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Carta al país que quisiera

Un país que entendiera que la crítica no es odio y que defender la institucionalidad no significa defender lo injusto...

Claudia Calero, presidenta de Asocaña, entregó un balance positivo de 2024 y habló de los retos de la agroindustria para 2025.

Foto: Juan Carlos Sierra-Revista Semana.
Claudia Calero, presidenta de Asocaña, entregó un balance positivo de 2024 y habló de los retos de la agroindustria para 2025. Foto: Juan Carlos Sierra-Revista Semana. | Foto: JUAN CARLOS SIERRA PARDO

14 de jun de 2025, 03:14 a. m.

Actualizado el 14 de jun de 2025, 03:14 a. m.

Querido país,

Te escribo con la certeza de que hay algo en ti que vale la pena despertar. En medio del ruido, la rabia, los discursos cruzados y los bloqueos (de carreteras, de ideas, de corazones), te escribo porque todavía creo en ti. No en el país de los mapas, sino en el que madruga, que siembra… que trabaja.

Te escribo desde un lugar donde no se oyen los gritos de Twitter, pero sí el murmullo del viento, los pájaros y la voz de un campesino que sabe que la vida se sostiene paso a paso, sin rendirse. Ese lugar es el campo de Colombia.

Y desde aquí te digo, yo quisiera un país que volviera a valorar las buenas formas. Un país que entendiera que la crítica no es odio y que defender la institucionalidad no significa defender lo injusto, sino creer en reglas claras y juego limpio. ¿Cuándo dejamos de escuchar sin tachar al otro de enemigo?

Yo quisiera un país que cuidara su manera de hablar. Porque el lenguaje construye realidades. Un país donde no se normalice el sarcasmo cruel, ni se confunda la burla con valentía o el insulto con coraje. En el país que sueño, se conversa antes de pelear y se coopera antes de imponer.

También quisiera un país donde la vida no se apague con rabia, donde no se castigue el liderazgo con la muerte, donde a nadie se le calle el futuro con un disparo. Un país donde vivir no sea un acto de riesgo.

Y lo escribo justo hoy, cuando el país vuelve a vestirse de luto. En Cali, en el Valle, en el norte del Cauca, se llora lo que nunca debió repetirse. Y en Bogotá, el atentado contra el senador Miguel Uribe Turbay nos enfrenta a una verdad dolorosa: hemos vuelto a sentir el miedo de los años más oscuros, cuando pensar distinto podía costar la vida. Porque cuando se atenta contra una persona, se hiere la esperanza de que este país pueda debatir sin destruirse.

Y por eso, más que nunca, quisiera un país que entienda que el poder no es un megáfono, sino un servicio silencioso.

Te lo confieso, país: hay días en los que me canso. Días en los que siento que nos estamos extraviando, que cada uno empuja para su lado, que se premia la viveza por encima del bien común. En los que las buenas noticias no alcanzan a cubrir la desesperanza.

Pero entonces retomo las conversaciones sencillas y el rostro de quienes no se dan por vencidos… y ahí vuelvo a creer. Eres el país de las madres que hacen milagros con poco, de los trabajadores que madrugan sin que los aplaudan, de los empresarios que insisten aun cuando todo parece en contra, de los médicos y maestros que curan y enseñan generosamente.

Eres el país que todavía se da la mano. Que cocina en comunidad. Que hace ‘una vaca’ para pagar una caseta comunal. Que se ríe incluso en la adversidad.

Por eso te escribo. Porque no quiero perderte. Y porque aún confío en que este país puede volver a encontrarse y a reconocerse. Te escribo porque sigue habiendo personas que no renuncian a la esperanza serena.

Y yo soy una de ellas. Yo quisiera un país que no compitiera por quién grita más, sino por quién construye mejor. Que no renunciara a la política, sino a la politiquería.

Quisiera un país que entienda que la compostura no es callar, sino saber cómo y desde dónde actuar. Te escribo como ciudadana, como mujer, como mamá. Como alguien que ha visto lo que se rompe… y también lo que se puede reconstruir.

Te escribo desde la esperanza, pero no desde la ingenuidad. Y te escribo convencida de esto: no seremos el país que soñamos si solo reaccionamos; seremos ese país cuando volvamos a: cultivar diálogo, cultivar vínculos, cultivar las buenas formas… cultivar un mejor país. Con gratitud y esperanza, Claudia, y muchos que aún creemos en Colombia.

Presidenta de Asocaña

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