Columnista
Un nuevo libro
El autor analiza la manera cómo el bloqueo de una transformación agraria se convirtió en el marco de referencia que alimentó la supervivencia y el desarrollo de grupos armados como las Farc, el Eln y el paramilitarismo.
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5 de nov de 2025, 03:56 a. m.
Actualizado el 5 de nov de 2025, 03:56 a. m.
Colombia es un país atravesado por grandes desigualdades y la pregunta que cualquiera podría hacer es por la posibilidad de construir la paz en estas condiciones. A este respecto tuvimos anoche en la Biblioteca Centenario una conferencia de Mauricio Cabrera, columnista de este periódico, y en la FIL Cali el lanzamiento del libro ‘Tierra, guerra, política. Vuelta a las raíces’ del investigador caleño Francisco Gutiérrez Sanín, profesor de la Unal. Este libro es una investigación rigurosa y sistemática acerca de la relación existente entre la desigual distribución de la tierra (de la que adolece crónicamente este país) y el origen del conflicto armado.
Las élites políticas que orientaron el Frente Nacional a partir de 1958 intentaron dar una solución a los grandes problemas agrarios existentes en ese momento (la desigualdad extrema en el campo y la agitación campesina), con el apoyo de la Alianza para el Progreso, que impulsaba políticas reformistas como medio de paliar la amenaza revolucionaria atizada por la revolución cubana. La idea era ‘dar tierra al campesino sin tierra’ como una forma de ‘justicia social’, promover la titulación de baldíos y la colonización dirigida. En este marco se creó el Incora, institución que desempeñó un papel fundamental durante varios años para el propósito que fue creada.
En el gobierno de Carlos Lleras Restrepo se impulsó una nueva reforma agraria en 1968, con ‘una perspectiva más claramente redistributiva’ y con importantes apoyos del campesinado. La idea del Presidente era presionar desde arriba, por parte del Estado, y desde abajo, por parte del campesinado, para poder enfrentar las resistencias que su proyecto despertaba en los sectores tradicionales. Fue así como se creó la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos, que se convirtió en el ‘movimiento agrario más grande de América Latina’.
El balance de estas reformas fue precario: ‘sus efectos redistributivos no fueron suficientes’ y lo que se impuso al final fue el llamado Pacto de Chicoral (1972), un acuerdo entre el gobierno, las élites bipartidistas y los gremios, que cerró las puertas al ‘reformismo agrario’ propio del Frente Nacional y cambió la orientación de la redistribución de tierras, de las reformas anteriores, a la colonización de terrenos baldíos, a la concentración de la propiedad y a la vía represiva por parte del Estado, que hemos conocido en las décadas posteriores. El libro pone de presente que no fueron sólo los conservadores radicales del sector laureanista los que se opusieron a la reforma agraria, sino líderes liberales de tanta prestancia como A. López Michelsen o I. Liévano Aguirre.
En la segunda parte del libro, el autor analiza la manera cómo el bloqueo de una transformación agraria se convirtió en el marco de referencia que alimentó la supervivencia y el desarrollo de grupos armados como las Farc, el Eln y el paramilitarismo. La conclusión es que, en efecto, las desigualdades agrarias sí están en el origen del conflicto armado. El autor termina por preguntarse si este desenlace fue inevitable. Su respuesta es que la ‘guerra no fue inevitable’. Y, más aún, “podría no serlo hoy en día” (p. 21).
Colombia presenta una desigualdad extrema en la distribución de la tierra. El coeficiente de Gini, que mide la desigualdad, es de 0,.89, puesto once entre los países más desiguales de la tierra. Esto indica que el 10 % más rico concentra el 90 % de la riqueza, mientras que el 90 % restante sólo posee el 10 %. Y la pregunta que habría que hacer es si un país es viable con este alto nivel de desigualdad y, más aún, un proceso de paz ‘estable y duradero’.
Difícilmente se puede negociar con los grupos armados como si se tratara simplemente de una transacción política, como se intentó en este gobierno. Detrás de las confrontaciones armadas hay situaciones reales, objetivas, como la frágil presencia del Estado, las economías ilícitas o la pésima distribución de la tierra, que bloquearán cualquier tipo de negociación. Invito, pues, a la lectura de este libro.

Profesor Departamento de Ciencias Sociales Universidad del Valle e investigador del Cidse desde 16 de mayo de 1977. Doctor en Sociología de la EHESS de París. Fue Decano de la Facultad de Ciencias Sociales y Económicas y director de los programas de pregrado, maestría y doctorado en Sociología. Escribe para El País desde 1998.
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