Tradiciones excepcionales

Lo que sobresale cuando se examina la historia de Colombia, no son tanto sus debilidades como sus fortalezas. Difícilmente se encuentra un país que exhiba tradiciones excepcionales como su compromiso con los procesos electorales, su preferencia por el civilismo, su respeto por la alternancia en el poder o, pasando a otro campo, el excelente manejo macroeconómico que ha tenido en las últimas décadas y la manera tan responsable como ha gestionado su deuda internacional y el respeto a la vigencia del derecho, tanto en Colombia, como en el nivel internacional, por lo cual alguna vez ganó renombre cuando se la calificaba como una potencia moral.

Son muchos los atributos muy positivos de Colombia, siendo el más relevante, entre ellos, su capacidad de mantener estas y otras tradiciones excepcionales, no obstante la amenaza de guerrillas, narcotráfico, diferentes formas de criminalidad organizada y grupos paramilitares. Y una bellísima, pero endemoniada geografía, que hace muy difícil la comunicación entre las regiones y la construcción de una eficaz y permanente infraestructura.

Lo que observadores extranjeros expresan con admiración, es esa capacidad de los colombianos para haber aguantado tantas dificultades y, sobre todo, por haber sido capaces de superarlas, de lidiar con ellas. No obstante, que en muchas ocasiones reaparecen cuando ya considerábamos que solamente eran algo del pasado.

Y es eso lo que se rememora hoy, cuando una figura tan prometedora como la de Miguel Uribe Turbay, sufre un brutal intento de asesinato. Colombia implora que Miguel no forme parte del muy doloroso martirologio que integran, entre otros, Luis Carlos Galán, Jorge Eliécer Gaitán, Rafael Uribe Uribe, Bernardo Jaramillo, Jaime Pardo Leal, Carlos Pizarro, Guillermo Cano, Carlos Mauro Hoyos, Rodrigo Lara, Álvaro Gómez Hurtado. ¡Liberales, conservadores, izquierdistas!

Hoy, como ayer, el desafío es el de continuar, con esperanza y mucha fuerza, el enorme legado muy positivo que hemos recibido y que tenemos que transmitir a las generaciones jóvenes y a las que están por venir. No nos hemos amilanado, no nos hemos dejado debilitar por el pesimismo, y como se dijo de los cristianos que sacrificaron, ellos fueron semilla que alimentó el crecimiento y la fuerza de esta religión.

Es el consuelo inescapable que ayuda a tramitar el inmenso dolor por el sacrificio de personalidades tan valiosas. Su idealismo alimentó muchos desarrollos promisorios y dio lugar a vocaciones de liderazgo, también, muy notables.

El autoritarismo en sus diversas expresiones no ha logrado eclipsar nuestro compromiso con estos legados excepcionales, ni ha disminuido nuestro amor a la libertad y al imperio de la ley, así nos califiquen de leguleyos.

En momentos tan aciagos, y cuando parecería que esta visión tan constructiva ya no es cierta, no sobra que unas cuantas líneas nos recuerden de qué estamos hechos, qué es lo que nos une y de qué estamos tan orgullosos. Como siempre defenderemos este excepcional legado.

En nuestros días, varios estudios revelan el renacimiento de gobiernos autoritarios y, por fortuna, describen en detalle las diferentes técnicas y argucias que se vienen utilizando para imponer ese modelo político. Uno de los libros más reconocidos sobre el tema, a la pregunta de por qué logran establecerse estos gobiernos autoritarios, responde, en pocas y muy claras palabras, lo siguiente: la debilidad y el miedo por parte de la sociedad.