El País
El regreso silencioso de los jóvenes a la fe católica: ¿qué hay detrás de este resurgir espiritual?
Grupos juveniles, pódcast, curas influenciadores y una búsqueda de propósito impulsan la vuelta de cientos de jóvenes a la Iglesia católica en Cali, un fenómeno que también crece en otros países.
Siga a EL PAÍS en Google Discover y no se pierda las últimas noticias


30 de nov de 2025, 11:16 a. m.
Actualizado el 30 de nov de 2025, 11:16 a. m.
Diego Fernando Díaz Castaño, 31 años, recorre el salón parroquial mientras reparte entre los asistentes rosarios y camándulas. Es lunes en la noche y la reunión de esta comunidad de jóvenes católicos llamada Caná, perteneciente a la iglesia La María, en el sur de Cali, está a punto de empezar.
— Mi relación con Dios parte de la libertad y del amor. Trato de venir a la eucaristía todos los días. Es una manera de alimentarme de Jesús, escuchar la Palabra y llevarla a la vida —dice Diego mientras pasa de asiento en asiento.
— Aunque lo más importante es que veo a Dios en el servicio. San José decía que a través del trabajo nos podemos santificar - agrega.

Diego es abogado. Lleva una camisa blanca por dentro de un pantalón oscuro, gafas, como recién salido de la oficina. Hace parte de la “juventud que sirve a Dios” desde la catequesis de confirmación.
— Hay un regreso de los jóvenes al catolicismo. La juventud ha visto en Dios un refugio seguro, porque lo que Jesús propone es un estilo de vida distinto. Eso nos ha motivado a buscar espacios en la Iglesia donde podamos desarrollar sus ideas, encontrar paz espiritual y mental.
En otro punto del salón, Isabella González, 31 años, ingeniera industrial, reparte hojas en blanco para un ejercicio que se hará más adelante: dibujar una maleta y escribir los dolores que cargamos y de los que casi nunca hablamos porque en una sociedad que enseña a ganar siempre, cuesta mostrarse vulnerable.

Isabella hace parte del movimiento juvenil católico desde hace nueve años. Todo comenzó porque un amigo la vio triste y la invitó a una reunión “para distraerse”. Ese día, recuerda, encontró a Dios y también amigos de verdad.
— A los jóvenes los está trayendo la fuerza de la amistad. En la Iglesia encontramos un propósito al conocer a Jesús y también amigos que son reales. ¿Qué puede salir mal? Es como un dos por uno —dice, justo en este lunes de ‘Black Friday’.
Algunos asistentes graban videos que suben enseguida a sus redes: jóvenes invitando a otros jóvenes a ir a la Iglesia. Las nuevas tecnologías, coinciden, también explican el fenómeno.
— Muchos creen que los retiros espirituales son aburridos, hasta que ven los reels de gente jugando, riéndose, divirtiéndose. Las redes antojan a buscar a Dios —agrega Isabella.

Jean Pier Rivera, 30 años, camiseta verde de la universidad Icesi donde trabaja, cuenta que llegó a los grupos juveniles buscando llenar un vacío que nada parecía ocupar. En la Iglesia encontró apoyo en momentos difíciles.
— Los jóvenes se han ido despertando. Y se sienten más seguros en comunidad. Cuando te sientes seguro, ya no te quieres ir.
El ambiente de la reunión es familiar. Como una novena de diciembre. El salón parroquial, custodiado por una efigie de Jesús en la cruz, se queda pequeño. Algunos se sientan afuera, donde se escuchan las aguas del río Pance bajar por una acequia.
Uno de los líderes toma el micrófono y presenta al invitado, “my father”, como algunos llaman al padre Juan Sebastián Zuluaga, párroco de La María y delegado de la Arquidiócesis para la Pastoral Juvenil. Su mensaje gira en torno al fracaso: perder, enfermarse, equivocarse, también hace parte de la vida.

