Columnistas
Kamala Harris al banquillo
Independientemente de quien asuma la Presidencia de EE. UU., el mundo espera que ese país mantenga su compromiso de defensa de la democracia...
Kamala Harris nació el 20 de octubre de 1964 en Oakland, California. Pasó su infancia en Berkeley, donde su madre Shyamala Gopalan llegó desde India como inmigrante graduada, para continuar estudios y desarrollar una vida científica. Su papá Donald Harris, un economista marxista jamaiquino, fue también profesor en la Universidad de Stanford durante varios años. Ambos padres tuvieron visiones políticas de izquierda y cuando Shyamala se divorció se encargó de la formación de sus dos hijas. Kamala estudió Ciencias Políticas y Economía en la Universidad de Howard y se tituló de abogada en la Universidad de California. Fue fiscal de San Francisco, fiscal general de California y senadora por el mismo Estado. Ahora que Harris ya aseguró la nominación oficial como candidata presidencial demócrata, designó como su compañero de fórmula a Tim Walz, gobernador actual de Minnesota, exprofesor, exmilitar y exrepresentante a la Cámara por varios períodos.
Harris y Walz han mostrado una tendencia marcadamente liberal (algunos la llaman progresista) que plantean diferencias significativas frente a la visión política de Donald Trump en las agendas interna y externa. Mientras ella defiende el derecho de acceso al aborto y a servicios de salud reproductiva, Trump promueve restricciones en este campo y deja el tema en manos de los estados. Kamala ha respaldado reformas penales como la eliminación de la fianza en efectivo y la reducción de sentencias mínimas obligatorias, enfatiza la prevención del delito y cuestiona prácticas policiales discriminatorias. Trump promovió durante su gobierno la expansión de las fuerzas del orden y medidas más rigurosas frente al crimen. Trump defiende la posesión personal de armas, mientras Kamala aboga por limitarla.
En migración, Kamala habla de la generación de oportunidades en países de origen y alternativas para que determinados indocumentados accedan a la ciudadanía estadounidense. Trump ha tenido una postura más severa, que incluye la construcción de un muro y deportación de inmigrantes no autorizados. En cuanto al cambio climático, ella respalda las energías renovables y la reducción de emisiones de carbono; Trump defiende la importancia de la industria de combustibles fósiles.
Kamala ha criticado las políticas arancelarias de Trump y defiende el comercio y la cooperación internacional. Trump se reconoce por el nacionalismo económico que motivó renegociación de acuerdos comerciales. Frente a América Latina, Kamala ha adoptado posiciones humanitarias en temas migratorios; ha apoyado la eliminación del embargo a Cuba y el reinicio de relaciones diplomáticas y comerciales con la isla; ha criticado a Maduro y ha pedido que se respete la voluntad popular de las elecciones del 28 de julio pasado, y se enfoca en soluciones diplomáticas para la crisis económica y política. Trump, por su parte, enfatiza en la seguridad fronteriza y en la lucha contra el narcotráfico; como presidente amenazó con frenar la ayuda económica en Centroamérica si no existía compromiso en temas de migración; estableció alianzas estratégicas con Brasil y México, cuando encontró identidad económica o política; frente a Venezuela, impuso sanciones a sus líderes y su industria petrolera para presionar a Maduro a dejar el poder y reconoció a Juan Guaidó como el líder legítimo, y como exgobernante cuestionó la flexibilización de sanciones y otras medidas de EE.UU. que pudieron dar aire al régimen dictatorial.
Seremos testigos de una campaña álgida. Independientemente de quien asuma la Presidencia de EE. UU., el mundo espera que ese país mantenga su compromiso de defensa de la democracia, las libertades y el Estado de Derecho; y que fortalezca la cooperación para enfrentar retos compartidos en seguridad, lucha contra el delito transnacional y desarrollo sostenible. Los electores deben enterarse de las propuestas concretas de Kamala Harris. Y el mundo estará atento a su estilo de liderazgo: para verificar su capacidad de negociación; conocer su visión sobre el orden mundial; examinar su firmeza confiando que no caiga en extremismos ideológicos; evaluar su equilibrio en medio de la polarización; y confirmar que su diplomacia hacia otros países no implique debilidad frente a los autoritarismos presentes en el mundo.
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