Columnista
Relojes, televisores e IA
Toda invención viene acompañada de un sinfín de implicaciones.

24 de jul de 2025, 03:21 a. m.
Actualizado el 24 de jul de 2025, 03:21 a. m.
Incluso los pequeños e inofensivos artefactos han provocado enormes y trascendentales revoluciones. Por ejemplo, el reloj. De delicados engranajes y delgadas agujas, este diminuto aparato ha dado forma a la rutina de las ciudades, mediante la regulación en minutos y en horas de la sucesión del tiempo. Dice Lewis Mumford, sociólogo estadounidense, que el advenimiento del reloj coincide con el momento en el que se requirió establecer una rutina social y armónica, en la que todos los ciudadanos de una ciudad actuasen de forma sincrónica. “El sonido regular de las campanas -dice Mumford- trajo una nueva regularidad a la vida del trabajador y del comerciante. Las campanas del reloj de la torre casi determinaban la existencia urbana”. La idea es abrumadora: los relojes, con su tamaño insignificante y su funcionamiento sigiloso, han ofrecido la regularidad colectiva de nuestras sociedades, armonizando nuestros movimientos individuales: nos despertamos cuando el reloj lo ordene. Nos vamos a la cama cuando la máquina indique.
Tal como ocurrió con los engranajes del reloj, los televisores han traído sus propias transformaciones e impactos. Neil Postman, sociólogo y crítico cultural, sostiene que la decadencia del discurso en Estados Unidos, que dejó de ser serio, coherente y racional, para hacerse ridículo, marchito y absurdo, se debe en gran medida al auge de un medio y la decadencia de otro; se reemplazó la imprenta por el televisor, con consecuencias peligrosas y contenidos absurdos. En una conversación radial con Hans Schultz en 1957, Erich Fromm, el psicoanalista alemán, sustentó su crítica contra la televisión en la fascinación que nos provoca y la adicción con la que nos cautiva. Esta fascinación se explica en tanto, dice él, “La televisión me transforma en una especie de Dios. Suprimo la realidad que de hecho me rodea y, en lugar de ella me creo una nueva que surge cuando oprimo el botón. Estoy cercano a Dios, al creador”. Estos mundos, dice Fromm, son tan potencialmente adictivos, como probablemente estúpidos.
Toda invención viene acompañada de un sinfín de implicaciones. Postman asegura que las gafas nos ofrecieron la convicción de que nuestros cuerpos eran mejorables. El lanzamiento del primer satélite artificial por la Unión Soviética, el Sputnik 1 en 1957, trajo consigo, dice Hannah Arendt, filósofa alemana, la certeza de que la Tierra no sería más la cárcel de la humanidad y que cualquier lugar del firmamento podría ser nuestro hogar.
Ayer fue el reloj, la televisión y la llegada de un par de hombres al espacio. Hoy, las conquistas son la inteligencia artificial, las realidades virtuales, los metaversos y la sofisticación de los drones. ¿Qué posibilidades nos podrán ofrecer? ¿Cuáles de sus soluciones nos cautivarán? ¿Qué nuevos problemas traerán? ¿Qué peligros asumiremos para saborear las posibilidades que nos puedan regalar?