Columnistas
Oídos sordos
He insistido desde hace más de 30 años en la necesidad de establecer un sistema de financiación total de las campañas presidenciales y ojalá de las demás.
![Fernando Cepeda Ulloa](https://www.semana.com/resizer/v2/TZKXVRIJ4BGUHMLXKCSFO3MBBU.jpeg?auth=83525134668844a56d14c7827dca021127828ec15404b07aec1bd92135271efe&smart=true&quality=75&width=1280&height=720)
Estos últimos días nos han traído informaciones deplorables sobre temas que uno esperaría que hubieran merecido alguna consideración y que, por lo tanto, dan lugar a formular interrogantes sobre qué es lo que nos pasa, por qué subestimamos estudios que si hubieran sido tomados en cuenta habrían podido ayudar a mitigar y quizás a evitar, por ejemplo, una explosión tan dramática como la que estamos observando en la frontera colombo- venezolana. Lo propio se podría decir de nuevas informaciones sobre la financiación de la campaña presidencial del 2022 y, también, sobre las nuevas presentaciones que se hacen con perspectiva internacional sobre cómo la corrupción sigue empeorando en Colombia.
En los tres casos se pueden mostrar investigaciones y publicaciones, algunas con amplio respaldo de la academia internacional, que presentan sugerencias para lidiar con problemas que pareciera que ya estamos acostumbrados a que sean así y que de vez en cuando los presentan con mayor dramatismo. Uno tiene la sensación de que hay mucho ruido pero poco interés en afrontar con el conocimiento existente situaciones que cada día contribuyen a crear una imagen deteriorada de la democracia colombiana, con las graves consecuencias que ello tiene para la generación de confianza entre los ciudadanos frente a sus instituciones, sus gobernantes y la formulación de políticas públicas.
Asombra, en el caso dramático del Catatumbo, que no se hayan tomado en cuenta las complejas reflexiones, muy lúcidas, de la distinguida profesora de la universidad de Oxford doctora Annette Idler, directora del programa ‘El nuevo carácter de la guerra’. Es lo que describió en su libro titulado ‘Fronteras rojas, una mirada al conflicto y el crimen desde los márgenes de Colombia, Ecuador y Venezuela’, un trabajo de 700 páginas que le tomó una década, para cuya elaboración arriesgó su vida muchas veces. Pero, entre nosotros, como que nos asustan las 700 páginas y con gusto colocamos el libro en un estante y nos olvidamos de él.
Lo propio podría decir con respecto a la financiación de las campañas políticas. Cuando regresé de mi posgrado en Estados Unidos escribí en la revista Arco, ya desaparecida, mi primer artículo y este se refería a la financiación de la política en los Estados Unidos. Desde entonces he tenido una preocupación obsesiva por el tema. He publicado libros, ensayos, columnas... y tengo que reconocer que no ha servido absolutamente para nada.
He insistido desde hace más de 30 años en la necesidad de establecer un sistema de financiación total de las campañas presidenciales y ojalá de las demás. Es un tema que no es bien aceptado en reuniones internacionales pero considero que en un país plagado de crimen organizado como es Colombia es indispensable preservar la integridad de nuestra democracia frente a los apetitos desorbitados de estas organizaciones que requieren del apoyo del poder institucional para consolidar y magnificar las ganancias de su negocios ilícitos. Tenemos investigaciones que no culminan sobre varios presidentes y candidatos a la primera magistratura y nos parece que eso es normal, que es una gran cosa que existan esas denuncias, sin darnos cuenta del inmenso daño que ello ocasiona al proceso democrático y a la credibilidad de los ciudadanos en su gobierno.
De la misma manera, podría hablar sobre la corrupción, con respecto a la cual ya he anunciado varias veces que estoy dispuesto a no seguirla tratando por la inutilidad de las recomendaciones. Ni las más elementales se toman en cuenta. Se traen expertos internacionales, se hacen fotografías para dejar testimonio visual de los esfuerzos en la lucha contra la corrupción y sus recomendaciones tampoco se toman en cuenta. Y lo poco que se hace tiene ya limitaciones bien conocidas y lo que resulta más eficaz ni siquiera se considera. Así vamos. Y así no llegaremos muy lejos.
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