Columnista
¿Qué tipo de mentalidad está cultivando?
La mentalidad de crecimiento parte de una premisa distinta, donde podemos desarrollar nuestras capacidades con esfuerzo...

13 de may de 2025, 02:25 a. m.
Actualizado el 13 de may de 2025, 02:25 a. m.
Cuando Carol Dweck comenzó a estudiar por qué algunos niños perseveraban frente al fracaso, mientras otros se rendían fácilmente, estaba tratando de entender cómo las creencias que tenemos sobre nuestras capacidades influyen en lo que somos capaces de lograr. Su investigación, consolidada en el concepto de ‘mentalidad de crecimiento’, cambió la forma en que hoy entendemos el aprendizaje, la motivación y el potencial humano.
Dweck, psicóloga de la Universidad de Stanford, identificó dos tipos de mentalidad. La mentalidad fija asume que nuestras habilidades son inmutables; es decir, se nace con cierta inteligencia, cierto talento, y no hay mucho que hacer al respecto. En cambio, la mentalidad de crecimiento parte de una premisa distinta, donde podemos desarrollar nuestras capacidades con esfuerzo, práctica y estrategias adecuadas. La diferencia entre ambas parece sutil, pero sus implicaciones son profundas. En experimentos con estudiantes, por ejemplo, Dweck demostró que aquellos que recibían elogios por su esfuerzo, en lugar de por su inteligencia, mostraban mayor motivación, aceptaban mejor el error y mejoraban su rendimiento académico a largo plazo.
Este principio se aplica tanto en el salón de clases como en el mundo laboral. En la educación, adoptar una mentalidad de crecimiento significa cambiar la manera en que evaluamos, retroalimentamos y acompañamos el proceso de aprendizaje. No basta con dar una nota; un comentario como “veo que te esforzaste mucho desarrollando este argumento” le dice al estudiante que su crecimiento es valioso. En lugar de penalizar el error, deberíamos usarlo como punto de partida: ‘¿Qué aprendiste que antes no sabías?’ o ‘¿Qué harías diferente la próxima vez?’, son preguntas que generan procesos reflexivos positivos en el estudiante.
En los equipos de trabajo, la mentalidad de crecimiento transforma la cultura organizacional. Líderes que comparten sus propios errores, que promueven espacios para hablar de lo que no salió bien, y que reconocen el progreso, incluso cuando aún no hay resultados finales, están sembrando terreno fértil para la innovación. Empresas como Google han institucionalizado prácticas como las ‘fail-forward sessions’, donde el error no se oculta, sino que se estudia, se reflexiona y se convierte en conocimiento colectivo.
El cambio comienza en lo cotidiano. Un padre que dice “no lo sabes… todavía” en lugar de “esto no es lo tuyo”, un profesor que celebra el esfuerzo más que la nota, un jefe que pregunta “¿qué aprendiste de esto?”, en lugar de solo pedir resultados: todos ellos están sembrando la semilla de una cultura que no teme al desafío, que no se rinde ante el error y que entiende que el potencial no es un punto de partida, sino un camino que se construye.
Por esto, debemos ser conscientes de qué tipo de resultados queremos en nuestros hijos y en nuestros equipos de trabajo. La pregunta no es solo qué mentalidad tienes tú, sino cuál estás ayudando a cultivar en los demás. Porque entre decir ‘no puedo’ y decir ‘aún no puedo’, se esconde toda la diferencia entre rendirse y crecer.