Columnista
Más allá de la polarización
La historia ha demostrado que los momentos más difíciles pueden ser catalizadores de grandes transformaciones.

14 de jun de 2025, 03:17 a. m.
Actualizado el 14 de jun de 2025, 03:17 a. m.
La polarización política y social que vive Colombia en los últimos años ha alcanzado niveles alarmantes. Los recientes acontecimientos, marcados por discursos incendiarios, divisiones ideológicas profundas y la desconfianza mutua entre distintos sectores de la sociedad, son un recordatorio de que el país enfrenta un desafío crucial: la necesidad de reducir tensiones y trabajar en unidad. Es un momento histórico que exige reflexión y acciones concretas para evitar que las diferencias se conviertan en barreras infranqueables.
En los últimos días, la violencia ha sido la protagonista. No es solo el muy reprochable atentado contra el senador Miguel Turbay, que es solo un campanazo de alerta sobre los riesgos de una campaña presidencial que no logra bajar la agresividad y el tono que ha tenido recientemente, es también el recrudecimiento que ha tenido la violencia en el suroccidente colombiano, que vuelve a poner al Valle del Cauca y a Cali, en particular, en el epicentro de una región que ha sido víctima muy sufrida de este distanciamiento entre los colombianos. La región ha venido recuperándose y no se puede perder este esfuerzo.
Las declaraciones y afirmaciones de quienes ocupan el protagonismo en la opinión, cargadas de confrontación, han contribuido a un clima de crispación que se percibe en las calles, en las redes sociales y en el debate público. Sin duda, es el Presidente quien tiene la mayor responsabilidad para poner el tono en el debate público y para dar la línea a las bodegas que, en las redes sociales, apoyan sus posiciones, pero, también es cierto que esto debe ser responsabilidad de todos aquellos que tienen espacio en la opinión pública.
La polarización erosiona la confianza en las instituciones, dificulta la solución de problemas estructurales y profundiza las brechas sociales. No es otra cosa lo que estamos viviendo en estos días, cuando se ven amenazadas las instituciones al pretender desconocer la separación de poderes, fundamento de la democracia.
Más que nunca, es indispensable que, no solo el Presidente, sino los líderes políticos, sociales y culturales asuman un papel responsable. Las palabras que pronuncian tienen el poder de construir o destruir. Es imperativo que sus declaraciones sean herramientas para promover la concordia y no para exacerbar las diferencias. Rebajar el tono de los discursos no es un acto de debilidad, sino una demostración de madurez política y compromiso con el bienestar común.
El lenguaje conciliador y el respeto por las opiniones divergentes no solo fortalecen la democracia, sino que también ayudan a crear espacios de diálogo donde sea posible encontrar puntos de encuentro. Los ciudadanos esperan de sus dirigentes no solo liderazgo, sino también ejemplos de conducta que inspiren a la unidad.
La historia ha demostrado que los momentos más difíciles pueden ser catalizadores de grandes transformaciones. Este es el momento de demostrar que Colombia es capaz de superar la polarización y de consolidarse como una nación donde la diversidad sea su mayor fortaleza, no su debilidad. Es una tarea que requiere el esfuerzo de todos y, sobre todo, un compromiso inquebrantable con la construcción de un país para las generaciones presentes y futuras.
Ingeniero industrial, Presidente de Asocaña por casi veinte años, consultor privado y miembro de múltiples juntas directivas en los sectores financiero, industrial, energético, servicios, educativo y de investigación. Escribe para El País hace más de veinte años.