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Sin Institucionalidad no habrá seguridad real
En toda sociedad hay conflictos políticos y sociales, y su solución pacífica depende de que opere una institucionalidad democrática sólida.

15 de jun de 2025, 01:40 a. m.
Actualizado el 15 de jun de 2025, 01:40 a. m.
El país atraviesa serios desafíos en materia de seguridad. Y si a esto se suman los retos que atraviesa nuestra institucionalidad democrática, el panorama resulta alarmante, porque si la institucionalidad no funciona adecuadamente, aumenta la vulnerabilidad de la población frente a las acciones de los violentos.
En nuestro país hemos padecido una extensa historia de violencia armada: un Siglo XIX de guerras civiles; un conflicto Liberal y Conservador en la primera mitad del Siglo XX que derivó en La Violencia recrudecida después del asesinato de Jorge Eliécer Gaitán; la aparición posterior de guerrillas como las Farc y el Eln, de grupos paramilitares como las AUC y otros actores ilegales enfrascados en un conflicto armado interno en el que miles de civiles sufrieron asesinatos, secuestros, desplazamientos, y todo tipo de crímenes graves.
Aunque a comienzos del Siglo XXI el Estado fortaleció su capacidad de defensa y protección de la población, y hubo algunos procesos de desarme y desmovilización, la violencia ha continuado sustituyendo actores y formas, nutrida por el narcotráfico y la impunidad.
El gobierno de Petro ha tenido discursos e iniciativas desacertadas alrededor de la ‘paz total’, bajo unos intentos de diálogo con todo tipo de actores violentos y criminales, pero con muy pocos resultados. Su empeño ha traído escepticismo ante el incremento de masacres, homicidios de líderes sociales y violencia en zonas rurales controladas por grupos armados emergentes como el Clan del Golfo y diversas disidencias de las Farc. Y ante una realidad de actores armados ilegales que extienden su acción violenta y actos terroristas a zonas pobladas y ciudades.
El vil atentado del pasado 7 de junio contra el senador y precandidato presidencial Miguel Uribe en la capital del país y los ataques vividos en la última semana en distintos barrios de Cali, Jamundí, Buenaventura y en el norte del Cauca, nos indican un grado de deterioro de la seguridad que pone a prueba la institucionalidad. Ya no son solo las fronteras con Venezuela o Ecuador, ni las otras zonas donde ha crecido exponencialmente el cultivo de coca desde 2015, las únicas vulnerables frente a organizaciones ilegales que amenazan la estabilidad del país.
El cruel ataque contra el senador Uribe nos duele a los colombianos y ha prendido las alarmas sobre la seguridad de los líderes opositores en el contexto de las elecciones presidenciales y de Congreso de 2026. Este hecho atroz ha sido condenado por múltiples sectores, nacionales e internacionales, como una amenaza directa contra los principios democráticos y el Estado de derecho.
Vivimos además un contexto en que el propio Gobierno impone un tono polarizante y una retórica de confrontación constante contra medios de comunicación, partidos opositores, sectores productivos y contra otras ramas del Estado. Esto, sumado a la falta de logros en el desmantelamiento de estructuras criminales, genera mucha incertidumbre y no ofrece una perspectiva de confianza en el futuro.
Es un momento crítico para la institucionalidad. El país espera que la Fiscalía y la justicia puedan actuar con independencia y transparencia total para identificar a los responsables del atentado contra Miguel Uribe y asegurar que no se repita la impunidad vivida en el pasado; que las autoridades electorales y las instituciones de seguridad ofrezcan las garantías que requiere la oposición para su participación electoral; que los ciudadanos cuenten con la protección requerida y no se vean amedrentados por expresar sus opiniones; y que el Ejecutivo demuestre que no hay tolerancia con la violencia, venga de donde venga.
En toda sociedad hay conflictos políticos y sociales, y su solución pacífica depende de que opere una institucionalidad democrática sólida. Y por institucionalidad entendemos marcos constitucionales y leyes que se respeten a plenitud; una justicia eficaz para resolver las diferencias; controles que erradiquen la corrupción para que los recursos públicos se inviertan en desarrollo y el bienestar; una fuerza pública capaz de proteger a la población; y un debate democrático con elecciones libres, justas y transparentes, en el que se encuentren todos los puntos de vista para construir país. Sin esa institucionalidad, no habrá seguridad ni paz real.
Psicóloga de la Universidad del Valle con Maestría en Ciencia Política de la Universidad Javeriana, Estudios en Negociación de Conflictos, Mediación y Asuntos Internacionales. Columnista, concejal de Cali durante 2 períodos y senadora de la República durante 16 años. Presidenta del Congreso de la República, Ex embajadora de Colombia ante las Naciones Unidas, Ex ministra de Relaciones Exteriores.