Columnistas
La transformación de la Semana Santa
Aunque la religión como institución haya perdido poder entre algunos jóvenes, las prácticas y los valores que están implícitos en la Semana Santa siguen siendo valiosos tanto por la tradición cultural como por los aspectos de reflexión personal.

20 de abr de 2025, 01:18 a. m.
Actualizado el 20 de abr de 2025, 01:18 a. m.
Después de unos días de receso, tan necesarios entre la agitación y las tensiones de estos tiempos, quiero compartir una reflexión sobre la Semana Santa, una de las festividades más importantes para los países de tradición cristiana. Es un período que recuerda la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. Empieza con el Domingo de Ramos, que evoca la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén, y termina hoy Domingo de Resurrección o Pascua, el evento central del calendario litúrgico cristiano.
Sus orígenes se remontan a los primeros cristianos y se cree que comenzó a celebrarse en el siglo IV. A lo largo del tiempo ha sido esencial no solo en lo espiritual, sino también para la identidad cultural y social de las comunidades; de hecho, la Semana Santa ha evolucionado y se ha adaptado a las culturas locales, incorporando sus tradiciones y prácticas.
Uno de los lugares donde se celebra con más fervor es Popayán, cuyas procesiones son Patrimonio Cultural de la Humanidad. A Roma llegan miles de creyentes a vivir el Vía Crucis en el Coliseo, en el que acostumbra a participar el Papa. Ciudades como Sevilla y Málaga son conocidas por sus sobrecogedores desfiles. En Alemania decoran los árboles con huevos de Pascua. La representación de la Pasión en Iztapalapa, Ciudad de México, es muy famosa y concurrida. En Filipinas, los fieles se sacrifican simbólicamente en acción de penitencia. Y en Estados Unidos se mantiene viva la tradición de los huevos de Pascua en la Casa Blanca, ritual que se remonta a 1878, donde los niños hacen rodar huevos decorados sobre el césped para darle la bienvenida a la primavera.
A pesar de que buena parte de la juventud tiende hoy a identificarse menos con la religión y más con posturas ateas o agnósticas, especialmente en sociedades modernas y urbanas, la Semana Santa sigue siendo relevante, sobre todo porque su celebración ha trascendido las raíces religiosas y se ha integrado a las tradiciones culturales de las sociedades. Si bien es cierto que muchos fieles se congregan en los templos, recuerdan las historias bíblicas y acogen con fervor los ritos de la Iglesia, una gran mayoría aprovecha para celebrar reuniones familiares, disfrutar conciertos de música, obras de teatro y exposiciones de arte, actividades que muchos consideran contrarias a lo espiritual. De todas formas, es un momento para salirse de la rutina y pensar sobre la vida, revitalizarse y seguir impulsando nuestras metas y desafíos.
Más allá de estas categorizaciones, lo cierto es que el receso laboral se aprovecha para compartir con los seres queridos y estrechar lazos con ellos. Y aunque los jóvenes en su mayoría no practiquen la fe cristiana, sí se sienten atraídos por valores como la paz, la reflexión, la reconciliación, la solidaridad. Conceptos que pueden enmarcarse en lo que Umberto Eco y otros pensadores entienden como la ética laica, es decir, aquellos principios de vida que nos orientan y nos permiten obrar con rectitud sin necesidad de profesar una creencia religiosa.
Además, en estos tiempos de incertidumbre, aun cuando no se practique la religión, las memorias del sufrimiento, la esperanza, la muerte y la resurrección de Cristo siguen siendo eficaces, porque en ellas encontramos interpretaciones de firmeza, renovación y entusiasmo. Por eso, creo que la Semana Santa seguirá siendo significativa. Y así la sociedad se mueva hacia la secularización, las tradiciones de la Semana Mayor no desaparecerán. La explicación de estos eventos podría darse con una óptica centrada en los valores de la comunidad, la reflexión sobre la vida y la muerte, o un examen sobre el sufrimiento y la esperanza, sin necesidad de tener una fe explícita en un ser supremo.
Aunque la religión como institución haya perdido poder entre algunos jóvenes, las prácticas y los valores que están implícitos en la Semana Santa siguen siendo valiosos tanto por la tradición cultural como por los aspectos de reflexión personal. La clave está en cómo esas tradiciones se adapten y evolucionen con un enfoque más inclusivo y universal, para que continúen siendo relevantes para las nuevas generaciones.
Psicóloga de la Universidad del Valle con Maestría en Ciencia Política de la Universidad Javeriana, Estudios en Negociación de Conflictos, Mediación y Asuntos Internacionales. Columnista, concejal de Cali durante 2 períodos y senadora de la República durante 16 años. Presidenta del Congreso de la República, Ex embajadora de Colombia ante las Naciones Unidas, Ex ministra de Relaciones Exteriores.