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Una charla con Mafalda, mientras Quino está en cines

Mientras en cines se exhibe Quinografía, un documental sobre Quino, su entrañable creación: Mafalda, sostuvo una franca charla con El País.

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En 2020, Quino hizo una excepción y regresó a Mafalda -que ya no publicaba-,  para dar recomendaciones para enfrentar el Covid-19.
En 2020, Quino hizo una excepción y regresó a Mafalda -que ya no publicaba-, para dar recomendaciones para enfrentar el Covid-19. | Foto: Colprensa

16 de nov de 2025, 04:07 p. m.

Actualizado el 16 de nov de 2025, 04:07 p. m.

“A mí nunca me gusta sentirme orgulloso de lo que he hecho ni nada de eso, pero esta vez la verdad que sí... Creo que Mafalda les puede aportar a los niños el sentido de justicia y libertad. Y que hay que educarse y defender la igualdad”. Quino.

Mafalda, la niña eterna de 6 años, que pasó del lápiz de Joaquín Salvador Lavado Tejón, Quino, a convertirse en un espejo de la clase media argentina y de las personas preocupadas por la humanidad y la paz mundial, celebra el documental Quinografía, un tributo a la creatividad del que fue quizá su adulto favorito, el humorista gráfico, actualmente en cines.

El País contactó a la niña argentina curiosa y analítica, con un fuerte sentido de la justicia y del humor, cuyas reflexiones no pierden vigencia, pese al paso de seis décadas desde su aparición y a cinco años de haber fallecido su creador.

¿Le agradeces a Quino haberte dado la vida, pese a lo complicada que parece?

La vida es linda, lo malo es que muchos confunden linda con fácil.

¿Qué piensas de los niños que se hacen famosos en redes sociales?

Que la vida no debiera echarlo a uno de la niñez sin antes conseguirle un buen puesto en la juventud.

¿Qué opinas de los adultos, ahora que eres uno?

Como siempre, apenas uno pone los pies en la tierra, se acaba la diversión.

¿Qué piensas de la vida laboral? Todos se quejan...

Mirá, hay que trabajar para ganarse la vida, ¿pero por qué esa vida que uno se gana tiene que desperdiciarla en trabajar para ganarse la vida?

¿En tu casa, quién manda?

Lo mejor de mi familia es que no hay jefes. Somos una cooperativa.

¿Te arrepientes de cosas que dijiste antes?

Pero respondes genial...

No te creas. La respuesta genial siempre se nos ocurre cinco minutos después de dar una respuesta estúpida.

¿Te consideras más cerebral que emocional?

Mirá, lo ideal sería tener el corazón en la cabeza y el cerebro en el pecho. Así pensaríamos con amor y amaríamos con sabiduría.

¿Te deprimes?

¿Vos no me has oído decir que entré al mundo por la puerta trasera?

¿Qué te hace llorar?

Yo no lloro, simplemente lavo recuerdos.

¿Qué piensas de estos tiempos en los que la IA y las fake news imperan?

Mirá, vos, ¿no será acaso que esta vida moderna está teniendo más de moderna que de vida?

¿Estábamos mejor antes?

No es cierto que todo tiempo pasado fue mejor. Lo que pasaba era que los que estaban peor, todavía no se habían dado cuenta.

¿Qué crees que pasa con el amor en los tiempos de redes y apps para conocer pareja?

El problema es que hay más gente interesada que gente interesante.

¿Qué dices hoy al ver a tanta gente pegada al celular?

Lo malo de los medios masivos de comunicación es que no nos dejan tiempo para comunicarnos con nosotros.

Hoy en día hay veganismo, ambientalismo, animalismo... ¿el mundo está cambiando?

A medio mundo le gustan los perros; y hasta el día de hoy nadie sabe qué quiere decir guau.

¿Cómo ser feliz, Mafalda?

Hay que ponernos contentos sin preguntar por qué.

¿Qué opinas de Trump?

Ché, el problema de las mentes cerradas es que siempre tienen la boca abierta.

El presidente Javier Milei prometió arreglar la economía argentina, ¿pero todo va de mal en peor?

Y yo te pregunto: ¿No sería hermoso el mundo si las bibliotecas fuesen más importantes que los bancos?

¿Qué le falta al mundo, para que sea un vividero ideal?

Orquestas... ¡Si en lugar de tropas el mundo estuviera lleno de orquestas, sería una maravilla!

¿Qué llamado haces a los gobiernos en guerra?

¡Desde mi humilde sillita formulo un emotivo llamado a la paz mundial! Total… parece que hoy en día el Vaticano, la ONU y mi sillita tienen el mismo poder de convicción.

¿Sigues soñando con cambiar el mundo?

Si uno no se apura a cambiar el mundo, después es el mundo el que lo cambia a uno.

¿Cómo haces para conservarte tan joven?

¿Qué importan los años? Lo que importa es comprobar que, a final de cuentas, la mejor edad es estar vivo.

El 30 de agosto de 2020 se inauguró una escultura de Mafalda en el barrio San Telmo, de Buenos Aires, Argentina, en la esquina de la Calle Chile 371, donde Quino vivió y trabajó. Se nacionalizó español el 5 de enero de 1990; decía que no lo había hecho antes porque Franco estaba en el poder.
El 30 de agosto de 2020 se inauguró una escultura de Mafalda en el barrio San Telmo, de Buenos Aires, Argentina, en la esquina de la Calle Chile 371, donde Quino vivió y trabajó. Se nacionalizó español el 5 de enero de 1990; decía que no lo había hecho antes porque Franco estaba en el poder. | Foto: Colprensa

El mundo de Quino

Así como a Mafalda su mamá le insistía que se tomara la sopa, fueron muchas las veces que la madre de Quino le llamó la atención porque, siendo niño, en lugar de dibujar sobre un papel, lo hacía directamente sobre la mesa de madera. “Si seguís dibujando en la mesa, tendrás que lavar la mesa cada vez”, le advertía ella al pequeño que desde los 4 años hacía sus primeros trazos.

