Columnistas
Majestad del Estado
Las más fuertes confrontaciones se pueden tramitar en un ambiente caracterizado por la tolerancia, el respeto hacia los contradictores...
No se puede pasar por alto el homenaje que la sociedad chilena le rindió al expresidente Sebastián Piñera. Un país bastante ideologizado y en eso hace un fuerte contraste con Colombia, demostró en este triste momento de la desaparición sorpresiva y temprana del expresidente Piñera, que su tradición democrática y la civilidad que lo han caracterizado no han sufrido mengua, no obstante situaciones tan controvertidas como el régimen del Presidente Allende o el régimen del Presidente y dictador Pinochet.
Hubo exiliados de las principales corrientes políticas que sufrieron mucho, ellos y sus familias. Quizás hubo un aprendizaje que ha permitido que un joven de izquierda haya podido soportar la derrota de dos consultas populares con respecto a dos reformas constitucionales que no supieron recoger un auténtico consenso nacional. La ideologización característica de los chilenos estaba en evidencia, pero me parece, que lo que ha ocurrido coloca el Sentido del Estado y el respeto hacia la historia, que en Chile tiene mucha más significación que entre nosotros, en un lugar eminente.
Los días que transcurrieron después del accidente mortal que le puso fin a la fecunda vida del expresidente Piñera han sido una exhibición de alta cultura política y de un buen Sentido del Estado. El punto culminante fue la ceremonia religiosa en la cual participaron como voceros, aparte de sus más cercanos familiares, dos expresidentes, Eduardo Frei y la señora Michelle Bachelet, el primero demócrata cristiano, la segunda representante de una fuerza política de izquierda y ambos presidentes durante el periodo que se llamó La Concertación.
Los discursos de estos dos distinguidos representantes de fuerzas políticas contradictorias ya eran una excelente señal. Pero lo que le dio un sello del más alto nivel de respetabilidad política a este funeral fue el tranquilo y excelente discurso del Presidente de la República chilena, representante de un frente amplio de izquierda, quien no solamente hizo un elogio de la trayectoria de Sebastián Piñera sino, también, de su gestión presidencial, de su apertura hacia otras formas de pensamiento político, su buen trato a sus opositores.
El propio Presidente de la República, uno de ellos. Tuvo el coraje de mencionar cómo en momentos difíciles consultó al expresidente Piñera, quien generosamente ofreció consejos de mucho valor que el Presidente Boric apreció debidamente. Una ceremonia religiosa muy digna, respetuosa, en la cual ese discurso presidencial fue varias veces aplaudido con sinceridad y fervor por los asistentes. Otra admirable señal de una apreciable cultura política.
Se diría que todo ello fue un espectáculo de buenas maneras. Una cualidad que nunca debe dejar de acompañar la lucha política, la confrontación de ideas, el comportamiento frente a los adversarios. Cuando se pierden las buenas maneras se debilita el respeto hacia las autoridades, hacia las instituciones y hacia las decisiones claves en un sistema político. Las más fuertes confrontaciones se pueden tramitar en un ambiente caracterizado por la tolerancia, el respeto hacia los contradictores, la necesaria contemplación de los argumentos de los adversarios y la aceptación de los resultados conforme a las reglas que rigen un sistema político. Lo que anticipa que pronto la violencia hará presencia es el vocabulario descompuesto, el irrespeto hacia los demás, el desprecio por otras visiones y opiniones.