Opinión
Revolcón ministerial
“El cambio” no se puede hacer a la brava, sino construyendo, dialogando y concertando, siempre con moderación y sin radicalización
Lanzarse a la política para lograr ser elegido presidente, o resultar nombrado ministro, es muy difícil. Normalmente, el proceso toma décadas de grandes esfuerzos, estudios, trabajo y sacrificios. No obstante, aun cuando parezca contraintuitivo, es más difícil gobernar que ser elegido o nombrado.
En la medida en que avanza la democracia, las elecciones presidenciales son de opinión, para lo que se necesita narrativa y discurso, pero, sobre todo, propuestas adecuadas y en sintonía con el momento y el electorado. La última elección presidencial fue resuelta en un ‘tête à tête’, que arrojó un ganador con el 50,47% de los votos. Fue un triunfo claro, más no fue arrollador o totalmente mayoritario. Hay que tener en cuenta que para el 2022, Colombia contaba con un total de 51,6 millones de habitantes y el censo electoral era de 38 millones. Esto quiere decir que solamente el 29,7% del censo electoral y el 21,9% de total de los colombianos votaron por el ganador.
Esto significa que, aun cuando ganó un candidato y sus programas, ni él ni estos fueron aprobados mayoritariamente. Además, la segunda vuelta implicó recoger apoyos de otros sectores, con otras ideas, por lo que los programas del ganador no son necesariamente lo que quiere su coalición, o la mayoría de los colombianos, o los más convenientes, o que tengan per se el respaldo político para hacerlos realidad.
Con esto en el partidor, muy hábilmente, el Gobierno estableció una sólida coalición con amplias mayorías. El gabinete, en cierta forma, la evidenciaba. No obstante, hizo agua, debido a las diferencias políticas e ideológicas de la coalición y los roces al momento de estudiar y aprobar las leyes en el Congreso. Es ahí, precisamente, donde se dificulta el trabajo del gobernante y sus ministros, pues se deben conseguir los apoyos, por el mérito de las propuestas o, en caso contrario, concertar para hacerlas mejores o más adecuadas. En ese momento es cuando aparece la magia de los gobernantes y la política, para llegar a acuerdos dentro de lo conveniente y lo posible. Dice un expresidente colombiano que la clave está en la moderación, lo que permite el diálogo y la generación de consensos. Nadie podría estar en desacuerdo, aun cuando el diálogo no puede ser de sordos. No solo hay que oír, sino también escuchar. No solo es prestar atención, sino también abrazar y hacer propio, en cierta forma, el consejo o posición del contradictor.
En conclusión, “el cambio” no se puede hacer a la brava, sino construyendo, dialogando y concertando, siempre con moderación y sin radicalización. Decía un experto en historia y política española, en una conferencia sobre la guerra civil de 1936, que el diálogo, la tolerancia y el respeto al contradictor son la gran enseñanza histórica y nos llega como un fresco mensaje en estos momentos.
Así, después de este revolcón ministerial, donde aparentemente se perdió la coalición de gobierno por la vía institucional, no es el momento de redoblar la apuesta del populismo y el balcón. Es el momento de demostrar, por parte del presidente y sus ministros, dotes de estadistas, para dialogar, acordar y no polarizar, en beneficio de todos los colombianos.