Columnistas
Los operadores autoritarios
Son los operadores políticos, estrategas, consejeros, ‘hombres fuertes’ que nunca han ganado una elección...

23 de jul de 2025, 02:24 a. m.
Actualizado el 23 de jul de 2025, 02:24 a. m.
En América Latina el verdadero poder se mueve entre pasillos y oficinas cerradas, donde los nombres no aparecen en las portadas, pero sus órdenes marcan el pulso de las instituciones. Son los operadores políticos, estrategas, consejeros, ‘hombres fuertes’ que nunca han ganado una elección, pero terminan decidiendo el rumbo de un gobierno y a veces, la debacle de una nación.
Vladimiro Montesinos fue el arquitecto del poder en las sombras del Perú noventero bajo el gobierno de Fujimori. Su método fue simple: meterse en la piel del mandatario, sembrar paranoia con constantes alertas sobre posibles intentos de envenenamiento y convertirse en su defensor absoluto. Sabía detectar las debilidades de todos, incluido el presidente. Controló militares, compró congresistas, chantajeó jueces, grabó a sus aliados recibiendo dinero de sus propias manos y creó un comando de aniquilamiento, el Grupo Colina.
Colombia enfrenta hoy la nueva versión de este peligro. Alfredo Saade, autodenominado pastor sin títulos oficiales ni reconocimiento institucional, fue premiado con el cargo de jefe de gabinete tras haber alertado personalmente al presidente Petro sobre un supuesto plan para envenenarlo. ¿Casualidad? Saade no se conforma con la discreción del poder; exige el centro de la escena, imponiéndose y confrontando sin titubeos. Es impaciente y propenso a la extralimitación. No solo levanta el puño y grita ‘reelección’ en pleno Congreso, sino que amenaza a la prensa, exige lealtades incondicionales y promueve mecanismos de control propios de un régimen autoritario.
Como Montesinos, Saade restringe quién puede entrar a la Casa de Nariño, filtra las visitas y controla el flujo de información hacia el Presidente. Ambos han ido más allá de sus funciones, convirtiendo la reelección en su verdadera misión: diseñan estrategias para perpetuar a sus presidentes —cada vez más manipulables— en el poder y así garantizar su propio dominio.
Montesinos y Saade han tratado de presentarse como estrategas autodidactas, forjados más por la astucia que por el tecnicismo académico. Reivindican su capacidad de leer el poder, anticipando jugadas políticas e ignorando los manuales convencionales de la democracia. Esa narrativa de ‘quedarse en el poder más de veinte años’ les permite justificar métodos irregulares por encima de los procedimientos y presentarse como indispensables para asegurar la supervivencia del gobierno que protegen, mientras este innegablemente se debilita.
Detrás de esa supuesta genialidad y fanatismo se esconde la avaricia de poder dictatorial, la institucionalización del personalismo y la arbitrariedad, erosionando la confianza en las reglas democráticas. Sin embargo, ambos gobiernos, el de Fujimori con Montesinos y el Petro con Saade cometieron los mismos errores de cálculo: creer que nadie los reconoce, que atacar países aliados y romper lazos estratégicos no tendría consecuencias. Una torpeza que evidencia no solo improvisación, sino la peligrosa creencia de que las pasiones personales pueden sustituir las relaciones del Estado.
Montesinos y Saade no son anomalías: son síntomas de una debilidad estructural dentro de los gobiernos a los que sirven y una señal de alerta, porque su modus operandi siempre buscará la forma de escabullirse del control ciudadano.
Willy Valdivia Granda es director ejecutivo de Orion Integrated Biosciences y especialista en inteligencia artificial aplicada a la defensa, la salud pública y la seguridad nacional. Con más de 20 años de experiencia, ha colaborado con organismos internacionales, asesorado a la Unión Europea y liderado proyectos en América Latina, Europa, Asia, Medio Oriente y África. Actualmente, también se desempeña como profesor adjunto en una universidad de Estados Unidos.