Columnistas
Los mesías
Se creen superiores, revestidos de un hálito celestial. La organización social, los poderes públicos, las instituciones, son inventos mundanos que no los afectan.

Francisco José Lloreda Mera
13 de abr de 2025, 01:17 a. m.
Actualizado el 13 de abr de 2025, 01:17 a. m.
Nacieron convencidos que su paso por la vida tendría un significado especial o se lo creyeron en el camino. Para salvar al planeta de un suicidio existencial por cuenta de la estupidez humana y forjar un nuevo modelo de sociedad, o para regresarle al mundo un sentido de grandeza y prosperidad jamás experimentado, ahuyentar las fuerzas del mal, imaginarias y reales, y extender su dominio, en cumplimiento de un mandato divino.
Se creen superiores, revestidos de un hálito celestial. La organización social, los poderes públicos, las instituciones, son inventos mundanos que no los afectan. Ellos son el Estado. La encarnación del bien común, la justicia divina y la terrenal. Levitan en su rol único y omnipresente, propio de quienes fueron elegidos para gobernar a su antojo, sin límite. Son la voz del pueblo, de sus anhelos y desengaños, de sus frustraciones y esperanzas.
La intimidación, la afrenta, es su estrategia. Golpean, luego hablan, sin importar las consecuencias. Jamás se excusan. No son dados a ceder y concertar, y de hacerlo, no lo reconocen; es parte del libreto, su amor propio se los impide. Dificultan un mayor placer que humillar al otro, más si es en público, para que no quede duda de su supremacía. Nada los excita más que los alaben y les rindan pleitesía, y que les reconozcan su genialidad y grandeza.
Los irrita la crítica, la opinión contraria. La libertad de expresión es una entelequia, un derecho incómodo que esculpieron griegos y romanos. Cuestionarlos es un acto de agresión, una declaración de guerra; como no lo va a ser, si la verdad y ellos son la misma cosa. Similar a Cristo, su palabra es la palabra, la que ilumina, la llamada a ser difundida. Lo que piensen los demás, no importa. Salvo piensen igual que ellos, en cuyo caso, es bienvenida.
Exigen respeto, pero no respetan; un respeto basado en el miedo y no en la admiración les es suficiente. Es su manera de reafirmar jerarquía. Para ellos somos seres objeto, a la par de un florero que adorna o se esconde según la circunstancia. Peor si es mujer. En el discurso las admiran, pero permiten se les difame, abuse y ultraje, si acaso no son ellos quienes lo hacen. Las consideran inferiores, poca cosa. Todos somos poca cosa.
La ética válida es la de ellos. Los principios y valores son mecanismos de manipulación de una sociedad mezquina que defiende sus intereses. Ellos son el ejemplo, quienes definen la buena y mala ortografía. Los delitos cometidos no importan, gajes del oficio. La justicia menos, si no los favorece, la consideran amañada. Están revestidos de un halo protector que los hace inmunes a cualquier sanción o pena. Se creen infalibles. Intocables.
Tienen una visión utilitarista de todo, y de la democracia. Si les es útil, le echan mano. Para hacerse elegir y atornillarse. Para ellos, la separación de poderes y los contrapesos tiene un propósito despreciable: impedirles gobernar, imponer su voluntad, decidir por los demás, controlarlo todo. Para lo cual, el engaño y la mentira son aliadas principales. Son expertos en revestir la arbitrariedad de democracia, acallando las voces contrarias.
No les importa la vida, ni los demás, aunque prediquen lo contrario. Unos son en especial indiferentes al sufrimiento ajeno, a la enfermedad y a la muerte que deliberadamente propician. En otros, su ego es de tal dimensión que, con tal de ver a todos suplicándoles indulgencia, todo es permitido, incluso, desestabilizar el orden imperfecto que nos rige. Es el nuevo liderazgo, el que impera, el de los mesías, escogidos por quienes, en busca de un mejor mañana, han terminado subyugados a la peor de las infamias, aunque no lo admitan.
Francisco José Lloreda Mera
Abogado y doctor en política de la Universidad de Oxford. Se desempeñó como Ministro de Educación, Embajador en La Haya, Alto Consejero Presidencial para la Seguridad Ciudadana, y Director de El País de Cali. Actualmente es Presidente de la Asociación Colombiana del Petróleo, gremio de la industria de hidrocarburos.
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