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Trump y el Golpe a la Institucionalidad Internacional de Comercio

Las ventajas competitivas de cada país contribuyen al crecimiento del producto mundial y al bienestar de todos los habitantes.

| Foto: Diana Rey

Juan Pablo Liévano

13 de abr de 2025, 01:31 a. m.

Actualizado el 13 de abr de 2025, 01:31 a. m.

Para muchos, Trump 2.0 significaba buenas noticias, es decir, un Estados Unidos más fuerte y capaz de hacer frente a Rusia y China dentro de la institucionalidad internacional.

No obstante, en materia de comercio, lo que debería haber sido una reorganización de las reglas de juego, concertada y negociada dentro de dicha institucionalidad, ha terminado siendo un verdadero revolcón del que nadie saldrá ganando, y que amenaza con destruir la estructura institucional del comercio internacional.

Solo para recordar: la Segunda Guerra Mundial arruinó a casi todos los países de Occidente (menos EE. UU.) y cambió el panorama mundial. No obstante, los países aliados entendieron que el comercio internacional era fundamental para prevenir las guerras. De hecho, la integración comercial crea vínculos de dependencia tan profundos que sirven como mecanismo preventivo de conflictos, pues, al final del día, todos tienen algo que perder.

Se crearon instituciones como el Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (Gatt), que culminó con la creación de la Organización Mundial del Comercio (OMC). Posteriormente, se establecieron acuerdos multilaterales de comercio entre diferentes regiones y países, como el acuerdo de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero, que evolucionó hacia la Comunidad Económica Europea, y, más tarde, la Unión Europea. También surgieron otros acuerdos de integración, o simple comercio, unilaterales o bilaterales, como el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, el Mercosur, la Comunidad Andina o la Alianza del Pacífico, por mencionar algunos.

Lo obvio y razonable era, y sigue siendo, que un mundo integrado, inmerso en el comercio global bajo reglas claras y con un foro de resolución de conflictos preestablecido como la OMC, garantiza la paz. Además, las ventajas competitivas de cada país contribuyen al crecimiento del producto mundial y al bienestar de todos los habitantes.

Tan importante es este entendimiento que China se hizo miembro de la OMC, lo que transformó a gran escala el comercio mundial. El gran problema, y quizá lo que Trump desea cambiar, son las reglas, o el cumplimiento de estas, que han permitido a China aprovechar el comercio mundial y el mercado estadounidense. En realidad, China sigue siendo un país autoritario, comunista y con una economía centralmente planificada, por lo que la competencia con países capitalistas no se da en condiciones de igualdad.

Se critican mucho los subsidios, que otorgan ventajas injustas, así como el incumplimiento de las normas sobre propiedad intelectual y las transferencias forzadas de tecnología para fomentar el ‘made in China’.

Trump 2.0 y sus aranceles unilaterales no solo generarán riesgos de inflación, decrecimiento o estancamiento económico mundial, sino que podrían significar el desmoronamiento de la institucionalidad del comercio global.

La realidad es que esta institucionalidad genera grandes ventajas económicas y políticas, entre ellas la paz entre las naciones. Esperemos que la situación se resuelva dentro del cauce institucional, la negociación y la concertación, y que Trump no continúe con esta absurda guerra comercial que en nada beneficia a los países, incluido el propio EE. UU., no solo en términos económicos, sino también en lo que respecta a la tranquilidad y la paz mundial que proporciona el comercio internacional y su institucionalidad.

Juan Pablo Liévano

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