Al padre Juan Sebastián le preocupa sobremanera la presión que la sociedad ha puesto sobre los jóvenes: ganar. Se privilegian los resultados, no los procesos. Por eso algunos ni siquiera anhelan estudiar, pues la sociedad les dice que hay caminos cortos, inmediatos, para alcanzar la meta. Y esa presión por los resultados, advierte, se evidencia en la alta tasa de suicidios en jóvenes.
Un estudio de la Universidad de La Sabana concluyó que, en Colombia, las edades más propensas para cometer suicidio están entre los 20 y 25 años. En hombres, las edades son entre 20 y 24 años y 25 y 29 años; mientras que en mujeres la prevalencia es de los 20 a los 24 años, seguida por aquellas entre los 15 y 17 años. De ahí que la Iglesia se ha convertido en un lugar donde se busca paz, donde los jóvenes se blindan de las altas expectativas que hay afuera por ellos.
— La promesa de Jesús no era una vida sin problemas, pero sí que nos iba a acompañar siempre —dirá el padre Juan Sebastián. Pero aquello será más adelante.
Ahora rompe el hielo con un par de chistes. Saluda a los casados, “mis guerreros”. Dice que el fotógrafo que recorre el salón está haciendo imágenes para un reportaje sobre el regreso de los jóvenes a la Iglesia, “así que, si alguien está huyendo de la justicia y no quiere salir en el periódico, puede decirlo”. Todos se ríen. Nadie huye.

***
El regreso de los jóvenes a la fe católica no es exclusivo de Cali. Estudios recientes muestran que la llamada Generación Z —quienes hoy tienen entre 12 y 27 años— ha aumentado su presencia en las iglesias.
En el Reino Unido, un estudio de la Bible Society revela un crecimiento de adultos jóvenes que se identifican como católicos. En Francia, según Le Monde, aumentaron los bautismos de adultos. En Roma, las convocatorias para jóvenes reúnen multitudes: el último jubileo congregó a un millón y medio de adolescentes.
En su despacho, el padre Juan Sebastián Zuluaga tiene una foto con el papa Francisco. En parte por él —dice señalando el cuadro— y ahora por el papa León, miles de jóvenes se han acercado a la Iglesia.

— Su lenguaje sencillo y cercano conecta con ellos. Que el papa Francisco fuera tan futbolero, hincha de San Lorenzo, permitió que muchos jóvenes se identificaran.
Pero advierte que hay razones más profundas. A diferencia de lo que algunos adultos creen, los jóvenes no están lejos de la espiritualidad: son sensibles, buscan significado, propósito.
— A veces me sorprendo: llegan jóvenes a misa todos los días. Antes de ir a estudiar o trabajar pasan por la parroquia a orar, junto a las viejitas. Es una búsqueda honesta de sentido.
La búsqueda de comunidad también explica el fenómeno del regreso de los jóvenes a la religión católica. Sin importar el estrato, la Generación Z ha crecido sola. Son hijos de padres que salen a trabajar. Además, son descendientes de los tiempos en donde los vínculos son digitales, a veces frágiles, lo que se acentuó en el aislamiento que obligó la pandemia.

En las parroquias, en cambio, los jóvenes han conformado grupos. Solo en Cali hay alrededor de 80. Además de encontrarse cada semana, hacen trabajo social: reparten desayunos a habitantes de calle, llevan regalos a niños de escasos recursos, acompañan a quien lo necesite; se sienten parte de un movimiento que intenta cambiar al mundo.
— Historias de conversión tengo muchas —dice el padre mientras revisa su celular y me comparte el número de Juan Romero.
Juan, 33 años, era ateo. Pensaba que todo tenía una explicación científica —o que pronto la tendría— y se preguntaba por qué tantos seguían a la Iglesia católica pese a su historial de abusos y errores.
Todo cambió en 2019, cuando le vendieron un viaje a Israel. “Qué chimba”, pensó. No sabía que era una peregrinación a Tierra Santa. En el primer templo donde entró, asegura que sintió a Dios sin buscarlo.
— Me ericé completamente. Y sentí que Dios me hablaba al corazón: “Estoy levantando la última generación de jóvenes santos”, me dijo. Para mí fue un choque tremendo. Tuve que reconfigurar todo mi sistema de creencias.

