El pais
SUSCRÍBETE

Cultura

Mario Vargas Llosa en Cali: recuerdos, anécdotas y polémicas de cuando el “gran Jefe Inca” visitó la Sucursal del Cielo

En 1974 y 1999, el escritor peruano pasó por nuestra ciudad, despertando admiración y generando debates en la cultura caleña.

Mario Vargas Llosa
"No creo que volvamos a tener un escritor así de notable como Vargas Llosa, que haya ganado todos los galardones habidos y por haber”, expresó Gustavo Álvarez Gardeazábal. | Foto: AFP

Luis Carlos Bermeo Gamboa Bermeo

20 de abr de 2025, 01:28 a. m.

Actualizado el 20 de abr de 2025, 07:09 p. m.

I. El congreso de escritores

Delgado y de traje, o con chaleco y sin corbata, con el cabello negro, corto, liso y amansado hacia el lado izquierdo, el rostro afeitado de forma impecable y la nariz soberbia de cóndor andino sobresaliendo, así podemos reconocer a Mario Vargas Llosa en las pocas fotografías que se conservan de su visita a Cali en agosto de 1974, cuando llegó como invitado al primer Congreso de Literatura Hispanoamericana, organizado por la Universidad del Valle y el Museo La Tertulia.

Tenía 38 años y acababa de publicar su cuarta novela ‘Pantaleón y las visitadoras’ (1973), un giro más festivo y humorístico a su narrativa, después de consagrarse —antes de los cuarenta— como uno de los primeros escritores de Latinoamérica y España, con libros —que podrían considerarse más serios— como ‘La ciudad y los perros’, ‘La casa verde’ y ‘Conversación en La Catedral’. Además, en 1971 había publicado su minucioso ensayo ‘Historia de un deicidio’, dedicado a la obra del que —por esos días— aún era su amigo, el colombiano Gabriel García Márquez, el mismo que en los buenos tiempos lo llamó “el gran Jefe Inca”.

Mario Vargas Llosa
Desde la izquierda: Gardeazábal, Mario Vargas Llosa, José Miguel Oviedo y Fernando Alegría. Cali, 1974. | Foto: Congreso de Literatura Hispanoamericana / Univalle

Sin duda, Mario Vargas Llosa no era un desconocido para mediados de los 70, “pero tampoco era un divo”, como dice Gustavo Álvarez Gardeazábal, quien dirigió el evento y, además, se desempeñaba como profesor de la Facultad de Filosofía y Letras de Univalle.

El escritor vallecaucano tenía 28 años y ya empezaba a ganarse su puesto en las letras colombianas, solo en 1972 había publicado su novela ‘Cóndores no entierran todos los días’, recibida con buenas críticas, y para 1974 también publicó ‘El bazar de los idiotas’. Al mismo tiempo, estaba en contacto con una generación de nuevos escritores en todo el continente, cuyas obras leía y enseñaba con entusiasmo a sus alumnos.

Pasados 51 años de aquello, y a pocos días de la muerte de Mario Vargas Llosa, ocurrida el domingo 13 de abril, Gardeazábal recuerda que “la idea de crear este evento no era más que elevar el nivel cultural de la ciudad y que empezara a sonar afuera, que la Universidad del Valle y El Museo La Tertulia, donde se realizó el Congreso, comenzarán a tener prestigio por propuestas modernas y de vanguardia en lo referente a las corrientes artísticas de Latinoamérica”.

De modo que para el primer Congreso de Literatura Hispanoamericana apuntó alto, así logró reunir un grupo de escritores y escritoras que, como él afirma, “nunca se ha vuelto a igualar en la historia de Cali”.

Gardeazábal recuerda cómo fue la primera visita de Mario Vargas Llosa a Cali | El País Cali

Durante tres días, Cali acogió a casi 70 escritores, entre los que destacaban el mexicano Agustín Yáñez, los argentinos Gudiño Kieffer y Antonio Di Benedetto, las brasileñas Clarice Lispector y Bella Josef, los chilenos Jorge Edwards y Fernando Alegría, y los peruanos José Miguel Oviedo y Mario Vargas Llosa. En los años siguientes, participarían otros escritores como el español Camilo José Cela, el argentino Manuel Puig, y el mexicano Juan Rulfo.

