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La otra mejilla

Hay que volver los ojos a una enseñanza que atraviesa los siglos como un hilo de luz en medio de la tormenta: ‘Si alguien te golpea la mejilla derecha, muéstrale la otra’.

Angela Cuevas de Dolmetsch
Angela Cuevas de Dolmetsch | Foto: El País

13 de jun de 2025, 03:16 a. m.

Actualizado el 13 de jun de 2025, 03:16 a. m.

El atentado contra el candidato a la presidencia Miguel Uribe Turbay llega como un campanazo en el alma, el desenlace de los odios encontrados, donde el insulto y la intolerancia son el pan de cada día. Por error envié una invitación a la exposición de mi esposo Francois Dolmetsch a un teléfono desconocido y la respuesta fue contundente: “Mándeselo a su propia madre.” “Tranquilo”, le escribí, y le envié un corazón.

En un país donde la palabra se ha convertido en daga y la opinión en barricada, donde los púlpitos de la política se confunden con trincheras y las diferencias se interpretan como afrentas personales, hay que volver los ojos a una enseñanza que atraviesa los siglos como un hilo de luz en medio de la tormenta: ‘Si alguien te golpea la mejilla derecha, muéstrale la otra’.

Dar la otra mejilla es el acto de bondad en un mundo herido por la retaliación. Es, quizás, el mayor acto de libertad interior. Porque solo quien ha vencido el rencor está en condiciones de mirar al otro, al adversario, al detractor, incluso al agresor como a un semejante.

En la Colombia de hoy, de odios enquistados y narrativas incendiarias, esa enseñanza del Evangelio vuelve a sonar con urgencia para todos los que aún creemos que el país es un proyecto común. La polarización convierte la política en campo de batalla moral, nos ha robado la capacidad de disentir sin destruir, de debatir sin deshumanizar.

Dar la otra mejilla no es callar ante la injusticia, es responder a la ofensa sin duplicarla. Es cortar el ciclo de la violencia simbólica y real que ha alimentado nuestra historia. ¿Qué pasaría si quienes lideran los destinos de Colombia dejaran de hablar con el ceño fruncido y el dedo acusador, y se atrevieran, aunque solo fuera por un instante, a hablar desde la compasión?

Cristo lo sabía: devolver golpe por golpe perpetúa la ruina del alma. Y la política, cuando se hace con el alma rota, no edifica, destruye. A lo largo de la historia, han sido los gestos de perdón, no las venganzas gloriosas, los que han cambiado el curso de los pueblos. Desde Mandela en Sudáfrica hasta Gandhi en la India, la decisión de no responder con odio ha tenido más poder que mil ejércitos.

Hoy Colombia necesita ese tipo de valentía. La valentía de escuchar al otro sin preparar la respuesta. La valentía de bajarle el volumen al grito para escuchar el murmullo del dolor ajeno. La valentía de recordar que, por encima de toda ideología, somos seres humanos con la misma sed de justicia, de paz y de sentido.

Dar la otra mejilla es una rebelión silenciosa contra el odio que nos desgarra. Es el gesto del que, sabiendo que tiene la razón, elige no imponerla. Es el principio cristiano que, si se encarnara en nuestra vida pública, podría comenzar a sanar las heridas profundas de esta nación que clama, desde hace décadas, por un poco de amor.

Profesión Abogada, PhD en Gobierno de la London School of Economics. Fue directora del programa de TV el Agora y la Lupa. Miembro de La Comisión Preparatoria sobre Administración Pública de La Asamblea Nacional Constituyente 1991. Promotora y madre del Artículo 40 de la Constitución o Ley de cuotas 1991. Miembro del Comité Asesor de Poder de “El País” 2010. Escribe para el periódico desde el 2005.

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