Juan es emprendedor. Fundó la academia de modas Diseñamos. También maneja Sinaí, una cuenta de Instagram con más de 50.000 seguidores donde sube humor católico. Es su forma de evangelizar.
— He visto el resurgir de los jóvenes en la espiritualidad. Hoy son ellos los que llevan a sus papás a misa. Dios se rediseña para que podamos entenderlo, y estamos en año de jubileo: un año de gracia.
En tiempos de TikTok, la Iglesia también evangeliza de forma virtual. El padre Astolfo Ricardo Moreno Salamanca dirige uno de los pódcast católicos más exitosos y único del país: Laudes con la Gospa. Se hace a diario, los 365 días del año. Allí se ora, se cantan los salmos, se explica la liturgia.
Astolfo estudiaba Ingeniería Industrial cuando conoció la historia de las apariciones de la Virgen en Medjugorje, Bosnia-Herzegovina. Aquello le cambió la vida y decidió entrar al seminario.

Su pódcast nació gracias a su abuela, fallecida a los 101 años durante la pandemia. Ella le pedía grabaciones de sus homilías. Astolfo las registraba en una grabadora de periodista y se las enviaba en una memoria USB. Después entendió que podía subirlas a la nube. Así nació el ministerio digital Filotea, con cursos y contenidos que llegan a miles de jóvenes.
— Hay un despertar no solo espiritual, sino de la Iglesia que muchos creían anquilosada. Hoy se apoya en las nuevas tecnologías para llevar la palabra.
En Ciénaga de Oro, Córdoba, otro sacerdote se volvió viral: el padre Melson Andrés Correa Mesa, reconocido por ACI Prensa, un medio del vaticano, como uno de los curas con mayor alcance digital en el mundo. También nominado a premios internacionales de creadores católicos.

Melson nunca soñó con ser sacerdote. De niño asistía a una iglesia cristiana de la mano de su tía, que es pastora. Hasta que su mamá lo llevó a un retiro católico “y me enamoré de la Iglesia”.
Durante la pandemia, al ver que médicos, chefs, cantantes, humoristas, creaban contenido como antídoto contra el confinamiento, decidió hacerlo también: evangelizar desde su celular. Así nació Catequízate, una cuenta en Instagram con más de medio millón de seguidores.
— Los jóvenes tienen otras opciones, otros ritmos. La fe también tenía que adaptarse. Si no, el mensaje no iba a cautivar. Las redes permitieron un nuevo puente, y los jóvenes han encontrado ahí respuestas que no encontraban en otros lados. Después de la fiesta siempre llega la pregunta: “¿y ahora qué?”. Esa pregunta los trae a la Iglesia.

El regreso también está marcado por nuevos referentes. La reciente canonización de Carlo Acutis, un joven de 16 años amante de los videojuegos, creador de una web sobre milagros eucarísticos, ha llamado la atención de esta generación. Lo llaman el “Ciberapóstol”. Carlo murió a los 16 años y es visto como una prueba de que la santidad no es un ideal lejano, un imposible.
— Los santos no están para pedir favores. Son un punto de referencia para mostrar que hacer la voluntad de Dios es posible. Que un joven contemporáneo sea declarado santo envía un mensaje claro: también ellos pueden – había comentado el padre Juan Sebastián Zuluaga en la parroquia La María.
Y entonces, vuelven. Como Diego. Como Isabella. Como tantos que este lunes llenan el salón parroquial, mientras afuera aún se escucha el agua que baja del río Pance como un regalo divino.
6024455000







