue el único sobreviviente de la masacre de los diputados, ella hizo lo que pudo y a Sigifredo lo liberaron. Uribe la llamó para que abogara por los secuestrados a través de Hugo Chávez, con quien Uribe hablaba a menudo y así se logró la liberación de cinco personas.
Piedad pisó muchos cayos de algunos patriarcas poderosos y quizá por eso el gran inquisidor la destituyó como senadora en el 2010 por supuesta colaboración con las Farc. Cargos desmentidos, inclusive después de su fallecimiento por Pastor Alape.
La llamé nuevamente cuando fue elegida senadora en la lista cerrada del Pacto Histórico, pero me dijo que no se sentía con ánimo y me contó que más que cualquier ataque y la persecución reiterada, lo que más le dolía era haber perdido la amistad de Ingrid Betancourt y de Yolanda Pulecio por un chisme barato.
Hoy nos queda el recuerdo de una gran mujer, una mujer que en su esencia practicó la ética del cuidado, que es lo que necesita el mundo para vivir en paz.