Columnistas
Centro histórico
Para nada se ha considerado el aspecto social implícito en el reconocimiento del uso primordialmente residencial, no únicamente patrimonial, de los barrios San Antonio y San Cayetano en la capital del Valle del Cauca.
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6 de nov de 2025, 01:45 a. m.
Actualizado el 6 de nov de 2025, 01:45 a. m.
Supuestamente, el centro de Cali era una prioridad para la actual Administración Municipal, pero la realidad es más que decepcionante; no se ha comprendido la importancia que en él tiene el Centro Histórico, ni la que en este tienen los barrios de San Antonio y San Cayetano, ya añadidos al mismo. No solo es inexistente el obligatorio control para que en ellos se respeten las normas vigentes, sino que ahora, en su nuevo Pemp, se las quiere poner más laxas; siguen sin solución los casos la Capilla de la Inmaculada y la Sagrada Familia, y Octupus y el “urbanismo táctico en la Cr. 6 en San Antonio. En Cali aún no se ha entendido el significado que representa el patrimonio cultural inmueble para una ciudad, sus habitantes y sus actividades.
Para comenzar, en los barrios de San Antonio y San Cayetano no se considera cabalmente el significado económico de permitir el desplazamiento de sus viejos residentes por un comercio en su mayoría ilegal, ni la ocupación de las calles por carros estacionados impidiendo disfrutar de las fachadas de sus casas, ni el ruido que generan por las noches, lo que lleva a corto plazo a que estos barrios dejen de ser una atracción turística, pero que para entonces ya sus residentes los hayan dejado, y que el valor de sus propiedades disminuya, en lugar de aumentar si sus visitantes no fueran invasivos y llegaran a dichos barrios a disfrutarlos recorriéndolos, o a comer en unos pocos restaurantes con estacionamientos cercanos, y no por la rumba.
Para nada se ha considerado el aspecto social implícito en el reconocimiento del uso primordialmente residencial, no únicamente patrimonial, de dichos barrios, para los propietarios-residentes en ellos desde hace muchas décadas, e impedir que continúen siendo atropellados por el ruido ajeno y el estacionamiento de carros entorpeciendo la entrada a sus garajes. Y, por otro lado, pero igualmente importante, están las implicaciones sociales para todos sus habitantes al no poder disfrutar de ellos caminando por sus calles, las que hasta hace poco eran tranquilas y en donde se cruzaban civilizadamente con sus vecinos, o que los veían pasar y saludar sentados al atardecer en cómodos asientos sacados sus entradas con dicho propósito.
Finalmente, se ha ignorado el justo valor que representan los barrios de San Antonio y San Cayetano para la ciudad y la región, en tanto patrimonio cultural construido, debido a su trazado en damero y sus casas de tradición colonial acomodadas al clima tropical de la ciudad, como a su vegetación en patios y solares, junto con sus viejas tradiciones, y que además sean los únicos barrios de este tipo entre las cuatro ciudades más pobladas del país. No sobra recordar, entonces, qué cultura es el conjunto de edificaciones, monumentos y símbolos, más modos de vida, usos, costumbres, fiestas, celebraciones, conocimientos, artesanías y artes, que se heredan de una a otra generación; que es justo lo que aportan estos dos barrios el Centro Histórico, y a toda la ciudad.
Urge que muchos más propietarios y residentes en el Centro Histórico, especialmente en San Antonio y San Cayetano, se apersonen de estas circunstancias económicas, sociales y culturales negativas para ellos, como para la ciudad, y que se sumen a las agrupaciones de vecinos, como Funvesan, y las de profesionales, académicos y estudiosos del patrimonio, como el Centro Histórico Adelante, Chía, la Sociedad de Mejoras Públicas, SMP, o, la Sociedad Colombiana de Arquitectos, SCA, para que sus observaciones y propuestas sean escuchadas de verdad por el Gobierno Municipal, no limitándose este a únicamente informar, y entonces se considere a fondo y responsablemente lo que significa el patrimonio cultural y natural para una ciudad como Cali.

Arquitecto de la Universidad de los Andes con maestría en historia de la Universidad del Valle. Ha sido docente en Cali en Univalle, la San Buenaventura y la Javeriana, y en el Taller Internacional de Cartagena, de los Andes, y continua siéndolo en la Escuela de arquitectura y diseño, Isthmus, en Panamá. Miembro de la Sociedad Colombiana de Arquitectos, la Sociedad de Mejoras Públicas de Cali y la Fundación Salmona. Escribe en El País desde 1998.
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