Columnistas
OEA en su encrucijada
El secretario de Estado, Marco Rubio, ya le envió un mensaje claro a Ramdin: Cuba, Venezuela y Nicaragua son una amenaza para la región.

El día de ayer, al actual canciller de Surinam, Albert Ramdin, fue elegido por consenso como nuevo secretario general de la OEA tras el retiro de la candidatura del paraguayo Rubén Ramírez Lezcano, quien no logró convocar apoyo importante. Ramdin sucede al uruguayo Luis Almagro, otrora canciller de Pepe Mujica, quien en mayo próximo completa su segundo y último periodo de cinco años al frente de la entidad.
La elección que no suscitó mayor interés se decantó en la última semana tras el anuncio de Colombia, Brasil, Uruguay y México de apoyar al surinamés quien había congregado los votos de las islas del caribe las que a pesar de que su población no llega al 2 % del total de América, sus 15 países pesan en votos. En términos generales, Ramdin obtuvo el aval de los gobiernos de izquierda, mientras que Estados Unidos, país que cubre el 50 % del presupuesto de la OEA no manifestó apoyo alguno. Sin embargo, el secretario de Estado, Marco Rubio, ya le envió un mensaje claro a Ramdin: Cuba, Venezuela y Nicaragua son una amenaza para la región.
En el ultra fracturado entorno político latinoamericano, los desafíos del nuevo secretario, quien tiene una larga carrera en la OEA donde comenzó sirviendo a César Gaviria, son mayúsculos, si es que a alguien aún le importan. Primus, entre pares, el tema de Venezuela que ha gravitado sobre la OEA desde los tiempos en que Chávez cerraba emisoras y arrodillaba al entonces secretario del organismo, José Miguel Insulza. Venezuela se encuentra en un limbo jurídico, pues mientras Maduro inició el trámite de retiro, Juan Guaidó asumió el asiento de Venezuela que hoy se encuentra vacante. Ramdin ha sido amigo del ‘diálogo’ con Maduro, ese que hasta ahora nunca condujo a nada.
Pero quizás el mayor desafío que enfrentan la OEA y los países del continente viene de la Casa Blanca: las agresivas políticas comerciales de Trump, su renovada guerra contra los carteles y su persecución sin cuartel a los emigrantes ilegales la gran mayoría de los cuales vienen del sur del Río Grande. Dada la omnipresencia de Washington en el organismo, y lo casi inocuo de Canadá, que nunca miró para acá, excepto su corto periplo en el grupo de Lima, no es extraño que los países de América Latina y del Caribe busquen crear mecanismos de integración alternativos.
Varios son los intentos que se han hecho, pero en el fracturado entorno geopolítico latinoamericano pretender una unión que no ha existido nunca, han terminado estos en fracasos disfrazados de buenas intenciones o designios ideológicos. La Unasur de Chávez y Lula, fenecida hace años, aunque sus exequias oficiales no se han llevado a cabo y hay quienes guardan la esperanza de revivirlo para conseguir puesto. La Celac ‘hizo el oso’ hace pocas semanas, cuando su presidente pro tempore, la mandataria hondureña Xiomara Castro, convocó a una cumbre para discutir las posturas sancionatorias de Trump contra algunos países para cancelarla al día siguiente por ‘falta de consenso’. Su próxima cumbre será en Colombia, que ya asumió la presidencia. Veremos quién llega y quién no.
Latinoamérica nunca ha sido un jugador geopolítico de peso alguno, desde que tuvo un rol fundamental en la creación de Naciones Unidas. En el continente han primado divisiones de todo tipo y la necrología ideológica que no deja morir doctrinas fracasadas, siendo el chavismo su zenit. Queda la OEA fundada en Bogotá en 1948, como ente regional en el que se ventilan los problemas, sin que en la mayoría de los casos se logren consensos. Imagínense lograrlos hoy en un continente con Milei, Bukele, Lula, Petro y Boric. Dura tarea le espera a Ramdin.
Regístrate gratis al boletín de noticias El País
Te puede gustar