Cultura
Ella es Nathalia Velasco, la mujer que convierte el arte y la naturaleza en una herramienta de autoconocimiento y transformación personal
La fundadora de Simoné, una agencia educativa, se ha propuesto promover y propiciar experiencias educativas para empresas a través de prácticas artísticas que estimulan la creatividad y fomentan el desarrollo profesional.

Una corriente artística contemporánea en la cual el paisaje se transforma en obra de arte, ha comenzado a tomar fuerza entre los adeptos del arte.
En ella, el artista dialoga con el entorno y las posibilidades de ampliar su concepto cuando se incorpora a la educación experiencial para el desarrollo personal. Se trata del Land Art, y en esta, es experta Nathalia Velasco D, mentora empresarial a través del arte y directora de Simoné, agencia educativa de prácticas artísticas.
El País habló con ella sobre cómo esta práctica se convierte en una experiencia de aprendizaje en la que las personas pueden conectar su creatividad con la naturaleza y comprender el impacto que tienen las personas en el medio ambiente.
¿Qué es el Land Art?
El Land Art es una práctica artística de los años 60 y 70, que propone dejar atrás los óleos, acrílicos y técnicas tradicionales, para empezar a hacer obras con la naturaleza. ¿Qué quiere decir eso? Trabajar con piedras, hielo, tierra, madera, con todo lo que se encuentra en la naturaleza. No se hace sobre lienzo, papel o madera, sino directamente en la naturaleza. De hecho, hay obras de gran formato, con caminos de piedras, hojas... muy bellas. En los años 90 tuvo una presencia muy importante y hoy en día se entiende más como ecoarte o arte ecoambiental, dentro de un movimiento social que gira en torno al ambientalismo.
¿Hasta qué punto se puede intervenir la naturaleza en este tipo de arte?
Esa es una pregunta muy importante. Hubo un quiebre en el Land Art. Al principio era un poco más invasivo con la naturaleza, pero luego surgió algo llamado “Land Art dialogante”, que empezó a consolidarse en los años 90, y comenzó a cuestionarse sobre cómo nos comportamos frente al entorno natural. En un principio, se hacían esculturas con tierra, hielo, trozos de árboles, pero se entendió que, aunque fueran materiales naturales, igualmente se estaba dañando el ecosistema. A partir de ese momento, los artistas empezaron a buscar una relación más respetuosa. Las obras se volvieron más efímeras: no se usan hilos, pegamentos ni aditivos para que la obra permanezca. El viento, el agua y el tiempo la deshacen. Lo que queda es el registro fotográfico, la evidencia del proceso y del resultado.

¿Cuáles son los beneficios del Land Art a nivel personal?
Soy artista plástica y diseñadora gráfica, y en el camino encontré la arteterapia. Ahí descubrí cómo el arte no solo sirve para lo estético, sino también para lo humano y socioemocional. El Land Art pone a prueba la paciencia. A muchas personas les cuesta entender que la obra no es para siempre, que no se la van a llevar a casa. Por eso empezamos a usarlo con fines terapéuticos. En un mundo lleno de estrés laboral, hacer un ejercicio con la naturaleza se convierte en un espacio meditativo, que ayuda a manejar el estrés, prevenir el burn-out, reducir la ansiedad. Te serena. También te devuelve la capacidad de contemplar y observar, algo que hemos perdido. Y en términos de educación ambiental, ya no es solo entender la naturaleza desde la ciencia, sino desde lo sensible, al ver cómo se comporta un insecto, o entender que esa hoja que ibas a usar era el hogar de unas hormigas. Además, desarrolla creatividad: tienes que resolver con lo que hay, no con lo que compras, sino con lo que encuentras.
¿Es necesario tener una base artística o se puede hacer de forma libre? ¿Cómo se empieza?
Se puede empezar de forma muy exploratoria. Si tienes sensibilidad por la observación y la estética, puedes hacerlo. Pero si no tienes ninguna experiencia artística, es más fácil si alguien te guía. Aun así, el proceso es muy intuitivo. Para empezar, puede investigar en redes o internet sobre Land Art, ver referentes, salir a un parque y hacer un ejercicio exploratorio. Lo primero es seleccionar materiales: hojas, piedras, ramas, tierra… Luego componer, como si hiciera un mandala, pero con elementos naturales. Si siente que no lo logra sola, puede buscar un proceso acompañado como el que hacemos nosotros.
¿En qué lugares se puede practicar Land Art?
Desde el patio de su casa, si tiene zonas verdes, hasta el parque más cercano. Hemos trabajado en la playa (Santa Marta, por ejemplo), y el mar, al llevarse los dibujos, aporta algo muy bello.
También se puede trabajar cerca de lagunas, ríos, quebradas... siempre en aguas serenas. Lo importante es ser muy respetuosos con el entorno: usar lo que está caído, lo que ya está en el suelo. No cortar ni arrancar ramas o flores.
¿Se puede usar como terapia en casos de duelo, depresión o con niños con problemas de atención?
Sí, por supuesto. Más allá del arte, el contacto con la naturaleza en sí mismo es sanador. Mejora el dolor, ayuda a manejar el estrés y la ansiedad, genera bienestar, incluso mejora el sueño. Todo eso está comprobado.
También facilita la sociabilidad, reduce la depresión. Obviamente, es un complemento a tratamientos médicos, pero es muy efectivo. Salir a caminar, contemplar, reduce los niveles de inflamación corporal. Es muy potente.
¿Se puede hacer individual o grupalmente?
Ambos. Puede ser un diálogo individual entre tú y el entorno, o una construcción colectiva. Hemos trabajado con empresas, con hasta 65 personas participando en una sola obra. Ahí se fortalece la cooperación, la sinergia, la toma de decisiones en grupo. Hay una satisfacción colectiva muy bonita. Puede hacerse solo, en pareja, en trío o en grupos grandes.

¿Por qué se interesó en el Land Art?
Me formé como diseñadora gráfica y luego como artista plástica. Descubrí el Land Art en clase de escultura y me encantó. Siempre tuve una conexión con la naturaleza gracias a mi abuela materna. Aunque soy de ciudad, estuve cerca de procesos de siembra y cultivo. Me llamaban la atención los insectos, los dibujaba, los coleccionaba…
Hace 12 años nació mi empresa: Experiencia Simoné, una agencia educativa que trabaja en el desarrollo personal y profesional a través del arte. Enseñamos a usar materiales no tradicionales: café, pasto, mora, piedras… Hemos trabajado con muchas empresas y personas que terminan trasladando la experiencia a su vida personal.
Durante la pandemia hicimos proyectos en Costa Rica, México y Perú gracias a la virtualidad. Y esto también nació de mi tesis de maestría en educación ambiental a través del arte en la Universidad de La Sabana.
¿Y por qué el nombre Simoné?
Por Simone de Beauvoir, la filósofa francesa. Me gustaba mucho su visión. Tenemos una política de sostenibilidad. No usamos materiales que generen impacto negativo: trabajamos con materiales reciclados, reforestados o que estén en el suelo. Queremos que las personas se acerquen al arte y a la naturaleza desde un lugar sereno, sin importar su perfil profesional. Todos necesitamos herramientas para manejar el caos emocional que vivimos a diario.
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