San Juan 16, 12-15

Por Monseñor Alexánder Matiz Atencio, Obispo de Buga

En este domingo, 15 de junio, celebramos como Iglesia la Solemnidad de la Santísima Trinidad, misterio central de nuestra vida de fe cristiana. Así lo pregona el prefacio de este día: “al proclamar nuestra fe en Dios, adoramos tres personas distintas, de única naturaleza e iguales en dignidad”, es decir, un Dios único, un Dios que es amor y no soledad, un Dios que es familia en la comunión de personas y en su nombre todos los bautizados hemos sido llamados a vivir como sus hijos.

En este corto, pero profundo texto del Evangelio de San Juan (16,12-15), Jesús como sabe hacerlo con su sabiduría, sigue hablando a sus discípulos y les manifiesta que: “muchas cosas me quedan por decirles, pero ahora no pueden con ellas”, pues bien sabe él que el proceso de seguimiento en la fe, tiene límites y exige tiempo para madurar espiritualmente, Jesús espera el momento oportuno para que con libertad y seriedad se asimile su mensaje salvador; por esta razón, Jesús les hace una promesa, les enviará al Espíritu Santo, al Espíritu de la verdad que los guiará hasta la verdad plena, es decir, el espíritu que viene a hacer presente y actual lo que Jesús les enseñó.

Es evidente en este texto, que Jesús comparte con sus discípulos todo lo que ha recibido del Padre por medio del Espíritu Santo, por lo tanto, en la Trinidad hay una comunión plena de amor, igualdad, participación y verdad; nuestra vida cristiana debe ser vivida en la escucha consciente de la Palabra de Dios, en fidelidad y en apertura constante a la acción del Espíritu que viene a ayudarnos a vivir su mensaje de salvación y a dar testimonio de Él, cuando así nos lo exija el mundo de hoy.

Celebrar la Solemnidad de la Santísima Trinidad hoy, es para nosotros la oportunidad para contemplar y vivenciar ese misterio que en sus tres personas ha actuado y sigue actuando en la historia de la humanidad y en la vida de cada uno de nosotros; al haber sido creados a imagen y semejanza de Dios, el ser humano solo se realiza en su apertura, donación y entrega total a los demás, pues, por su misma naturaleza el hombre no fue creado para vivir solo, sino para vivir en comunidad.

Pidamos al Dios Trino, que, a ejemplo de los discípulos, también hoy tengamos una actitud humilde y abierta, para entender y aprender en este camino de crecimiento y seguimiento al Señor, y que sea el Espíritu Santo quien nos ilumine y guíe para que podamos permanecer vigilantes y atentos al querer de Dios. No estamos solos, Jesús nos lo aseguró: “yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”, (Mt 28, 20).