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Quítate tú...
No hay palabras más precisas que las de ese coro montunero para definir lo que estamos viendo estos días: la forma más refinada de una guerra inédita por la supremacía mundial.

Ossiel Villada
Periodista y economista. Está vinculado desde hace 24 años a El País, donde hoy ejerce como Jefe de Redacción Online. Melómano apasionado, autodidacta obsesivo y enamorado eterno de Cali. Nadie le quita 'lo bailao'
11 de abr de 2025, 02:09 a. m.
Actualizado el 11 de abr de 2025, 02:09 a. m.
Tengo esta manía de ir siempre por la vida buscando melodías que me ayuden a asumir, a entender, a digerir la compleja realidad del tiempo que nos tocó vivir. Trauma de un músico frustrado que terminó haciendo periodismo y estudiando economía para ejercer su sagrado derecho a preguntar, a dudar, a pensar; y, de paso, ganarse el pan nuestro de cada día.
Y esta mañana, viendo en las noticias la ‘foto’ de la guerra arancelaria con la que Estados Unidos y China están a punto de mandarnos a todos al carajo, vino a mi memoria una vieja melodía salsera que las leyendas del sello Fania inmortalizaron por allá en 1971.
“Quítate tu, pa’ ponerme yo, quítate tú…”, dice el coro pegajoso del son montuno que cantaban Johnny Pacheco, Cheo Feliciano, Pete ‘conde’ Rodríguez y otros, en esa noche de concierto mágico en el club Cheetah, de Nueva York.
No hay palabras más precisas que las de ese coro montunero para definir lo que estamos viendo estos días: la forma más refinada de una guerra inédita por la supremacía mundial. “Quítate tú, pa’ ponerme yo”, se dicen con tono amenazante Washington y Beijing, mientras el resto de los mortales vemos la escena con el terror de quien ya sabe que de ese tropel saldrá, inevitablemente, con un hueso roto. La guerra del ‘quítate tú, pa’ ponerme yo’ se libra hasta ahora con armas llamadas aranceles, que no son más que impuestos aplicados al comercio de todas las mercancías que se mueven por el mundo.
Pero, como en toda guerra, en esta hay algo más allá de lo que nos dicen las noticias. Y, con el paso de las horas, Donald Trump lo ha dejado cada vez más claro. Su batalla no es por las reglas del comercio en sí mismo, sino por el ecosistema mundial de producción.
Lo que le interesa es repatriar los enormes capitales que han invertido las multinacionales gringas en otras latitudes, fortalecer la productividad de su país, eliminar la creciente dependencia que tiene de China y reducir la influencia de Beijing sobre el resto del mundo.
Confieso que me ha causado un poco de risa ver las afanosas reacciones de nuestros gobiernos y líderes frente a este incendio inusitado. En Colombia, por ejemplo, a inicios de esta semana abundaban los vaticinios de que íbamos a ser más competitivos que países como Vietnam, porque a ellos les pusieron un arancel de 46%, mientras que a nosotros solo de 10%.
Todo eso se cayó ayer, cuando Trump cambió de nuevo el libreto y anunció una tregua de 90 días en su decisión inicial. Con lo cual volvimos a quedar igual. O tal vez peor, porque Vietnam tiene cartas para negociar y nosotros no, aunque en Casa de Nariño creen que sí. Trump se divierte, nos arrincona “como juega el gato maula con el mísero ratón”, y es mejor no llamarse a engaños: no hay forma de salir bien librados de esto, al menos ahora.
Pero lo que sí deberíamos hacer es aprovechar el momento y generar una gran reflexión nacional sobre cómo cambiar nuestro modelo de desarrollo.
Porque la dura, la triste, la irrefutable realidad, es que hemos evolucionado muy poco. Nuestra economía, como en el siglo pasado, sigue dependiendo principalmente de la producción de unas cuantas materias primas básicas, tiene una oferta exportadora poco diversificada y llega a muy pocos mercados. Lo cual nos pone en la cuerda floja cada vez que el precio del petróleo cae, como está ocurriendo ahora, y nos expone a los efectos de dictaduras arancelarias como la que se inventó Trump.
Si algo debería dejarnos este momento, es claridad: Colombia necesita desarrollar y acumular ventajas competitivas de largo plazo, tal como lo hizo China décadas atrás. ¿Qué vamos a hacer para lograrlo? Yo, hasta ahora, no oigo a ningún precandidato presidencial hablando de esto. Los veo a todos en las nubes, cantándole a Petro el mismo estribillo que nos dejó la Fania: “Quítate tú, pa’ ponerme yo…”
Ossiel Villada
Periodista y economista. Está vinculado desde hace 24 años a El País, donde hoy ejerce como Jefe de Redacción Online. Melómano apasionado, autodidacta obsesivo y enamorado eterno de Cali. Nadie le quita 'lo bailao'
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