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Arthur Koestler
Novela o panfleto, me encantó leer ‘El cero y el infinito’, con el elogio de mi admirado nobel peruano, Vargas Llosa.
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6 de nov de 2025, 01:42 a. m.
Actualizado el 6 de nov de 2025, 01:42 a. m.
Por uno de los tantos libros que he leído sobre la vida y la muerte de Jorge Eliécer Gaitán, me enteré de que el último libro que tenía el líder en la mesa de noche era ‘El cero y el infinito’, la novela cumbre de Arthur Koestler.
Los disparos que salieron del revólver de Juan Roa Sierra y que segaron la trayectoria vital del recio líder liberal no constituyeron el principio de la violencia, pues esta se había desencadenado desde el inicio del gobierno conservador de Mariano Ospina Pérez, ungido candidato por Laureano Gómez y triunfador en la justa presidencial del 5 de mayo de 1946, en la que por la división entre Gaitán y Gabriel Turbay, el liberalismo perdió el poder.
En reciente columna, Daniel Samper Pizano dice que en esa luctuosa fecha “se jodió Colombia”, y yo opino lo mismo, porque desde entonces se consolidó la fractura de la sociedad colombiana en dos bandos irreconciliables, que son la génesis de los odios que aún persisten en nuestra adolorida patria.
En mi biblioteca no tenía el libro que leía Gaitán, y no pude conseguirlo en ninguna de las conocidas librerías de la ciudad. Alguien me dijo que podía encontrarlo en una venta de libros que hay en la Calle 9, en la parte trasera de la Gobernación del Valle. Fui a buscarlo y me encontré con una librería tan grande como las que he visto en Buenos Aires. Una amable dependiente me dijo que no tenían la obra de Koestler, pero que la conseguirían en el término de un mes. Cancelé su valor, y 30 días después tenía en mis manos ‘El cero y el infinito’, con un prólogo magistral de Mario Vargas Llosa.
Me dio entonces por conocer el periplo vital del autor, y encontré que nació en Budapest en 1905. Estudió en la Universidad de Viena antes de ingresar como corresponsal en Oriente Próximo, Berlín y París. Durante 6 años fue miembro activo del Partido Comunista, y fue llevado a la cárcel por el general Queipo del Llano en Málaga en los días de la Guerra Civil española, donde trabajaba como corresponsal del diario inglés New Chronicle. En 1940 se asiló en Inglaterra, donde se suicidó junto con su mujer en 1983. Fue autor también de ‘Los gladiadores’ (1939), y de los ensayos ‘Reflexiones sobre la horca’ (1956), y de su autobiografía en dos volúmenes con los títulos ‘Flecha en el azul’ (1952) y ‘La escritura invisible’ (1954).
‘El cero y el infinito’ se desarrolla en la cárcel a la que han llevado un alto dirigente de la vieja guardia bolchevique, caído en desgracia, de apellido Rubachof. Para debilitar su resistencia, el preso es sometido a mortificaciones como impedirle dormir y enfrentarlo a reflectores deslumbrantes, con dos fiscales que perseguían condenarlo a la pena de muerte por deslealtad con el Partido y con el Número Uno, que indudablemente es Stalin.
El juicio contra Robachof termina con la sentencia de muerte suscrita por el fiscal Gletkin, y lo ejecutan de un tiro en la nuca en el patio de la prisión.
Más que una novela esta magna obra de Koestler es un panfleto contra el régimen comunista que dominaba en la Unión Soviética desde 1917 cuando la revolución bolchevique, liderada por Lenin y Trotsky, se hizo con el poder en el imperio zarista, cometiendo el terrible asesinato del zar Nicolás, de su esposa alemana, y de sus 5 hijos, encerrados en una casa en Ekaterimburgo.
Novela o panfleto, me encantó leer ‘El cero y el infinito’, con el elogio de mi admirado nobel peruano, Vargas Llosa.

Abogado con 45 años de ejercicio profesional. Cargos: Alcalde de Tuluá, Senador y representante a la Cámara, Secretario de Gobierno y Secretario de Justicia del Valle. Director SAG del Valle. Columnista de El Pais desde 1977 hasta la fecha.
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