En agosto de 1974, “sin internet y sin llamadas telefónicas, porque las internacionales eran muy costosas”, era una proeza traer a estos escritores. “A Vargas Llosa lo convencí con correo de babas, enviándole cartas en esos sobres que tenían un borde donde uno le pasaba la lengua y lo cerraba, y luego con las estampillas hacía lo mismo, para poderlas depositar en el buzón”, cuenta Gardeazábal.

“Les dimos pasajes, hospedaje y alimentación, además, a todos les pagamos por igual los honorarios”, aclara.

Pero, muchos años después, Gardeazábal habría de descubrir que su evento estuvo a punto de fracasar —según su versión— por influencia de nadie menos que Gabriel García Márquez, y fue Vargas Llosa el que contrariando los deseos de su amigo, aceptó venir a Cali.

“Estoy muy agradecido con el respaldo que él me brindó en ese momento, yo no lo sabía entonces, pero las conspiraciones políticas, de las que yo no hacía parte, estaban interfiriendo, y García Márquez no quería que se hiciera un evento organizado por la Universidad del Valle, que había sido financiada con capital de los Rockefeller. Por eso, me di cuenta, habló con varios escritores que yo había invitado, para que se negaran, pero no le funcionó”, sostiene Gardeazábal. “Uno de los que tuvo miedo fue José Lezama Lima, que no participó. Pero, al final, no solo vino Vargas Llosa, que ya tenía sus diferencias políticas con García Márquez, también Jorge Edwards, que era su íntimo amigo”, agrega.

Vargas Llosa y García Márquez, aunque no habían roto del todo su amistad, ya se encontraban en extremos opuestos del mapa ideológico, sobre todo desde que el escritor peruano se desvinculara de la Revolución Cubana en 1967, tras conocerse el injusto encarcelamiento del poeta Heberto Padilla por parte del régimen de Fidel Castro. García Márquez, por su parte, continuó defendiendo el gobierno dictatorial de la isla caribeña, siendo amigo íntimo de Castro hasta sus últimos días.

Entre los hechos curiosos que ocurrieron en aquellos tres días, mientras Vargas Llosa estuvo en Cali, fue la circulación de una carta abierta en la que varios escritores de izquierda y afines con Cuba, afirmaban que el Congreso de Literatura Hispanoamericana estaba financiado por la CIA.

“Esa carta sí existió y fue una táctica de García Márquez para sabotearme a mí, que en esa época no era nadie en política, si acaso en literatura. Decían que estábamos patrocinados por la CIA, cuando era claro que los recursos salieron de la Industria de Licores del Valle”, se defiende Gardeazábal.

La escritora Carmiña Navia, que en ese momento era profesora de la Universidad San Buenaventura de Cali, asistió al Congreso de Literatura Hispanoamericana, donde conoció a Vargas Llosa, “que apenas empezaba a ser valorado por el gran público”.

Mario Vargas Llosa
Vargas Llosa junto a Carmiña Navia, fotografiados en 1974, en el marco del Congreso de Literatura Hispanoamericana de Cali. | Foto: Cortesía Carmiña Navia

Navia reconoce que había polémica entre los pro-cubanos y los sectores más conservadores del medio cultural, “vino gente de diferentes partes del país, un grupo de escritores de izquierda que se llamaba Punto Rojo y otros de diferente tendencia, como Los Lopardos de Ibagué, también estuvo Isaías Peña Gutiérrez, pero nunca llegaron a enfrentamientos fuera de lo intelectual”.

Darío Henao Restrepo tenía 19 años y era estudiante de Literatura en la Universidad del Valle, “Gardeazábal era nuestro profesor y nosotros asistimos al Congreso entusiasmados por escuchar a estos escritores que estábamos leyendo, el prestigio que tenía Vargas Llosa en ese momento era como el escritor de ‘La ciudad y los perros’, y de sus cuentos de ‘Los jefes’, que conectaban bastante con los jóvenes”, recuerda.

“Para los círculos literarios de la ciudad, fue valiosa su presencia, pero, en general, la primera visita de Vargas Llosa no tuvo mayor resonancia pública, como sí ocurriría en 1999, cuando regresó”, apunta Navia.

Como director del Congreso de Literatura Hispanoamericana, Gardeazábal debía estar resolviendo mil asuntos relacionados con el evento y supervisando la programación, por lo que, no estuvo todo el tiempo con el escritor peruano, así que algunos episodios son hasta el día de hoy un misterio. Como lo que realizó durante unas dos horas con un grupo de damas de la clase alta caleña.

