Rezando por un milagro

Bastante se está escribiendo sobre las investigaciones alrededor del infame atentado contra Miguel Uribe. Sin duda, también se ha analizado el gran impacto político por las calidades y potencial del joven precandidato presidencial. El otro escenario recurrente es el de su familia, sus seguidores y en general el país, pendientes de su recuperación y en este propósito son conmovedoras la fe, las oraciones, las velatones 7/24 abogando por un milagro para preservar la vida y las condiciones físicas y mentales del promisorio activista. Con esta finalidad, hay dos intermediarios sagrados que han recibido el clamor de estas familias: San Chárbel y el Niño Jesús de Praga.

En Colombia, San Chárbel no es de los santos más reconocidos de nuestro santoral. El conocimiento sobre este santo ermitaño, nacido en 1828 y fallecido 70 años después, el día de Navidad de 1898, es por la comunidad libanesa, pues San Chárbel es el primer santo originario de este país. Fue un asceta, religioso católico maronita, quien vivió en las montañas del Líbano, dedicado a la oración y a dar alivio a quienes buscaban su consejo y bendición. Cuentan que curó a un loco leyendo el Evangelio y que con el agua que bendecía, pudo proteger los cultivos de los agricultores de una invasión de langostas que amenazaba con destruirlos. Fue enterrado en el monasterio cercano y cuando, cuatro meses después, abrieron su féretro, lo encontraron incorrupto, secretando sangre y sudor. Esas sustancias salieron de su tumba por mucho tiempo. Fue canonizado en 1977. Se calcula que ha participado en 29.000 milagros, debidamente documentados. En Cali, he conocido que hay culto especial por San Chárbel en la iglesia de San Carlos Borromeo, en Normandía.

La otra devoción especial de la familia de Miguel Uribe Turbay es el Niño Jesús de Praga, a raíz de una estatua que recibió la familia hace varios años traída de la República Checa. En ese país, se venera la estatua de madera hecha en el Siglo XVI, fabricada en España y regalada por una familia de nobles ibéricos por la boda de la aristócrata Polixena Lobkowitz. Algunos dicen que esta imagen, estuvo inspirada en las visiones de Santa Teresa de Ávila, gran estudiosa de la infancia de Jesús. Otros afirman que la imagen fue incluso propiedad de la misma Santa. Lo cierto es que la dama checa aportó la estatua al entonces recién construido convento de los Carmelitas Descalzos. Hoy se le rinde culto en la Iglesia de Santa María de la Victoria, sitio obligado para los católicos de visita en la bella Praga. A propósito, es pequeño este sitio, lo cual nos causa sorpresa a los latinoamericanos, pues usualmente esperamos que los lugares de peregrinación sean proporcionales a la fama de nuestros símbolos religiosos. Algo similar nos sucede en París, al visitar la Virgen Milagrosa.

Creo no equivocarme si afirmo que es más grande la iglesia de la avenida Roosevelt en Cali que el santuario de la Milagrosa en la capital de Francia. Es posible que ese sesgo se deba a que tomamos como referencia el Santuario de la Virgen de Guadalupe en Ciudad de México, que como todo lo mexicano es gigantesco.

Los milagros existen y la fe para recibirlos es fundamental. Hago parte de los Regidores del Señor de los Milagros de Buga y en cada procesión, cuando vamos protegiendo la imagen, me conmueve la fe de cientos de personas que con mirada piadosa le piden al Milagroso que solucione sus penas. Confieso que muchas veces he rezado por esos ciudadanos anónimos con angustias que desconozco, para que la mano bondadosa de Jesús se extienda a su favor. Como lo hacemos ahora por Miguel Uribe y por todos aquellos que sufren por la violencia que recorre nuestro país.