ANDRÉS CAICEDO
"Espero, sin desesperar del todo": la carta inédita que Andrés Caicedo envió a su hermana
Durante una revisión y catalogación del archivo de Andrés Caicedo: libros, manuscritos y discos, que reposan en manos de su hermana Rosario, se encontró una carta inédita del escritor caleño no incluida en su volumen de correspondencia.
Sobre el hallazgo de este documento, explica Rosario Caicedo:
Primero que todo, debo decir que esta carta es supremamente importante, porque es la última carta que Andrés me escribió a mí, dos meses antes de su suicidio. Allí se puede ver que él ha puesto la fecha mal. Pone del año 76 y, en realidad es del 77. Apenas había empezado el año y él estaba acostumbrado a poner 76. Para mí fue una gran alegría el descubrir esta carta mientras organizábamos mi archivo personal con Jefferson Ospina en diciembre del 2022.
Lo que a mí más me impresionó de la carta, es lo optimista que está él sobre ese año 77, me dice que va a ser un año muy importante. Dice, “espero, sin desesperar del todo, una retahíla de buenos buenos días”.
Cali, enero 9, 1977
Querida Rosarito:
Unas líneas de urgencia, para consignar, en primer lugar, mi gran alegría ante tu inminente visita, y para contradecir los motivos de sufrimiento (si no infundados, sí pasajeros) de mi carta pasada. Yo recibí la tuya hace pocos días, y quiero informarte, para nuestra tranquilidad, que no fue sino terminar la redacción de mi carta para que empezara un nuevo periodo (revitalizador, fuertísimo) de mi relación con Patricia. Ella estuvo aquí durante el diciembre y ahora hacemos planes para que se venga a vivir a Cali, pues nos podemos herir y todo, pero lo que ya está supercomprobado es que no podemos vivir separados: se me hace que todos son síntomas de un amor grande e importante, y me preocupa un poco que estés conformando una impresión falsa de Patricia, o que estés prevenida con ella, y que este sentimiento vaya a influenciar tu modo de ser cuando te conozcas con ella (cosa que me entusiasma enormemente), pues te lo advierto: si ella se da cuenta que no la quieres o algo semejante, se muere.
Espero, asimismo, que no le vayas a comentar a mi mamá nada de lo que yo te contaba en mi carta.
Puede haber pasado todo lo que quieras pero lo cierto es que cuando ella se ha portado mal conmigo, es porque yo me lo he buscado (ya me conoces y sabes cómo soy de difícil) e inclusive aquí en Cali la hice sufrir mucho una noche que me vio con Clarisol: Patricia siempre ha sido muy buena con ella, mientras que Clari es feliz haciéndole dar celos; y ahora ambos tenemos la ilusión de vivir de nuevo juntos (aquí en Cali las cosas son muy distintas) y yo he sacado un apartamento en toda la Av. Sexta, por allí por San Judas, y cuento los días y las horas que me separan de mi amor, y ella va a trabajar con Danilo y yo en publicidad, con Hernán, más lo que me dé el cine club, que cada día se pone mejor.
Así, no puedo decir que estoy feliz (ese estado sólo se alcanza en los sueños), ni tampoco conforme, pero por lo menos no sufro en carne viva y estoy contento de que ya se acabó el 76, el peor año de mi vida, y estoy seguro de que en este año todo me irá bien. Patri no quiere quedarse en Bogotá, no le gusta, y yo aquí no tengo a nadie, ni me interesa alternar mis días con otra persona que no sea ella. Así que espero Rosarito que te vas a portar muy bien con ella, que es como una niña chiquita, y que se van a hacer muy amigas: yo le he hablado mucho de ti y ella está muy ilusionada en conocerte y aquí en la casa la quieren mucho pues ante ella uno no puede hacer otra cosa sino quererla.
Te informo que el problema de la entrevista con Andrew L. Oldham quedó solucionado, y que ya he transcripto la mitad de la entrevista, unas 14 páginas, y el material está de lo más interesante, y mañana mismo le doy parte de ello a El Pueblo; he seguido escribiendo para ese diario, y hoy apareció un artículo mío (y de M. Marías) sobre el cine del 76, que te adjunto con esta carta: espero que lo encuentres interesante, aunque las razones mayores de mi inmenso gusto por la última película de Penn no las encontrarás allí sino en el próximo número de Ojo al Cine, que saldrá para este de febrero. Me cayó en gracia tu comentario sobre la película en tu pasada carta: la viste por segunda vez y te pareció peor. A mí me parece que, justamente, la repugnancia de Marlon Brando es el mejor homenaje que se le ha podido hacer a ese gran actor, y que la violencia de la cinta es absolutamente inaudita y de franca “toma de partido”; pero no te preocupes: tu pensamiento es compartido por casi toda la crítica. No creo que exista un fanático tan incondicional ante ese film como yo. En fin.
Ojalá que me puedas regalar los libros de los discos de Bill Eyman: ¿de veras se consiguen? Y por favor, el guion de The Missouri Breaks, que sé existe en paperback. Ahora, justamente, intento escribir mi crítica al film, pero echo de menos una nueva visión, ya que todas las veces que me he acercado a él no lo he hecho en buena forma ni espíritu crítico, pues no he hecho otra cosa que disfrutarlo, absolutamente todo. ¿Será que me estoy volviendo cada vez más perverso para los gustos?
Me encanta todo lo que me ofreces y por favor: cualquier cosa que tenga la insignia (la lengua de la diosa Kali) de los Stones: un collar, una pulsera, una camiseta (para mí y para Patricia), pero fíjate bien que sea la auténtica (pues las imitaciones traen mala suerte), comparándola con el logotipo de cualquier disco o publicación. Y, si puedes, alguno de los discos piratas (blancos) que tanto abundan en New Haven.
¿Y qué de tus planes, Rosarito? Imagino (no con mucho entusiasmo) que la visa de residentes los alejará cada vez más de nuestro país, ahora precisamente que el trabajo aquí se hace más necesario. Pero yo no te voy a dictar unas reglas ni unas normas de conducta, aún menos cuando cada vez estoy más convencido de que la actividad cultural en Colombia no se agradece, de que es muy difícil sobrevivir dedicándose a ella, y que el arte no lleva a otra recompensa que no sea el extravío y la pérdida del alma y la deterioración del pobre cuerpo. He leído casi sin disgusto los últimos libros (“reaccionarios”) de G. Cabrera Infante, y en uno llamado Exorcismos de esti(l)o afirma que la literatura nacional sería, tal vez, mejor, de contar con menos libros y más suicidas, aunque fueran fallidos. En este libro se encuentra, también, el mejor poema que he leído en años:
“Ay, José, así no se puede!
Ay, José, así no sé!
Ay, José, así no!
Ay, José, así!
Ay, José!
Ay!".
Yo hago mi recopilación de artículos sobre cine para un libro que me publicará Colcultura y espero, sin desesperar del todo, una retahíla de buenos buenos días.
Te abrazo desde la distancia y espero tu llegada; no pienses nada malo de Patricia: ella es lo mejor que yo he podido conseguir, aunque, tú sabes, todo hombre desearía matar al objeto que ama. Te pido que seas querida con ella y que la llegues a apreciar verdaderamente.
Te quiere,
Andrés