Joaquín Salvador Lavado Tejón, el creador de Mafalda, nació el 17 de julio de 1932 (aunque fue registrado el 17 de agosto), en Mendoza, Argentina, adonde llegaron sus padres, Antonia Tejón y Cesáreo Lavado, comerciantes malagueños (de Fuengirola, España).

Desde pequeño le llamaban Quino, para distinguirlo de su tío Joaquín, ilustrador, quien fue el culpable de que el chico se apasionara por el dibujo.

Quino se aferró a los lápices —que coleccionaba— y a sus cuadernos, donde plasmaba sus creaciones, porque tuvo una niñez solitaria, marcada por la muerte de su madre en 1945, y luego, a los 17 años, de su padre.

Admitía que fue un niño alegre hasta que su madre enfermó de un cáncer que la mantuvo dos años en cama. “Cuando fui a ver Gritos y Susurros, de Bergman, casi me tengo que ir del cine. No lo aguantaba”, contó Quino en una charla con Miguel Rep, que publicó la revista Sur en 2020, cuando cumplió 80 años.

Su madre se murió cuando se estaba terminando la Segunda Guerra Mundial. Él iba al cine solo desde los 8 años y se había visto todos los noticieros de la guerra. Así que cuando le cosieron la franja de luto en la manga, dijo que se sintió como “un nazi al que le estuviesen cosiendo el brazalete con la esvástica. ¡Fue terrible!”.

El pequeño Quino, a la usanza de la época, debió llevar, además, corbata negra y tirita negra en la solapa. No podía escuchar radio y debía dejar entornada la puerta de zaguán durante tres meses. Antes de su mamá, murió su abuelo, y después su padre, así que prácticamente se la pasó de luto de los 10 a los 18 años de edad.

Quino, quien años después se autodefiniría “antiperonista”, tuvo en su familia suficiente material para crear las brillantes frases de Mafalda. “Soy hijo de republicanos españoles, anticlerical a muerte”, le dijo a Miguel Rep.

Las anécdotas con su abuelo ya eran una caricatura: “Niño, ven pa’acá”, le decía. “¿Tú sabes lo que es una misa?”. El niño Joaquín respondía que no, y el abuelo le explicaba: “Una congregación de ignorantes adorándole el culo a un tunante”.

Y ni qué decir de su abuela, Teté, quien era comunista —y en quien se inspira Mafalda—. “Venía a vender bonos del partido a mi casa y mis padres eran ‘socialistoides’. Se armaban unas discusiones del carajo”, recordó Quino a sus 80, sin poder borrarse la sonrisa de la boca, para después afirmar: “Por eso es que yo siempre fui muy politizado.”

Quino guardaba celosamente los originales de la tira cómica Mafalda en una caja fuerte. No quiso nunca desprenderse de ellos.
Quino guardaba celosamente los originales de la tira cómica Mafalda en una caja fuerte. No quiso nunca desprenderse de ellos. | Foto: Colprensa

Quino sintonizaba La Voz de las Américas para escuchar a Bing Crosby, Radio Pekín, pero además era seguidor de Frank Sinatra, Esther Williams y las películas norteamericanas, así que muchas veces su abuela llegaba con fotos de bombardeos norteamericanos sobre alguna ciudad alemana, que había quedado llena de escombros, al ras del suelo y lo señalaba: “¡Mira, niño! ¡Mira lo que han hecho los tuyos!”.

La muerte de su padre lo marcó. Fue una pérdida que lo sumió en un estado de ensoñación en el que creía verlo fumando, aunque “eran apariciones muy agradables”, diría años después Quino.

“Mi papá hablaba muy poco, pero, cuando abría la boca, era muy gracioso. Un andaluz gracioso. Era muy de café y jugar a las cartas, y una tarde de café se enojó con un amigo. No sé qué estaba diciendo el otro, pero mi padre le respondió: ‘¡Cállate ya, membrillo!’. A partir de entonces, al otro le quedó el Membrillo. Lo cagó para siempre”.

Recordaba Quino que empezó a dibujar “como todos los niños, a los 2 o 3 años. Pero a los 14 decidí que iba a ser dibujante de humor”.

Después de la muerte de sus padres, fue criado por su tío Joaquín, el ilustrador, publicista, quien estaba suscrito a varias revistas norteamericanas en las que había unos dibujantes que hacían humor mudo, como Eldon Dedini.

A los 17 abandonó la escuela para dedicarse a las caricaturas. Su primer sueño como dibujante fue ser ayudante de Divito, la primera gran estrella del dibujo argentino.

“Divito me decía: ‘¿Qué tiene que ver esto con el humor de la Argentina? ¡No tenemos nada que ver con un desierto o un elefante!’. No me importaba, el humor que me gustaba era el de ese dibujo de chaval, en que el tipo va mirando por la ventanilla de un avión y ve pasar un tranvía”.

Al inicio ninguna editorial en Buenos Aires compraba sus tiras cómicas. Años después, Mafalda, su obra, se publicaría en innumerables diarios, revistas y libros en múltiples países durante décadas y sería traducida a más de 30 idiomas, incluyendo guaraní, chino, inglés, flamenco, entre otros. En Argentina y España le han hecho estatuas.

El dato

Quino fue honrado con varios reconocimientos, como el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades en 2014, siendo el primer caricaturista en recibir este honor.

Isabel Peláez. Escribo, luego existo. Relatora de historias, sueños y personajes. Editora de cultura, entretenimiento y edición de contenidos digitales.

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