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La hora de Venezuela

Todo intento de tomar correctivos fue aplastado por una dictadura, que mientras tanto, se enriquecía con los dineros de la nación y el negocio del narcotráfico.

29 de julio de 2024 Por: Santiago Castro
Santiago Castro
Santiago Castro | Foto: El País

Para el momento en que se publique esta columna, dos cosas podrían haber ocurrido en las elecciones presidenciales de Venezuela: se habrá elegido a Edmundo González como el mandatario legítimo del bravo pueblo venezolano, quien arrasaba en todas las encuestas independientes, o por el contrario, se habrá perpetrado el más monumental fraude por parte del régimen de Nicolás Maduro, arrebatando a su país la esperanza, la libertad y la prosperidad.

La debacle de Venezuela desde que llegó Chávez al poder, está más allá de lo comprensible. Después de ser una de las economías regionales más potentes, pasó de una pobreza monetaria (calculada en ingresos menores a US$ 2,15/día) del 11,8% de su población en 1999, a un 97,4% en el 2021. Es decir, casi todos. Increíblemente, su PIB per cápita pasa de 3.970 dólares en precios corrientes en 1998 a 3.659 dólares en 2023, contrayéndose en un 7,83%. Su producción de petróleo, del cual posee las mayores reservas mundiales, cae en ese mismo periodo de 3.120.000 a 650.000 barriles diarios.

Mientras tanto, la inflación, el peor impuesto para los pobres, se dispara a niveles estratosféricos y rompe récords históricos. Todo intento de tomar correctivos fue aplastado por una dictadura, que mientras tanto, se enriquecía con los dineros de la nación y el negocio del narcotráfico. Gran parte del pueblo, al no poder expresarse democráticamente, votaron con sus pies; más de 7,7 millones dejaron su país y sus hogares, y de esa cifra, 2,8 millones se establecieron en Colombia. Esto fue el resultado del Socialismo del Siglo XXI.

Colombia no debe ser un espectador pasivo frente a estos hechos. Tenemos mucho en juego mañana. Una Venezuela libre, asociada a Colombia, crearía una sinergia virtuosa que proyectaría a ambas naciones. No olvidemos que nuestro vecino llegó a ser el segundo socio comercial más importante, a quien exportamos 6.070 millones de dólares en el 2008, para llegar el año pasado, apenas a 673 millones de dólares. Bajo un libre intercambio, nuestras economías podrían calzar casi a la perfección. Pero además del comercio, las posibilidades de inversión y de turismo serían gigantescas. Solo en mercado aéreo me imagino no menos de 10 rutas diarias entre ambos países, involucrando al menos 6 ciudades colombianas.

Pero nada de esto es posible si lo impensable ha acaecido. Si las mayorías son pisoteadas, si Edmundo es derrotado con trampa y fraude, varios gobiernos democráticos tendrán mucha responsabilidad en esta nueva noche negra. Empezando por los Estados Unidos, que permitió que Caracas se burlara de los Acuerdos de Barbados, y que resultó en la inhabilitación de María Corina y la vergonzosa libertad de Alex Saab, testigo y facilitador de los crímenes de Maduro. Pero el premio se lo lleva sin duda Gustavo Petro, cómplice mayor del régimen de Maduro y admirador de toda la vida de Hugo Chávez. No solo no movió un dedo por la oposición venezolana, sino que callaba cuando Diosdado Cabello lo acusaba de haber recibido apoyo financiero del régimen. Tampoco protestó la presencia de narco-subversivos colombianos en el vecino país, asesinando y secuestrando a ciudadanos de ambas naciones. Vergüenza nacional.

Espero que el triunfo de la democracia haya sido tan demoledor que las Fuerzas Armadas Bolivarianas, entendiendo el deber patriótico con su pueblo, hayan defendido la voluntad popular. Espero que María Corina Machado, guerrera y heroína de la libertad, haya alzado anoche la mano de Edmundo González como presidente electo, mientras el bufón Maduro acepta su estruendosa derrota. Para Venezuela y para el mundo, esto significaría un nuevo amanecer.

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