“En aquellos años existía una revista de señoras intelectuales que se llamaba Vivencias, hablo de cuando La Tertulia estaba dirigido por Maritza Uribe de Urdinola, y ellas me encontraron con Vargas Llosa y lo sonsacaron. Prácticamente lo secuestraron por unas horas, yo no sé adónde bebieron, qué comieron, qué hicieron, pero fue una de las aventuras gloriosas que a él le hacían sonreír cuando rememoraba Cali en nuestros encuentros posteriores”, declara el escritor tulueño.

II. Un premio de los caleños

Entre el 15 y 25 de septiembre de 1999, se realizó el IX Festival Internacional de Arte, que tuvo como lema “Alas de esperanza”, organizado por Proartes y bajo la dirección de Amparo Sinisterra de Carvajal. Este otro magno evento desaparecido, como el Congreso de Literatura Hispanoamericana, propició el regreso de Mario Vargas Llosa a Cali, donde recibió el Premio Jorge Isaacs, que estaba acompañado de 30.000 dólares (60 millones de pesos para la época), en reconocimiento al conjunto de su obra.

En esta ocasión, Vargas Llosa acudió bajo todos los reflectores locales y nacionales. En entrevista con El Tiempo afirmó que estaba “muy contento. Estuve hace muchos años (en Cali) y me hace ilusión regresar y espero que la ciudad continúe tan hermosa como antes”.

Mario Vargas Llosa
Desde la izquierda: Amparo Sinisterra de Carvajal, Darío Henao Restrepo, Mario Vargas Llosa y Fernando Cruz Kronfly, el 16 de septiembre de 1999 en Cali. | Foto: Cortesía Darío Henao Restrepo

Sobre la literatura colombiana, respondió que su relación empezó con “La María de Isaacs, que leí cuando andaba todavía en pantalón corto. Y con el correr del tiempo he ido reafirmando mi convicción de que es una de las más vigorosas de América Latina”.

A sus 53 años, manteniendo su pulcritud y sin ocultar sus canas, habiendo ganado, entre muchos otros, los premios Príncipe de Asturias de las Letras (1986) y el Cervantes (1994), Vargas Llosa procedía como un sabio al que la literatura había enseñado “la verdad de las mentiras”, era un mito viviente de las letras latinoamericanas, que mientras esperaba su Nobel de Literatura para demostrar su universalidad —tardaría 11 años en recibirlo—, no podía desaprovechar el ofrecimiento de los caleños.

De acuerdo con los medios que registraron su visita, el escritor peruano llegó el 15 de septiembre para la apertura del Festival de Arte. El mismo día recibió el Premio Jorge Isaacs de manos de Amparo Sinisterra y del expresidente Belisario Betancur, en una ceremonia dentro de la Casa Proartes.

Más tarde, Vargas Llosa dio una conferencia titulada ‘Fantasía sediciosa’, en el gran auditorio del Centro Cultural de Cali, que estuvo a lleno total, con más de 300 personas presentes.

Entre el público estuvo Leonardo Medina Patiño, quien tenía 22 años y estudiaba Derecho en la Universidad Libre. “Yo asistía al taller literario de mi universidad, allí me enteré que Vargas Llosa daría una conferencia, y aunque no había leído mucho de su obra en ese momento, todos los que teníamos un interés en la escritura sabíamos que era un maestro al que debíamos escuchar”, rememora.

Y comenta que, “su conferencia sobre el poder sedicioso de la lectura me cautivó, porque en el Derecho colombiano existe el delito de sedición por rebelarse a la autoridad, y la forma en que planteaba que un acto tan simple como leer podía ser el germen de una rebelión me impactó mucho. En adelante lo empecé a leer con mayor intensidad y me identifiqué con algunas de sus novelas”.

Al día siguiente, en horas de la mañana, Vargas Llosa participó en una “teleconferencia en directo” por el canal regional Telepacífico, durante la que dialogó con los escritores Fernando Cruz Kronfly y Darío Henao Restrepo que hicieron lo posible para debatir algunas ideas, mientras los interrumpían con preguntas de los televidentes que llamaron a las líneas telefónicas del estudio de grabación. Siete personas llamaron en un lapso de 50 minutos, los tres escritores apenas alcanzaron a conversar.

