Columnistas
¿Vamos hacia otro ‘estallido’?
... Alrededor de esta tensión hay que encontrar salidas, en todos casos institucionales y democráticos. Y el llamado “establecimiento” tiene que poner de su parte.

20 de may de 2025, 02:58 a. m.
Actualizado el 20 de may de 2025, 02:58 a. m.
No suelo ser profeta de desastres ni tampoco tener una perspectiva pesimista o fatal de los asuntos humanos; antes por el contrario, soy de quienes creen que esta experiencia humana nuestra, pese a todos los equívocos y enormes desafíos, sí tiene futuro y de seguro seremos capaces de sobreponernos a los desastres de nuestra propia incoherencia.
Lo anterior no me impide señalar un grave riesgo (entre otros) que se refiere a sentir que se están dando las condiciones, como en la tormenta perfecta, para que tengamos en el mediano plazo una nueva versión de lo que se conoció en Colombia como el “estallido social”.
Las circunstancias hoy son otras, aunque parecidas, dado que de por medio se encuentra una tensión fundamental que como nación no estamos siendo capaces de resolver, esto es, la necesidad de cambios y reformas profundas pero democráticas que requiere el país y al mismo tiempo la resistencia de varios sectores para asumir esa tarea histórica. A la mitad, y no es de poca monta, está la discusión de cómo hacer esas reformas, es decir sus mecanismos y el tono de las mismas: ¿rupturas o transiciones?
Las disputas por la reforma laboral son un buen ejemplo de esto. Se entiende que alrededor de su implementación existe el legítimo derecho y aspiración sentida de muchos sectores, como los trabajadores y otros que históricamente han estado al margen y excluidos de los beneficios y oportunidades que una sociedad debe brindar a todos sus ciudadanos, pero muy especialmente a los más necesitados. Se dirá que los trabajadores no son propiamente un segmento poblacional ‘excluido’, pero yo defiendo que, como mínimo, le sean restituidos conquistas y derechos que les fueron conculcados con decisiones de anteriores gobiernos bajo el argumento de fomentar la productividad.
Pero se entienden también las preocupaciones, legítimas, aunque no se esté de acuerdo totalmente con ellas, del sector empresarial. El asunto es que resulta ser un monumental fracaso para nuestra democracia no haber sido capaces, en su momento, de lograr un acuerdo fundamental en el primer paso de esta reforma por el Congreso de la República. Su regreso ahora, luego de estar archivada la iniciativa, brinda una oportunidad de oro para sacarla adelante, que se entiende debe ser producto de acuerdos, no de chantajes, amenazas o presiones.
Decía ya que lo de la reforma laboral es un buen ejemplo (no el único) de la tensión fundamental entre la necesidad de cambio, la resistencia de algunos para asumirlo y los caminos para lograrlo. Y alrededor de esta tensión hay que encontrar salidas, en todos casos institucionales y democráticos. Y el llamado “establecimiento” tiene que poner de su parte.
Hay un tono de pugnacidad y beligerancia que viene de tiempo atrás en el Gobierno Nacional y que no ayuda a crear un ambiente favorable para impulsar las reformas. Extraviada la posibilidad del llamado Acuerdo Nacional el gobierno y los sectores que le apoyan han asumido un camino de ruptura y de confrontación mediado ahora por el horizonte de las elecciones de 2026. Ante el hundimiento de la Consulta Popular, dijo el Presidente que ya la disputa no es solo por la reforma laboral sino por la toma total del poder.
El estallido social de 2021 comenzó con la convocatoria a un Paro Nacional. El llamado ahora es a una “Huelga General”. Se puede más o menos preveer cómo comienzan las cosas, pero no como terminan. No hay un llamado a la violencia del gobierno, pero algunos de sus discursos bordean tentadoramente ese camino.
Especialista en Cultura de Paz y Derecho Internacional Humanitario y Ciencia Política y Resolución de conflictos. Ha trabajado con instalacias del gobierno nacional, departamental y local así como entidades internacionales en temas de Convivencia, Reconciliación y Memoria Histórica. A estado en las transiciones de la guerra en varias naciones como Nicaragua y El Salvador y acompañó el proceso de reintegracion a la vida civil del M19 en Colombia