Columnistas
Moncho y Teófilo
Para recordar a Monseñor Gerardo Valencia Cano y al folclorólogo Teófilo R. Potes.

22 de may de 2025, 02:29 a. m.
Actualizado el 22 de may de 2025, 02:29 a. m.
Era menudo, de hablar pausado, vestido caqui de obrero, botines de campo y vida austera. No llevaba anillo episcopal. Decían que lo había dejado en una casa de empeño para favorecer a una familia de pobres. Caminaba por Buenaventura como un nativo más; iba hasta el fondo de las cocinas y probaba los guisos. Conocía a todos por su propio nombre y en las noches paralizaba al puerto con su programa radial ‘Buenas Noches’, en el que daba consejos para preferir las telas de algodón que se fabricaban en el país, y no las etaminas que llegaban en los barcos. Fue el primero en denunciar que ante la tala inmisericorde de los bosques del Pacífico, iban a desaparecer las maderas preciosas que llegaron a tener precio de oro: chaquiro, sajo, otobo, mangle, tangare, guacayán, chachajo, chanul. Un día amaneció obsesionado con la creación de colegios; sabía que en la educación estaba la primera clave del progreso y de la convivencia. Así, creó la Escuela de Artes y Oficios, la Industrial San José, el Instituto Femenino La Anunciación, el Juan de Ladrilleros –también para señoritas- y el Hogar de Jesús Adolescente, entre otros, este último para amparar a los niños huérfanos del litoral. Hizo un acuerdo con los teatros; entonces Buenaventura tenía cuatro teatros; el Buenaventura, el Caldas, el Morales y el Junín, y cada domingo traía a los niños al matiné. Inspiró a algunos para seguir el camino sacerdotal, y los matriculó en el Seminario de Yarumal.
Alguien con esa fuerza transformadora era Monseñor Gerardo Valencia Cano, el mismo que acudía presto a los hogares donde acababa de fallecer el jefe de familia, para prestar servicio apostólico a las viudas y sus hijos. Falleció en un accidente aéreo. Me veo ahora a mis 16 años detrás de su féretro tocando ha muerto con mi tambor en la banda de guerra del Colegio Pascual de Andagoya, o entonando el Himno del Vaupés, a donde fue destacado antes de venir a Buenaventura para reemplazar en el vicariato al sacerdote José Ramón Bejarano. El Hermano Gerardo, o ‘Moncho’, como se le llamaba familiarmente en Buenaventura, conmemora en este 2025 los 108 años de su nacimiento. José Manuel Cantero Recio, quien en sus últimos años fuera notario en Buenaventura, publicó un libro sobre su vida y obra.
El Obispo fue fundador del grupo ‘Golconda’, sacerdotes que se alzaron la sotana y decidieron abrazar la denominada Teología de la Liberación, inspirada, entre otros clérigos, por el Obispo de Recife, Brasil, Hélder Câmara y por el ex franciscano Leonardo Boff. Los ‘curas rebeldes’ de entonces, serían hoy solo un kínder de muchachos desaplicados ante las tesis audaces que promulgaba el Papa Francisco: “Por las venas de Cristo corría sangre pagana…”.
El Centenario del inolvidable Obispo de Buenaventura, pasó sin pena ni gloria, como el de uno de los pioneros e inspiradores de la cultura del Pacífico colombiano y su música: Teófilo Roberto Potes. Alto, delgado, llevaba siempre camisa blanca amarrada a la cintura y pantalón del mismo color arremangado en la rodilla, como los pescadores. Prefería ir descalzo. Tenía voz de barítono –había sido locutor- y en su casa lacustre del barrio Venecia de Buenaventura, junto al mercado de Pueblo Nuevo, hacía diariamente su pedagogía de currulao y valores culturales, para quien quisiera escucharlo. Por su casa pasaron los primeros etnomusicólogos del mundo, como lo registra ahora el investigador Michael Birembaum Quintero, profesor de la Universidad de Boston. Birembaum tuvo acceso a las grabaciones que hizo uno de estos académicos en los años 60, al tiempo que siguió su itinerario vital por varias naciones latinoamericanas y por el Nueva York de la célebre coreógrafa Katherine Dunham, a cuya compañía perteneció Potes.
Tan importante para el folclor del Pacífico como Petronio Patricio Romano Álvarez y Enrique Urbano Tenorio ‘Peregoyo’, Teófilo Potes conmemora los mismos años de natalicio en este 2025.
Que no los cobije el olvido.
Medardo Arias Satizábal, periodista, novelista, poeta. En 1982 recibió el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar en la categoría Mejor Investigación. En tres ocasiones fue honrado con el Premio Alfonso Bonilla Aragón de la Alcaldía de Cali. Es Premio Nacional de Poesía de la Universidad de Antioquia, 1987, y en 2017 recibió el Premio Internacional de Literaturas Africanas en Madrid, España.