Mario Vargas Llosa
Los dos escritores locales y el peruano, sentados en el set de grabación, duranta la teleconferencia en directo que se transmitió por Telepacífico. Los televidentes tuvieron la oportunidad de llamar y hacer preguntas. | Foto: Cortesía Darío Henao Restrepo

Sin embargo, Vargas Llosa invitó a Darío para que los acompañara a él y a su esposa, Patricia Llosa, al Centro Comercial Chipichape donde querían comprar libros y música colombiana. “Tenían a su disposición un Mercedes Benz con conductor para que los llevara donde quisieran”, recuerda el hoy decano de la Facultad de Humanidades de Univalle.

En el recorrido, descubrieron que admiraban la literatura brasilera, algo que los unió por encima de las posiciones políticas. Cuenta Darío que aprovechó para mencionarle a Vargas Llosa que “asistí a sus conversatorios durante el Congreso de Literatura Hispanoamericana del 74, lo que nos llevó a hablar de Gardeazábal”.

El escritor manifestó a Darío su interés por comunicarse con Gardeazábal, quien para ese momento estaba recluido en la Escuela de Policía de Tuluá, mientras su proceso judicial se resolvía. “Conseguí el número de Gustavo y lo llamamos de mi celular, Vargas Llosa se mostró muy preocupado por la situación de Gardeazábal y lo alentó a no desfallecer, aclarándole que esta situación lo fortalecería. Hablaron como 10 minutos, al terminar me agradeció y me dijo conmovido: ‘Yo quiero y admiro mucho a Gustavo’”.

El mismo Gardeazábal complementa esta anécdota: “Él quiso visitarme y le pidió a Amparo Sinisterra que lo llevara a la Escuela de Policía de Tuluá, donde me tenían detenido. Él hizo los arreglos y yo estaba esperándolo, pero de pronto cancelaron. A los días me enteré que Belisario Betancur le había aconsejado que no me fuera a visitar. Algo que él después me confirmó cuando nos encontramos en un Hay Festival, y yo se lo agradecí, porque yo no era amigo de él. Era simplemente un tipo que lo había atendido alguna vez, pero su deseo de defender la libertad lo animó a apoyarme”.

III. El amante peruano

La vida amorosa de Mario Vargas Llosa es un melodrama truculento, lleno de escándalos y enredos, digno de cualquier telenovela latinoamericana. De hecho, para 1981, en Colombia se produjo ‘La tía Julia y el escribidor’, una adaptación para televisión con Gloria María Ureta y Víctor Mallarino como los protagonistas.

En 1955, cuando Vargas Llosa tenía 19 años, se casó con Julia Urquidi, una hermana de su tía política por el lado materno que, además, era 10 años mayor que él. Julia se divorció de su primer esposo y a los pocos días contrajo matrimonio con Vargas Llosa. De esta relación, el escritor partiría para escribir ‘La tía Julia y el escribidor’, novela de 1977.

La relación fue un escándalo en la sociedad peruana, por lo que, Mario y Julia terminarían trasladándose a Europa. Sin embargo, para 1964, se divorciaron. Solo un año después, Vargas Llosa se casó con su prima Patricia Llosa Urquidi, sobrina materna de su primera esposa.

Mario Vargas Llosa
Mario Vargas Llosa y Patricia Llosa estuvieron casados por más de 50 años, se divorciaron en 2016, aunque al final se reconciliaron. | Foto: AFP

En su novela ‘Los genios’ (2023), Jaime Bayly resume de forma magistral la situación marital de Vargas Llosa en aquel momento: “Se habían enamorado en París, cuando Patricia tenía quince años y Mario, con veinticinco, aún estaba casado con su tía política Julia Urquidi, hermana de Olga Urquidi, la madre de Patricia. Es decir que la madre de Patricia, Olga Urquidi, había sido tía de Mario, y luego su cuñada, y finalmente su suegra: Mario se había casado primero con su hermana Julia y después con su hija Patricia”.

Y así remata: “Increíblemente, Olga y Lucho, padres de Patricia, suegros y tíos de Mario, habían asistido a la boda entre los primos hermanos, pues creían que Mario era un genio y como todo genio estaba un poco loco, pero era un genio bueno, un loco de buen corazón, y por eso lo querían sin reservas, a pesar de los escándalos, los chismes, las habladurías: ¡ya sólo falta que Vargas Llosa se case con su hermana, menos mal que no tiene hermana!”.

Con Patricia tendrá sus tres hijos: Álvaro, Gonzalo y Morgana, y sostendrá la relación más larga de su vida, no exenta de contrariedades, como breves separaciones y un divorcio definitivo en 2016. No obstante, Vargas Llosa siempre reconoció el apoyo de Patricia en su carrera, como lo dijo públicamente al recibir el Premio Nobel en 2010, y dedicándole su última novela —de redundante— título ‘Le dedico mi silencio’, publicada en 2023.

Ahora bien, de acuerdo con algunos expertos y amigos íntimos de Vargas Llosa y García Márquez, sería Patricia la mujer causante del famoso puñetazo en la cara que el peruano le asestó al colombiano en 1976, dando por terminada para siempre su amistad.

Justamente, Bayly recrea este episodio en su novela, aclarando que parte de la realidad, pero mucho de lo narrado queda en el terreno de la pura especulación. “¡Esto es por lo que le hiciste a Patricia!”, le grita Vargas Llosa a García Márquez después de derribarlo de un golpe.

En la novela, al parecer, por vengarse de un amorío que Vargas Llosa estaba teniendo con una joven modelo peruana, por la que estaba a punto de abandonar a su familia, Patricia había recurrido por consejo adonde Gabriel y Mercedes, que vivían en Barcelona.

En esa visita, la joven esposa y madre herida, de 29 años, en medio de copas, parece que terminó por insinuársele a García Márquez, quien no llegó muy lejos... Pero, según la ficción de Bayly, Patricia se lo contó a su esposo para herirlo en su ego. Patricia y Vargas Llosa superaron aquel difícil momento, aunque sacrificando una amistad legendaria.

Sería para 2015, cuando Vargas Llosa, de 79 años, y separado de Patricia, volvería a causar escándalo al empezar un noviazgo con Isabel Preysler, reconocida figura de la aristocracia española, exesposa de Julio Iglesias, que para ese momento tenía 64 años.

Contrario a todas las críticas que Vargas Llosa hizo a la sociedad del espectáculo, en uno de sus libros más leídos, en sus últimos años fue comidilla de la farándula europea como cualquier celebridad de la televisión.

Su romance con Preysler terminó en 2022, momento en que Vargas Llosa buscó reconciliarse con Patricia, quien de acuerdo con Bayly lo perdonó, porque el escritor murió en el apartamento de Barranco en Lima, el primer hogar propio que tuvo y que cedió a Patricia tras el divorcio.

Mario Vargas Llosa
Isabel Preysler fue el último gran amor que tuvo el escritor peruano en su vejez, cuando ya superaba los 70 años. Estuvieron juntos por 7 años. | Foto: Getty Images via AFP

Volviendo a los recuerdos de Gardeazábal, de los días que pasó Vargas Llosa en Cali durante 1974, el escritor colombiano afirma que prestó su apartamento al escritor para que llamara a una mujer joven de la que se había enamorado, y no era su esposa.

Al parecer, esta mujer sería la modelo peruana que Vargas Llosa conoció durante un viaje en barco, la misma que describe Bayly en su novela y la identifica como Susana Díez Canseco, que puede ser solo un nombre ficticio. Pero, Gardeazábal, agrega algo más que no está en la novela, pero resulta tan sorprendente como la ficción.

Según Gardeazábal, “pasado un tiempo, cuando nos volvimos a encontrar, le pregunté a Vargas Llosa, ‘¿Qué fue de esa novia que vos tuviste?’ Y me dijo: ‘No podíamos llegar a nada. Tú sabes que yo estuve enamorado de mi tía, luego de mi prima. Pues resulta que averiguando de ella resultó ser una hija de mi papá. Esa es la maldición de mi vida’. Yo a eso lo llamo endogamia, para que no suene pecaminoso, pero es que él era único”.

Luis Carlos Bermeo Gamboa Bermeo

Periodista y escritor, entre sus publicaciones destaca el volumen de ensayos ‘Libro de las digresiones’. Reportero con experiencia en temas de cultura, ciencia y salud. Segundo lugar en los Premios Jorge Isaacs 2022, categoría de Ensayo.

Regístrate gratis al boletín de noticias El País

Descarga la APP ElPaís.com.co:
Semana Noticias Google PlaySemana Noticias Apple Store

Te puede gustar

AHORA EN Gaceta